La familia, la democracia y el dinero

-Alejandro Urízar / LA FRONTERA DE VIENTO

Quien paga la marimba, escoge las canciones; reza el adagio popular. Según los contextos cambia la palabra “marimba” por “orquesta” o “banda”, pero las variaciones reflejan la misma realidad: quien paga, tiene el poder. Los hombres que pagan la cuenta e influencian o pretenden influenciar las preferencias de sus parejas o los empresarios que pagan las campañas electorales e inciden o buscan incidir en la gestión pública, son expresiones del mismo fenómeno.

La relación entre dinero y poder refleja las asimetrías socioeconómicas de las sociedades, pero no de forma lineal o directamente proporcional. Las percepciones, las costumbres o las reglas de juego son algunos de los factores que complejizan o intermedian esa relación. Los hombres en la actualidad aún ganan más dinero que las mujeres, independientemente de los puestos o la carga laboral. Lamentablemente, según ciertas costumbres o en la mente de algunos, pagar las cuentas no es un asunto de asimetrías socioeconómicas; sino de responsabilidad, roles o caballerosidad.

Estos factores pueden profundizar las asimetrías que reflejan o contribuir a corregirlas. Pagar la cuenta para ser o parecer un caballero es una idea que profundiza las asimetrías del mercado laboral e incluso las oculta; pero la percepción sobre ese fenómeno puede cambiar y contribuir a su corrección. Las ideas o percepciones cambian, lo mismo que las costumbres o las reglas de juego, y esos cambios inician, profundizan y consolidan transformaciones estructurales.

En países con desigualdades socioeconómicas como Guatemala, el financiamiento de partidos y campañas es un asunto esencial. ¿Cuál es la diferencia entre un partido que gasta un millón de dólares en una campaña que recibió de un solo financista y otro que gasta el mismo monto que recibió de un millón de personas a razón de un dólar cada uno? El primer partido tiene un dueño. El dueño pagó la marimba y es él quien escoge las canciones. Quizá escuché las sugerencias de los invitados conocedores de música e incluso complazca a algunos, pero difícilmente aceptará que se imponga el gusto de la mayoría sobre el suyo. El segundo partido tiene un millón de dueños. Todos sentirán el mismo derecho de escuchar las canciones que deseen y buscarán la forma de hacer valer su cuota de poder.

La mayoría de ciudadanos exigimos que los partidos trabajen a favor del beneficio colectivo, pero muy pocos estamos dispuestos a poner dinero de nuestra bolsa para financiar sus campañas. De hecho, es común escuchar ideas contra el financiamiento público, que es otra forma de financiamiento ciudadano de las campañas mediante nuestros impuestos. Las críticas oscilan desde la falta de controles estatales hasta la falsa idea que todos los políticos son corruptos. Claro, asignar recursos públicos a partidos excluyentes y elitistas sin establecer sistemas de control estatal es un desatino, pero no hacerlo argumentando la falta de esos sistemas es un error fatal.

La reforma a la Ley Electoral del 2016 representa un enorme avance en materia de financiamiento de campañas en Guatemala. Las nuevas normas prohíben la contratación directa o indirecta de espacios y tiempos en medios de comunicación para las campañas electorales. En su lugar, asigna recursos estatales y establece mecanismos de distribución equitativos para financiar los gastos de campaña de los partidos en los medios. Al aumentar el financiamiento público de las campañas, reduce el poder de los grupos económicamente poderosos; y al centralizar las transacciones comerciales entre medios y partidos, crea condiciones clave para establecer mecanismos de control eficientes.

Las reglas de juego cambiaron parcialmente. Por primera vez en la historia del país los ciudadanos pagaremos una parte importante del costo de la marimba, lo cual nos concede una cuota de poder sin precedentes para escoger las canciones. El uso efectivo de ese poder requiere cambios en nuestras percepciones, cambios en la idea que tenemos de ciudadanía y en las responsabilidades que asumimos. Depende de nosotros hacer valer nuestra cuota de poder o permitir que un grupo de caballeros continúe influenciando un alto porcentaje de la gestión pública a pesar de que ahora pagaremos un parte de la cuenta. ¡Cuidado! Pasa en las mejores familias, así que puede pasar en la vida social. También depende de nosotros que esa cuota aumente mediante futuras reformas y más financiamiento público, o mejor aún, gracias a nuestra participación y donaciones al partido de nuestra preferencia.

Alejandro Urízar

Guatemalteco. Poeta. Sociólogo. Mi trabajo con movimientos sociales, organizaciones de sociedad civil y en organismos internacionales me ha dado la oportunidad de vivir en ciudades tan distintas como La Habana y Washington D.C. Actualmente trabajo en Transparencia Internacional y vivo en Berlín, Alemania.

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