-AlenKa Tenas / HILOS DE TERNURA Y DE MEMORIA–
Era 1991, Daniela volvía de México junto a su mamá y hermana, después de casi ocho años en aquel país.
Venía de un ambiente bastante sano bajo el resguardo de su madre, en el que las preocupaciones se traducían en que las ventas de comida típica guatemalteca dejaran lo suficiente para pagar el alquiler y el permiso migratorio, lo demás era un lujo celebrado con entusiasmo.
Volver significó reencontrarse y reconocerse con la familia, y con un país que le resultaba extraño.
Uno de los primeros recuerdos de esos reencuentros fue la vez que unas primas le contaron su leyenda del hombre desnudo. Le preguntaron si en la casa de la abuela, en la que vivía temporalmente, había visto por la noche al hombre desnudo que atravesaba los jardines de las casas antiguas de la Carabanchel, aquellas de patio en el centro y cocinas de pollo.
En ese momento y a sus 15 años pensó que las primas, que no conocían de su escepticismo, habrían intentado asustarla, para ella la historia fue como oír llover. A lo largo de los años siguientes se hizo referencia del sujeto sin vestiduras en varias reuniones familiares, añadiendo la versión para adultos, el hombre desnudo con el miembro erecto.
A esa casa pronto decidió dejar de ir, le resultaba más que repugnante el beso baboso que le plantaba el “tío”, muy cerca de la boca. Una vez, regresando de estudiar, en el bus, se defendió con su lonchera de la mano que se aproximaba por detrás a alguna parte de su cuerpo y que pudo ver gracias al reflejo de sus lentes. Del evento se hizo chiste, «las hijas de Tina parecen animalitos, no se dejan ni saludar, sueltan el golpe antes de averiguar». Nadie increpó la intención del tío, su mamá contestó, ellas se van a defender de cualquier mañoso que se les acerque. Para los primos fue más divertido tachar de salvaje a la menor de edad.
Pasaron los años y el tío mañoso murió, volvió a visitar a la tía. Para entonces las visitas eran además para consentir al pequeño nieto de la familia.
Luego de un tiempo Daniela tuvo un bebé, al que la tía, su prima y el nieto, visitaban con frecuencia, era el más pequeño de la familia. Daniela sentía la mirada malsana del nieto, la atribuyó a celos por el despojo del lugar del más chiquito que su hijo había cometido al nacer, para entonces el nieto tendría ya unos siete años. Las visitas se convirtieron en insufribles, cada vez que el chico llegaba a ver a su primito, rompía algún juguete, manchaba paredes e inventaba que el nuevo chiquito lo había hecho. Se apreciaba la sonrisa torcida que dibujaba su boca cada vez que lo hacía llorar. Daniela no dejó de percibir los episodios como un juego de dominio y lo relacionó con las veces que en casa del nieto vio filas de cochinillas y otros insectos sacrificados en el jardín, vaya juegos los del nene, que no perdía la oportunidad en soltar alguna patada o un te detesto a los visitantes. Daniela comenzó a marcar distancia nuevamente, pocas eran las veces que acompañaba a su mamá a esa casa.
Una noche, al volver del trabajo, Daniela preparaba a su pequeño para dormir, tenía ya cuatro años, platicando de historias y películas, el chico le soltó: mi primo me pidió que le besara el pene. Daniela se quedó paralizada, trató de tomar aire y de no alterarse para saber más. Y tú qué hiciste, le preguntó, no quise y me salí corriendo de su cuarto, respondió. La primer medida de Daniela fue ir al día siguiente con el pediatra y una psicóloga para que evaluaran a su hijo, fueron 14 sesiones con la terapeuta para que finalmente le diera los resultados de la evaluación: todo indica que el evento fue tal cual lo narró su hijo, no hay indicios de daños. Hasta entonces pudo respirar con normalidad. Se alejaron de aquel lugar.
Poco tiempo después se supo que el muchacho había intentado abusar de otra prima. El reclamo de la madre de la nena no se hizo esperar a lo que su prima, la madre del muchacho contestó, lo siento mucho, sí él sufrió abusos de pequeño. La pena le duró poco, a partir del día siguiente su actitud fue de ataques, pese a haber aceptado que el muchacho había sido víctima de abuso sexual, nunca lo llevó a terapia, ni buscó ayuda, en cambio inscribió al muchacho en un colegio católico de renombre.
Pronto se destapó que no era el único de los chicos con esas prácticas, sus tíos también habían agredido a otros primitos y primitas. Fue entonces cuando, con rabia, Daniela entendió que la leyenda quizá era una fantasiosa justificación que las primas le daban los abusos que en esa casa se vivieron.
Las hermanas, madres de los pequeños atacados, fueron excluidas de las reuniones familiares de otras tías y primas, preferían seguir abriendo sus puertas a la casta de abusadores. Ellas y sus familias viven felices, lejos de los hombres desnudos que abusan a cada nuevo miembro de la familia.
El exilio forzado, no solo les salvó la vida de la represión del Ejército, también las salvó del depredador de la familia, de haber crecido en Guatemala y en su entorno familiar, quizá él habría tenido ocasión para abusarlas y quizá hasta engendrar su semen maldito en sus vientres prematuros.
La leyenda sigue viva, representada en la tercera generación de esa familia, el depredador sexual anda suelto, acechando a niñas y niños pequeños a quienes pueda someter, podría estar acechando a tu hija o hijo mientras lees esta historia, porque los hombres que violan son más que un mito urbano, conviven con tu familia, en la iglesia, la escuela y la comunidad.
Seguramente en más casas se ha visto al hombre desnudo con el miembro erecto, circulando en corredores oscuros, dirigiéndose a la habitación de su próxima pequeña víctima.
Fotografía por AlenKa Tenas.
AlenKa Tenas

Mujer, mestiza, diseñadora, comunicadora, defensora del derecho fundamental de todas las personas a gozar y ejercer todos sus derechos. Sobreviviente de la guerra y, cada día, de un Estado patriarcal y misógino. En contra de las violencias provocadas por el odio y la discriminación
3 Commentarios
Lindo cuento que seguramente nos ayudará como sociedad a la desmitificación del Fantasma Violador y presentar su rostro a la luz del día.
Gracias por el aporte a la visualización de la realidad y a la literatura.
Alenka Tenas presenta una saga simbólica y crítica de gran actualidad sobre el mito del hombre desnudo que recorría como un fantasma los jardines y la práctica del acoso sexual intrafamiliar.. Muy acorde a la campaña internacional Mee to.
Agradezco q compartas la experiencia. Es interesante q las familias al paso del tiempo, actuen de la misma manera. Apoyando los abusos de estos sujetos horrendos. Marginando a quienes los hayan denunciado. Dejando claro socialmente q tenes q guardar el secreto.
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