Trudy Mercadal | Política y sociedad / TRES PIES AL GATO
Desde que se comenzó a pensar sobre la política como una filosofía para la vida, los pensadores y las pensadoras se preguntan cuál es la mejor sociedad posible o si existe la sociedad ideal. Y, de existir, ¿cómo deben de ser las personas que la dirigen y cómo su ciudadanía? Aunque distan de ser contemporáneas, estas preguntas son hoy más urgentes que nunca. Y en el pensar de muchos, el idealismo político es ilusión y no el referente de metas y objetivos que en realidad debe ser.
Platón argumentaba que en la sociedad ideal serían los filósofos –a quienes conceptualizó como «filósofos-reyes»– los líderes políticos. Se le perdona lo de los reyes, pues en su era, no cabía aún visualizar un sistema de gobierno que no fuera monarquía, pero se rescata la idea de que la persona que gobierna deba de ser alguien con pensamiento crítico y acostumbrada a la consideración profunda de las ideas y las cosas. Platón también argumentaba que una sociedad en la cual la mayoría no se involucra políticamente, merece ser gobernada por sus inferiores, y valga notar que, en Grecia, el término «idiota» denotaba a las personas que no se interesaban en la política.
Para Platón, la labor política bien hecha articula las partes sociales armoniosamente, de manera que todas estén conectadas como se debe y podamos así vivir bien. Aplicada esta visión a la realidad contemporánea, la sociedad ideal no es perfecta ni estática: conlleva, como toda relación duradera, mucho trabajo y la participación de todos –gobierno, sociedad civil, ciudadanos de toda índole, etcétera–. Es trabajo constante y de toda la vida.
El New York Times publicó un importante reporte titulado «Escasez de comida, incendios forestales e inundaciones: el mundo en 2040 si no se cambia la economía» (8/10/2018). En él se describe el reciente informe por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que advierte la necesidad imperante de un cambio en las economías mundiales para evitar graves catástrofes ecológicas en un futuro muy próximo. Ya lo estamos viviendo: abrumantes inundaciones, incendios, sequías, tormentas y hambrunas.
Entre los cambios que urge hacer para evitar o aminorar las catástrofes, está detener las emisiones de carbón. Los países emisores de gases de invernadero más grandes del mundo son Estados Unidos y China, y al menos en Estados Unidos, es «políticamente imposible» regular efectivamente dichas emisiones. Por el contrario, el presidente Trump retiró al país del Acuerdo de París (contra el deseo de la mayoría de sus ciudadanos), rehúsa reconocer la realidad del cambio climático e insiste en incrementar la industria basada en carbón. Además, la poderosa Asociación Mundial del Carbón declaró que hará campañas masivas para que los gobiernos inviertan en tecnología de carbono, denotando una actitud irresponsable y suicida, enfocada en ganancias inmediatas y encarando el futuro de manera absolutamente nihilista: ¡Mientras nosotros ganemos millones hoy, que mañana arda Troya!
Los efectos se perciben en Guatemala en las grandes sequías que asolan a las comunidades, sequías cada vez más intensas, duraderas y abrumadoras. Acabo de estar por oriente –entre otras regiones de Guatemala– con un grupo de periodistas extranjeros, y verifiqué con mis propios ojos y conversando con pobladores de toda índole, que cientos de sembrados de milpa están secos, con las mazorcas fosilizadas aún metidas en las vainas. No lograron darse. Los ríos están secos, sequísimos, y la gente muy oprimida; sin agua, sin dinero para sistemas de riego ni para otra cosecha, sin comida para los suyos, victimizados aún más en algunos casos por el hurto o contaminación de sus ríos, y sin dinero suficiente para emigrar. Además, ¡no hay trabajo!
Esto es un problema inmenso que no tiene visos de mejorar sin grandes y coherentes programas del Estado y ayuda internacional, o sea, de voluntad política nacional y acción a nivel global. Y ya sabemos por la historia, tanto antigua como reciente del país, como vamos con eso.
Lo que olvida la gente que se da el lujo de ignorar la situación –sea por la frustración de la impotencia, por la incomodidad del sentido de culpa, o por la inhumanidad de la conveniencia– es que son los campesinos quienes alimentan al resto del país con su trabajo y producción. Son ellos el sector verdaderamente productivo del país. No se trata, entonces, solamente de qué van a hacer ellos, algo que nos debiera de importar por solidaridad, se trata de qué nos espera a todos.
Volviendo a Platón. La falta de líderes pensantes y honestos nos lleva a daños irreversibles. Mas somos nosotros quienes los elegimos para sus cargos y quienes debemos exigirles, por todos los medios posibles, que cumplan. Están ahí para servirnos a todos, no a ellos mismos y a la pequeña cuadrilla de financistas. Si seguimos en este camino, no seremos otra cosa que lo que Platón nos llamaría: idiotas.
Fotografía por Trudy Mercadal.
Trudy Mercadal

Investigadora, traductora, escritora y catedrática. Padezco de una curiosidad insaciable. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala. Me gusta la solitud y mi vocación real es leer, los quesos y mi huerta urbana.
Un Commentario
Y los líderes entonces que son (según lo indicado en la cartilla referencial; sembraron ellos maíz?: Disculpa pero no es congruente la referencia con el contenido.
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