La más triste del Doroteo Guamuch Flores

Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL

«De lo menos importante, lo más importante es el futbol», sentenciaría César Luis Menotti al referirse al más popular de los deportes en el mundo.

Para nadie es un secreto, el futbol es ese deporte al alcance de todas y todos, no requiere de implementos especiales, ostentosos o de tutores diarios en la jornada vespertina después del colegio. Por supuesto que los que tienen esas oportunidades pueden llegar a tener ventajas, pero jamás serán determinantes. Los mejores futbolistas se hacen en los barrios pobres de Latinoamérica, son esos que han plasmado grandes proezas en el vecindario.

Los mejores, casi siempre, son aquellos ligados a heroicas historias de pobreza, limitaciones y talento innato. Son los que dejarán grabadas sus jugadas en las retinas de quienes, años más tarde, los recordarán con nostalgia mientras lamentan su indisciplina como causa principal de que sus leyendas no sean más grandes.

Eduardo Galeano, al referirse al futbol, indica que es aquel deporte en el que las pequeñas naciones pueden imponerse a las grandes potencias mundiales. Ese romanticismo del futbol le da un lugar privilegiado en las naciones pobres.

Con esa carga emocional del futbol, se erige en la zona cinco de la ciudad de Guatemala el templo de las leyendas nacionales. El Estadio Nacional Doroteo Guamuch Flores, nombre que lleva en homenaje a uno de los grandes maratonistas que ha dado este país, y que fuera mal llamado Mateo Flores durante muchos años.

En ese lugar se han vivido, a causa del futbol, gran cantidad de emociones, positivas y sobre todo negativas en los últimos tiempos, es un icono nacional testigo del más fiel y puro amor por nuestro país. Ahí se sufre, pero cuando se goza, se vive una atmósfera única. ¡Benditos ustedes guatemaltecos, diría Neco!

El eterno sueño mundialista estaba cerca aquel 16 de octubre de 1996, el rival era Costa Rica, nuestra bestia negra de las eliminatorias mundialistas. El país estaba expectante, era un juego directo que, de ganarlo, nos colocaba cerca de Francia 1998.

Cómo no darle esa importancia a un partido de futbol, acá siempre necesitamos fugas psicológicas que nos permitan olvidar, por un momento, que vivimos en una guerra constante por sobrevivir, de hecho, estábamos a las puertas de salir de una que había durado 36 años, y de la cual seguimos sin reponernos, principalmente por el saldo de víctimas que aún faltan en sus hogares.

Lamentablemente, la más triste de las historias del Doroteo Guamuch Flores estaba por escribirse, y nada tendría que ver con el resultado del equipo nacional.

Quienes lo vimos por televisión escuchamos como las voces nerviosas de los periodistas empezaban a murmurar, los que a través de la radio escuchaban la transmisión lo hacían por igual, la demora esta vez no era normal, pues los periodistas señalaban sobrepoblación en el recinto deportivo.

Finalmente la tragedia se haría presente. La sobrepoblación y los nulos índices de seguridad en la organización causarían la muerte de más de ochenta guatemaltecas y guatemaltecos. Las puertas que daban a la cancha se abrirían únicamente para provocar el desenlace fatal de los asistentes, generando una avalancha humana que escribiría así, uno de los capítulos más negros del deporte nacional.

Las imágenes recorrieron el mundo, uno tras otro fueron extendidos los cuerpos inertes de las aficionadas y los aficionados que perdieron la vida. Las imágenes de desolación y desesperación en los que sobrevivieron no se hacían esperar. Guatemala estaba de luto, nuevamente, esta vez la causa sería una sobreventa de boletos para ingresar al partido decisivo.

Veintidós años después seguimos recordando el suceso. «¿Dónde estaban?» «¿Cómo se enteraron?» Son preguntas que forman parte de quienes aún tienen como referencia esa fecha. Caso especial aquellos que por alguna circunstancia ajena a su voluntad no pudieron asistir, seguro la reflexión se apodera constantemente de su vida.

Por supuesto que Guatemala no es el único país en el que ha pasado, el futbol ha provocado variedad de accidentes en todo el mundo, Hillsborough en Inglaterra, en 1989 es otro ejemplo como muchos más.

Los familiares de las víctimas, por otro lado, continúan lamentando lo sucedido. Pensar en las familias de las víctimas y su dignidad debe movernos.

Cada 16 de octubre, el recuerdo regresa con más fuerza a esos hogares, mientras muchos pensamos en lo anecdótico, en esas familias la ausencia pesa todos los días. Un homenaje anual sería poco menos que necesario para no olvidar. La justicia por encima de todo, el ideal ante situaciones como esta.

No olvidar a las víctimas del Doroteo Guamuch, es no olvidar a las víctimas del Cambray, del Hogar Seguro, de la Escuela de Comercio, del Volcán de Fuego y muchos otros eventos que terminaron con la vida de guatemaltecas y guatemaltecos como usted que lee y como este servidor que escribe. Apelemos a nuestra empatía y memoria histórica, que la amnesia no se lleve también nuestra sensibilidad y calidad humana, y, por sobre todas las cosas, que nunca más se repitan estos hechos.


Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.

Clandestino y artesanal

2 Commentarios

Cristian Ixcot 21/10/2018

Lo más importante, de lo menos importante…

    Carlos Juárez 24/10/2018

    Excelente por el aporte Cristian.

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