La izquierda electoral y la unidad como discurso

Nery R. Villatoro Robledo | Política y sociedad / HECHOS E IDEAS DE NUESTRO TIEMPO

Empiezo por reafirmar lo que he dicho en varias ocasiones: las elecciones, en una democracia burguesa, son el mecanismo mediante el cual la clase dominante garantiza la continuidad del capitalismo y, al mismo tiempo, las distintas facciones de la burguesía se disputan entre ellas el control político del Estado; su estado. En Guatemala, además, los procesos electorales permiten el reacomodo y reconfiguración de las fuerzas que forman parte de lo que hoy se conoce como Pacto de Corruptos, que no es sino la vieja alianza entre burguesía, políticos mafiosos, militares (en activo y retirados) y el crimen organizado.

Con lo anterior quiero reafirmar algo que también he dicho desde hace mucho tiempo en diferentes espacios: no se puede esperar que de un proceso electoral, menos en las condiciones en las que las elecciones se desarrollan en Guatemala, deriven cambios profundos que desemboquen en la transformación de un modo de producción tan criminal y salvaje como el capitalismo. En este punto se puede discutir hasta dónde ha llegado y será capaz de llegar el progresismo en los países de América del Sur, en donde este se instauró, ya sea que sobreviva (Venezuela, Bolivia) o lo hayan liquidado (Brasil, Argentina, Ecuador). También se puede discutir si tiene validez o no lo que algunos siguen planteando sobre la gradualidad de los cambios; es decir, si dentro del capitalismo es posible hacer cambios que, gradualmente, conduzcan a construir una formación económico-social profundamente distinta, o solo distinta, a la capitalista.

En los países sudamericanos que abrazaron el progresismo, hay o hubo una izquierda sólida que fue capaz de encabezar esos proyectos. Contrariamente, en Guatemala, la izquierda electoral ha sido cada vez más débil. Su fuerza electoral después de 1999, cuando obtuvo su mayor porcentaje y llegó a ser, con el 13 %, la tercera fuerza electoral, ha venido en un decrecimiento constante. Ello es resultado de muchos factores, pero uno de ellos, sin duda, es su cada vez mayor dispersión. Si en 1999 la izquierda se presentó a las elecciones aglutinada en una alianza, en esta ocasión lo hace a través de cinco partidos, o cuatro, dependiendo de en qué cuadrante se coloque a Libre.

Sé muy bien que uno de estos partidos, Winaq, infructuosamente trató de construir una alianza de izquierda que no fue posible porque a los otros partidos no les interesa. Se topó con una URNG que prefirió buscar una alianza alrededor de la candidatura de la ex fiscala general, Thelma Aldana, con partidos y grupos políticos de derecha, centro derecha y socialdemócratas; jugada que no le resultó porque Encuentro por Guatemala condicionó su participación en esa alianza a que la URNG fuera excluida. En el caso de Convergencia, antes ANN, simplemente no quiso ser parte de una alianza de izquierda porque las casillas para diputados con posibilidades de ganar ya tenían dueños; cuestión que, por otra parte, hizo que sus tres diputados actuales no fueran propuestos para buscar la reelección, lo que desembocó en que estos se buscaran un partido que quisiera darles la candidatura: uno fue a parar a Encuentro por Guatemala, otro a Winaq y una a Semilla, de donde se retiró por no haber conseguido una casilla que le garantizara reelegirse. El MLP, por su parte, desde que surgió, afirmó que no iría en alianza con nadie; es decir, una alianza de izquierda no parece ser un asunto que le interese.

En pocas palabras, la izquierda electoral participa en estas elecciones más dispersa que nunca. Esa dispersión se debe, en gran medida, a intereses personales de muchos dirigentes que no solo no quieren dejar los cargos y dar paso a dirigencias jóvenes despojadas de ese sectarismo que se sintetiza en el «poquitos, pero sectarios» o en «mejor pocos votos, pero solos». Salvo Winaq, partido que siempre ha promovido la alianza de la izquierda, los otros partidos de la izquierda electoral tienen la unidad como discurso, pero su práctica política ha ido siempre en el camino contrario. O plantean la unidad alrededor suyo, es decir, que los demás se sumen a «su» proyecto.

Mientras la izquierda sigue fragmentándose, la derecha y la extrema derecha, esas del Pacto de Corruptos, por el contrario, tienen una serie de partidos que promueven a otros tantos candidatos, pero siempre hay uno en el que concentran la mayor cantidad de recursos y el marketing político, de tal manera que su triunfo sea seguro. El informe de la Cicig de 2015 sobre el financiamiento de la política en el país, describe los mecanismos que utilizan los grupos de poder económico y el crimen organizado para canalizar recursos a la campaña electoral del candidato o candidata de su elección. La continuidad parece estar garantizada. En 2015, cuando los viejos y conocidos partidos representaban el antivoto, lo hicieron con un cómico que gritaba «ni corrupto ni ladrón», pero el gobierno de FCN-Nación resultó ser igual al del desaparecido Partido Patriota. Para este 2019, lograron sacar de la contienda a Thelma Aldana, candidata de Semilla y, al mismo tiempo, encumbrar poco a poco a viejos zorros corruptos, alguno de ellos escuadronero, que compiten con quien hoy representa el antivoto que muy buenos resultados les dio hace cuatro años.

Si los procesos electorales difícilmente pueden devenir en transformaciones profundas del capitalismo, en el caso de que triunfara la izquierda; con una izquierda tan dividida, con dirigencias profundamente sectarias y en varios casos hasta oportunistas, con la unidad como discurso, pero con una práctica política contraria, transformar el capitalismo, si ese fuera su propósito, es una tarea inalcanzable. Más aún si las propuestas de la izquierda electoral, como ocurre hoy, no salen de los linderos del reformismo.


Nery R. Villatoro Robledo

Historiador, investigador social, analista político y columnista de prensa. Ejerce el periodismo de opinión desde hace 25 años. Es autor de estudios sobre la cuestión agraria, la tenencia y mecanismos de acceso a la tierra, y la seguridad alimentaria. Autor de varios ensayos políticos en revistas especializadas, y de más de mil artículos de opinión en varios medios de comunicación escrita.

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