La importancia de la productividad

Juan Alberto Fuentes Knight | Política y sociedad / PERSPECTIVAS

Guatemala tiene un gran rezago en materia de productividad, que para la economía en su conjunto no ha mejorado desde hace varios años. Se entiende por productividad la capacidad de utilizar eficientemente insumos como equipo, materias primas, mano de obra y tecnología para producir bienes y servicios; y la productividad laboral es lo que produce un trabajador durante determinado período, como un año. Un norteamericano o un europeo promedio gana más que un guatemalteco promedio porque su productividad es mayor. Un norteamericano -en Estados Unidos- produce lo mismo que un guatemalteco -en Guatemala- en mucho menor tiempo: días comparados con meses. Los guatemaltecos, como los ciudadanos de muchos países en desarrollo, no hemos tenido éxito en «alcanzar» la productividad de los ciudadanos de los países más ricos. No ha habido una convergencia, a pesar del limitado dinamismo de la productividad en los países desarrollados en los últimos años.

Algunos historiadores económicos, como Robert Gordon, en una monumental historia económica de Estados Unidos (The Rise and Fall of American Growth), atribuyen una fuerte desaceleración del crecimiento de la productividad en los países desarrollados a que los actuales avances tecnológicos, que parecen espectaculares, han tenido un impacto mucho menor que las grandes innovaciones aplicadas a fines del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX. Concretamente, la invención de la computadora, la creación de internet, el crecimiento de la robótica y el desarrollo digital, no se comparan con el salto de la productividad y los cambios económicos y sociales que provocaron a fines del siglo XIX y principios del XX la electricidad, los motores de combustión interna, técnicas sanitarias, la radio, los electrodomésticos o los supermercados.

Pero a pesar de ese aumento modesto de la productividad en los países desarrollados en años recientes, solo un grupo pequeño de países del sudeste asiático ha logrado reducir significativamente la brecha de productividad que existía entre ellos y los países desarrollados. Un estudio reciente de Andrew D. Mason y Sudhir Shetty del Banco Mundial (A Resurgent East Asia), que tiene un análisis del desempeño de China, Camboya, Indonesia, Filipinas, Tailandia, Vietnam y Malasia, permite extraer tres conclusiones importantes acerca de las fuentes de ese éxito, que es importante tomar en cuenta como una primera aproximación al tema.

La primera conclusión de este estudio es que la principal fuente de aumento de la productividad laboral en los países de la región entre el 2000 y el 2014 fue el aumento de la inversión, ratificando la idea de que la tecnología incorporada en equipo y en técnicas de gestión requeridas para utilizarlo, es un requisito fundamental para avanzar en este campo.

La segunda conclusión es que durante este período, e incluso desde 1990, el aumento de la productividad laboral en estos países se debió principalmente a mejoras o innovaciones que se dieron dentro del sector en que operaban, en ocasiones por la entrada en operación de nuevas empresas de mayor productividad, y en otros casos por innovaciones aplicadas dentro de las mismas empresas. En la historia económica se encuentran muchos ejemplos de cómo la productividad de un país aumentó porque numerosos campesinos dejaron de trabajar en la agricultura, con una productividad laboral baja, y se trasladaron a la industria y a los servicios, donde su productividad fue mayor. Los casos tempranos de industrialización, como los de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos fueron ejemplos de cómo campesinos se convirtieron en obreros urbanos con una productividad mayor.

Pero la experiencia de estos países asiáticos es diferente. Todos ya experimentaron un proceso previo de cierta industrialización, especialmente China, pero de 2008 al 2014 el aumento de la productividad se debió principalmente a aumentos de la eficiencia de trabajadores y empresas que permanecieron en la agricultura, la industria y los servicios, con algunas empresas nuevas más productivas que entraron a estos sectores y con otras que ya estaban allí y se volvieron más eficientes, en contraste con algunas ineficientes que quebraron y salieron. Fue un proceso que el gran economista austriaco Joseph Schumpeter calificó como «destrucción creativa».

La tercera conclusión es que el aumento de la productividad durante este último período se dio principalmente en el sector de servicios, seguido en la mayor parte de países del este asiático por la industria, y luego por la agricultura.

¿Qué lecciones tiene ello para Guatemala? Significa, en primer lugar, que el ínfimo nivel de inversión que ahora se lleva a cabo (menos del 15 % del PIB en contraste con el este asiático, donde supera al 30 %) tiene que elevarse. Y tiene que aumentar tanto la inversión pública como la privada, que puede ser nacional o extranjera. Es responsabilidad del sector público y de la iniciativa privada. Sin inversión no hay crecimiento.

En segundo lugar, implica que debe hacerse un gran esfuerzo por aumentar la productividad con una visión sectorial, que tome en cuenta que la productividad no tiene que aumentar únicamente mediante la ampliación del sector industrial, sino que debe dársele especial atención a la agricultura y también a los servicios.

En Guatemala, la mitad de las personas están ocupadas en el sector de servicios, con el resto repartido entre la agricultura y la industria: la agricultura le da trabajo al 30 % de la población ocupada, y la industria ocupa al 20 % restante. Una recomendación podría ser impulsar, como orientaciones estratégicas, la expansión de la inversión en la agricultura no tradicional de exportación y en el turismo. Esto se podría hacer con apoyos que, entre otros, incluyeran la expansión de la infraestructura y el crédito, con garantías de seguridad, además de facilitar el acceso a asesoría e información técnica.

La agricultura no tradicional y el turismo podrían entonces operar como estímulos modernizadores de sectores en los cuales ahora predomina el empleo ocasional, de muy baja productividad y con escasos ingresos. Requeriría un esfuerzo grande, incluyendo la existencia de un Estado con instituciones que funcionan y de empresas innovadoras con capacidad de desplazar y sacar del mercado a las empresas ineficientes. Aumentar la productividad en Guatemala debiera ser objeto de atención prioritaria, basado en un debate amplio y serio que todavía no se ha dado.

Juan Alberto Fuentes Knight

Economista guatemalteco.

Perspectivas

2 Commentarios

celeste 23/03/2021

en efecto mi querido Watson

Julio Cesar Gordillo Coloma 12/02/2019

La composición del gasto de capital del gobierno en los últimos diez años, va en dirección contraria a lograr una infraestructura que apoye la competitividad e incentivar la inversión privada. El 63%se orienta a municipalidades y consejos de desarrollo. Las municipalidades gastan parte de esos recursos que son para inversión en actividades de funcionamiento y no rinden cuentas, ejecutan miles de proyectos muy pequeños y dispersos. El presupuesto de capital para gobierno central cada vez es menor, solo alcanza para mantenimiento, reposición y no forma nuevo stock. El problema de la inversión pública en Guatemala es más serio de lo que imaginan.

Dejar un comentario