La guerra contra el sistema desde el metal

Mario Castañeda | Arte/cultura / EL ARCO, EL SELLO Y EL GRIMORIO

Desde hace más de dos años iniciamos con el Colectivo Internal Circle, en Sumpango, Sacatepéquez, una investigación independiente para conocer la historia de este grupo y registrar su particular forma organizativa. No es desde un partido político ni desde ningún financiamiento local, nacional o de la cooperación internacional que se ha constituido para realizar su labor. Surgió como una toma de conciencia sobre las necesidades de las comunidades aledañas hace más de doce años, tiempo que llevan organizando actividades que benefician a la niñez de varias aldeas de este municipio, particularmente en lo educativo. Mediante entrega de útiles escolares, capacitaciones sobre prevención de riesgos, celebraciones con piñatas, reparación y utilización de equipo de computación, entre otras, este colectivo ha construido una forma de apoyar que ni instituciones ni organizaciones públicas o privadas se preocupan por hacer. Solidaridad ante la escasez que este sistema corrupto, excluyente y que, bajo migajas de caridad, deja sin oportunidades a miles de personas.

Este 16 de enero, tuve la oportunidad de compartir con este grupo y con Infección ancestral (jóvenes metaleros organizados que realizan actividades similares y en coordinación con metaleros de Sumpango), además de músicos como Juan Luis, referente importante del metal (Nigromante, Abyssum, Malicia, Cruel, entre otras bandas), en la entrega de útiles a estudiantes de la Escuela Oficial Rural Mixta Centroamérica, de Santa María Cauqué. Participaron también los Bomberos Voluntarios de la 132 Compañía, quienes han sido parte de este esfuerzo a raíz de que se han hecho conciertos para recaudar fondos en afán de que su labor no cese, pues los recursos con los que cuentan son escasos, lo cual redunda en verles en las carreteras pidiendo la colaboración de transeúntes.

Mi apoyo fue mínimo en la actividad. Desde que bajé del bus en la entrada a Santa María Cauqué me dediqué a observar el lugar, las calles, la ubicación de los espacios públicos, la forma de organizar la entrega de materiales y el entretenimiento para cada estudiante. Me encontré con los camaradas de Sumpango y Santa María. Estaban en una de las casas de los organizadores metiendo dulces en las piñatas. El carro estaba listo con las cuatro piñatas y nos fuimos para la escuela. Una tarde fría, con algo de viento, donde las maestras y maestros junto a la niñez de diferentes grados se presentaron de manera ordenada al patio. Escucharon las palabras del representante de los bomberos y luego se procedió a quebrar piñatas. Alegría, participación y dejar limpio el lugar era lo que cada niño y niña manifestaba. La mayoría se acercaba a agradecer. Recibieron después cuatro cuadernos cada quien y rápido se juntaban para ver los dibujos de portada e intercambiar los que más les gustaban. El personal docente muy agradecido ofreció una tacita de atol con un panito para corresponder al apoyo. Y aunque con otro establecimiento con el que se tenía pensado realizar la misma actividad no se logró por prejuicios hacia estos colectivos metaleros, una de las dos actividades se hizo y salió muy bien.

Para muchos podrá ser una actividad más en una escuela donde pueden encontrarse estudiantes con diferentes niveles socioeconómicos. Para mí, al escuchar a los integrantes de ambos colectivos hablar sobre la importancia de estas acciones, del interés con que las hacen y con la convicción de que este podrido sistema requiere un cambio estructural, profundo, me hace valorar la toma de conciencia, pero también el posicionamiento desde donde parte. Desde el metal, sin tapujos y de frente, como suele ser esta expresión con la que no solo desenmascaramos la realidad sino que se aporta, pero, sobre todo, la marginalidad que somos le dice en la cara a religiosos, politiqueros y corruptos, que estos actos sirven para evidenciar la vergüenza social que son.

En un mundo como el de hoy, donde los horizontes de transformación se redujeron a «vivir el presente» omitiendo todo sentido de solidaridad, estos esfuerzos son un respiro que asoman desde la concepción de un tiempo distinto, no el del poder, sino de los que apostamos porque el sentido de la vida sea por y para nosotros, para la gente, para quienes están sin oportunidades. Gracias a Infección ancestral y a Internal circle por permitirme compartir sus aportes. Sigue la guerra contral el sistema, desde el metal.


Fotografías tomadas de los perfiles de Facebook de Guillermo Quisquinay, Gerardo Pérez e Infra Guat, proporcionadas por Mario Castañeda.

Mario Castañeda

Profesor universitario con estudios en comunicación, historia y literatura. Le interesa compartir reflexiones en un espacio democrático sobre temáticas diversas dentro del marco cultural y contracultural.

El arco, el sello y el grimorio

3 Commentarios

JOSÉ MANUEL Monterroso 01/02/2019

¡Excelente trabajo, Mario! ¡Te felicito! Aunque no sé mucho de los metaleros, me impresiona el trabajo que hacen dentro de un tejido social concreto. Ayudar a un grupo de niños trasciende el mismo hecho de «dar». Es una forma de demostrar y denunciar que las desigualdades que existen son fruto de la injusticia, de la corrupción y de la ambición de unos pocos, pero que afecta a muchos.

Ingrid Gonzalez 19/01/2019

Excelente crónica Mario, extraordinaria labor. El metal es expresión no sólo musical si no también social. Buena onda. 🤘

Mauricio José Chaulón Vélez 18/01/2019

Gracias por el artículo, Mario, y sobre todo por profundizar en esta temática la cual has trabajado desde hace varios años. Es muy importante lo que hacés: presentarla como relación social en el contexto de todas las relaciones sociales que la integran. No cabe duda de que el arte cuando no es mercancía, es revolucionario.

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