La forja de un campeón. Primera parte

-Edgar Barillas / RE-CONTRACAMPO

La película comienza a correr. Desde el parque Morazán (hoy parque de Jocotenango) partió un desfile de más de 80 000 personas hacia el Parque Central. Las delegaciones se suceden una a otra: campesinos con banderas, ciclistas, jinetes llegados de la provincia y más, muchos más. Estamos a inicios de la década de 1930 y el homenajeado es el candidato a la Presidencia de la República, el afamado general Jorge Ubico. En los altos del edificio de la Empresa Eléctrica le acompaña nada menos que el presidente Reina Andrade (como para que no se sospeche que hay influencia hacia el votante). Las pancartas se despliegan a granel: «Estamos con el presidente mientras cumpla con los postulados del partido (partido Liberal Progresista)»; «sueldos equitativos», «problema de los braceros» y un largo etcétera. Tras los carteles, emotivas carrozas, algunas de ellas con el número 5, en homenaje a Ubico (las cinco letras de su nombre y de su apellido).

Este filme es de propaganda pero no de una propaganda cualquiera. Se trata nada menos que del apoyo oficial a una candidatura en unas elecciones presidenciales presumiblemente democráticas; el cine estatal puesto a disposición de una candidatura impuesta. Jorge Ubico se encontraba ahora jugando un papel contrario al que le tocara desempeñar en las elecciones de 1926. En aquel año era el candidato opositor, hoy es el oficial. En la anterior ocasión era acusado de comunista y otros rótulos descalificadores; ahora él es quien descalifica. En 1926 el Gobierno y sus simpatizantes hablaron de victoria arrasadora del candidato del Gobierno -que en ese caso era el mismo gobernante, Lázaro Chacón- mientras los ubiquistas hablaban de fraude del oficialismo. En 1931 otros serían los que denunciarían la imposición de Jorge Ubico como presidente.

Esta era la culminación de una campaña para presentarlo como el salvador de la patria, el hombre que el país necesitaba. Su historia «impecable» era contrastada con la de los demás, plenos de imperfecciones y debilidades. Las cualidades de Ubico venían desde la cuna, se decía. Era hijo de un gran político y estadista y de una madre ilustre y virtuosa. Recibió magnífica formación en Europa y Estados Unidos, teniendo luego una «brillante carrera en las armas», que mereció hasta condecoraciones del dorado metal. Como funcionario público «fue ejemplar por su iniciativa y honradez», «demostrando sus excepcionales dotes de hombre honrado, progresista y trabajador incansable», pero sobre todo, de «gran organizador». En pocos meses como jefe político y comandante de armas de Retalhuleu «hizo desaparecer los crímenes y robos con su mano de hierro». Creó escuelas en los presidios, escuelas de música, jardines y hortalizas, talleres varios. Hasta los Boy Scouts organizó. Ahora bien, si todas esas obras eran consideradas importantes, la que le valió el cielo del reconocimiento general fue la campaña sanitaria en contra de la fiebre amarilla; como no se mencionaba que le hubiera ayudado alguien, se podría presumir que lo hizo él solo, sin ningún riesgo de ofender a la modestia. Pues bien, en febrero de 1931, Jorge Ubico fue presidente de la República. [1]


[1] Revista Estudios, N°. 3-96, IIHAA, noviembre de 1996.

Edgar Barillas

Guatemalteco, historiador del cine en Guatemala, investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Re-contracampo


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