Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL
Es inconcebible, pero es la realidad. Usted lo puede comprobar con solo tomarse la molestia de leer las columnas de opinión que publican los representantes del conservatismo chapín. Ya sé: es una tarea aburrida, aberrante e improductiva, pero que a veces se torna necesaria.
¿A qué me refiero? A que resulta obvio que derechistas, neoconservadores o libertaroides tienen serias dificultades para posicionar –y convencer– a sus lectores, acerca de las supuestas, nobles e incontestables ventajas del capitalismo salvaje que defienden a ultranza, pero que jamás han podido superar el marco de lo meramente teórico.
A cambio, han optado por la táctica contraria: liquidar al «enemigo» histórico. Dirigir sus misiles contra la izquierda y hacer creer a la opinión pública que esta, y no lo desfasado de las características del sistema capitalista, es la culpable de la falta rotunda de los resultados que pregonan.
Pareciera que, para subsistir, para posicionarse en un mundo en el cual ya no tiene cabida, a la derecha ultrista le es imprescindible subsistir a costa de la izquierda. Y son tan fútiles sus enfoques, que son incapaces de distinguir entre los diversos matices izquierdistas, y por ello los abordan como si se tratase de una sola, lineal e inmutable tendencia.
Es sorprendente que un personaje letrado, como el Dr. Armando de la Torre, acostumbre remarcar esa línea de análisis unívoca. Para él, y sus apóstoles libertaroides, lo mismo resulta repugnante un socialdemócrata como un comunista. No hay distinción alguna entre socialistas del siglo XXI y el redistribucionismo de Thomas Piketty.
Así, en una síntesis somera, tan somera como la más profunda de sus disquisiciones, se puede decir que su ideario consiste en: «Todos aquellos que buscan sacarme un centavo por la vía de los impuestos, son izquierdistas que se han ganado el repudio eterno, porque obstaculizan el desarrollo de los que, como nosotros, gentecool y buena –los buenos somos más–, merecemos que nuestro dinero sea para nosotros y solo para nosotros».
Y ahí vemos a toda la cohorte marroquiniana repitiendo, una y otra vez, los mismos dogmas: «Estado pequeño, negocio grande»; «Reglas claras… siempre que operen a favor del capital»; «Existe conflictividad, porque existen campesinos»; «El respeto al debido proceso quebrantado por la izquierdosa Cicig… sobre todo si se trata de un Vielmann, un Paiz o un Bosch; nunca, cuando la víctima sea uno del pobrerío».
«Eso que hace el Cuc de atacar hidroeléctricas y mineras es el mayor creador de pobreza, porque el país necesita que se inviertan capitales en todo lo que no se produce ahora, porque si hay inversión habrá recursos para hospitales, escuelas, justicia y policías. Si no hay inversión privada no hay nada, que es lo que está pasando ahora», es otro retrato perfecto del pensamiento cavernícola del ilustre doctor De la Torre. (Prensa Libre).
Es decir, para la derecha, su archienemigo solo puede ser sinónimo de conflicto, de enfrentamiento y de atraso. ¡Ah… y la encarnación del demonio mismo! Nunca, ni por asomo, esta puede ser capaz de presentar «propuestas» coherentes (de todos modos, las propuestas de la izquierda nunca son tomadas en cuenta, en un país avasallado por los conservadores). Por tanto, la izquierda, ese secreto objeto del deseo derechista, debe existir pero solo para demostrar que es inútil. Que está colmada de «idiotas», como las denominó hace algún tiempo Alberto Montaner, quien de ninguna manera puede considerarse como una lumbrera exenta de idioteces, cabría subrayar.
Por el estilo, esta derecha todavía afirma que los guerrilleros fueron «delincuentes» por su puro gusto, porque se rebelaron contra un Estado legítimo y constitucional que funcionaba a la perfección. Jamás podrían admitir –y menos, entender– que el camino de las armas obedeció a que sus padres y abuelos «cooptaron» ese Estado para colocarlo a su servicio y que fueron quienes menos lo respetaron. El haber violado su propia legalidad en 1974, cuando los ultraderechistas fraguaron un fraude electoral sin precedentes, significó el derrumbe del Estado como garante del respeto al régimen de legalidad y al estado de derecho.
Y entonces, a falta de argumentos válidos, a los libertaroides no les queda sino alterar esa historia y falsificar el presente. Por eso han construido patrañas inadmisibles como la de atacar al exembajador gringo, Todd Robinson por promover una agenda «de izquierda» desde el mismo epicentro del Departamento de Estado, ¡hágame el maldito favor!
Solo esa desnutrición argumental puede llevarlos a inventar la infamia de que la Cicig y sus acciones, en realidad buscan instaurar un régimen izquierdista en Guatemala. Sería, según ese peregrino criterio, el primer país donde se puede establecer un gobierno socialista por medio de ¡persecuciones penales! Solo la deficiencia intelectual podría crear una ficción como esa payasada de que George Soros no es un millonario como algunos de ellos, sino un comunista disfrazado que busca imponer la agenda del socialismo del siglo XXI en Latinoamérica. ¡Sin duda, con una región dominada por el socialismo, podría multiplicar sus ganancias!
Y así como las anteriores, usted puede encontrar las mil y una sandeces que repiten nuestros pobres derechistas. Tan pobres que necesitan de la izquierda –una izquierda por demás intrascendente, hay que decirlo– para procurar su propia sobrevivencia.
Imagen principal tomada de Students for Liberty Barcelona.
Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.
Un Commentario
¡Qué pobres los derechistas. Necesitan de bastón para caminar y de tecomate para nadar a una endeble izquierda! Sean más creativos. Busquen otra forma de sobrevivencia.
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