La muerte y la comprensión de la existencia

Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES

Martin Heidegger, fundador de la hermenéutica filosófica, mostró en su gran libro Ser y tiempo que somos ante todo seres de comprensión, que el comprender es una condición original y primaria de nuestra existencia. Cuando comprendemos algo de nosotros mismos o del mundo que está inscrita o «arrojada» nuestra existencia, nos constituimos como seres humanos, o mejor, nuestro existir se torna humano. Y el primer y más decisivo acto de comprender es el de comprender el carácter finito y mortal de nuestra existencia, el de comprender o reconocer en nuestro interior que nuestra existencia tiene el fin inapelable e ineludible de la muerte, que somos seres-para-la-muerte; es decir, que la muerte hace parte integrante de nuestra existencia como su fin y término. Y cuando comprendemos esta verdad esencial de nuestro ser y existir, le damos una dimensión auténtica a ese existir porque precisamente integramos la finitud que ES en nuestra interioridad.

El hecho de comprender el carácter mortal ineludible de nuestra existencia, el hecho de reconocer que está constituida por este fin inevitable, tiene un significado fundamental: el de que nos da la posibilidad de comprender todo lo demás que hace parte de esa existencia y de su mundo. Esta comprensión es en el fondo una precomprensión o comprensión previa indispensable que nos permite la posibilidad misma del comprender. Y esto es así porque, al comprender la finitud mortal de nuestra existencia, descubrimos y comprendemos que solo podemos comprender lo que es finito, lo que tiene fin; que la finitud es la condición que debe tener todo ente, cosa o fenómeno de nuestra existencia o del mundo para poderlo comprender. Lo que no es finito no se puede nunca comprender, es en esencia incomprensible porque no lo podemos abarcar o integrar en nuestro espíritu.

Por esta razón, si nuestra existencia no tuviera fin, no fuera mortal, no la podríamos comprender; y al no poderla comprender carecería totalmente de sentido, se convertiría en una existencia sin sentido. Esto es lo que precisamente nos mostró Jorge Luis Borges en su gran relato El inmortal. En efecto, Borges nos relata aquí que Marco Flaminio Rufo, un tribuno militar romano, queda fascinado por la historia que un jinete desconocido le revela antes de morir sobre la existencia de un río que le da una vida inmortal a los que beben de sus aguas. Sale, entonces, en su búsqueda, en compañía de doscientos soldados cedidos por el procónsul de Getulia junto con algunos mercenarios reclutados por él mismo. Tras perder a sus hombres en el desierto, encuentra un río de agua arenosa del que bebe sin saber que era el río que buscaba y que los trogloditas que vivían cerca de él eran los inmortales.

Pero al hacerse inmortal, Marco Flaminio Rufo descubre al poco tiempo que esta condición es una especie de castigo insoportable porque lo priva de encontrar o tener algún sentido para esa vida. Pues comprendió en ese momento lo que Heidegger puso de presente o nos hizo comprender en términos filosóficos: que es precisamente el carácter mortal y finito de la existencia la que le da a los hombres la posibilidad de comprenderla, de integrarla en su ser, y así, darse un fin o un sentido determinado que se convierta en el motivo fundamental que la sostenga en el tiempo finito que dura, que le dé y renueve el deseo poderoso de vivirla en el tiempo limitado que realmente es.

Esta comprensión de la finitud mortal como condición esencial de la posibilidad del comprender mismo forjada por Heidegger y Borges fue un acontecimiento filosófico de gran magnitud filosófica, porque no solo contribuyó a forjar la comprensión de los hombres modernos sobre la realidad de su existencia y del mundo, sino también porque socavó la creencia religiosa que había dominado la mente de millones de seres humanos en el pasado histórico, en las sociedades tradicionales, de que el verdadero y más profundo sentido o fin de la existencia era vivir una vida sin fin, sin la presencia de la muerte, una vida inmortal plena y completa; una nueva vida que comenzaría a ser real después de que ocurrieran sus muertes naturales, siempre y cuando hubieran cumplido los preceptos éticos que Dios les había dado y enseñando. Y la socavó porque no solo puso en evidencia la necesidad que tienen los hombres de comprender y reconocer su ineluctable finitud para darle un sentido sus existencias reales inscritas en el devenir del tiempo, sino también porque gracias al profundo relato literario de Borges ha quedo al descubierto la incoherencia e inconsistencia lógica que contiene esta promesa religiosa-divina de una nueva vida eterna después de sus muertes; una promesa de vida plena eterna y completamente llena de sentido que, sin embargo, resulta falsa o puramente ilusoria porque es realmente imposible para todo ser humano vivirla en estas condiciones con un determinado sentido que le dé la plenitud completa a esa vida.

Por esa razón, en el caso supuesto o imaginario de que los hombres accedieran a esa vida eterna o inmortal después de sus muertes, comenzarían a vivir sin fin y sin término en el tiempo una vida carente de fin y de sentido; y al vivirla así les surgiría el poderoso deseo, tal como el que le surgió al tribuno militar romano Marco Flaminio Rufo, de volver a ser mortales para poderle encontrar y dar un sentido que las oriente, las sostenga en pie y las haga vivibles en el corto espacio de tiempo que duran.


Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 9 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.

Reflexiones

Correo: camilobok@hotmail.com

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