La educación secundaria y el horror de los períodos cortos

Francisco Cabrera Romero | Política y sociedad / CASETA DE VIGÍA

Esta es más o menos la escena que se repite hasta el infinito en los centros educativos de secundaria:

Suena el timbre, los estudiantes salen del aula cuál si hubiera dentro de ella una suerte de gas que los asfixia. El profesor recoge sus cosas dejadas en el escritorio una media hora antes. Algunos se acercan para hablarle de las tareas no entregadas o del examen no rendido. Pasan cinco minutos y no termina de salir. El siguiente docente logra ingresar siete u ocho minutos después del timbre. Los estudiantes vuelven a entrar cerca de diez minutos después y toman otros tantos en sentarse y estar casi en silencio. Cuando esto sucede empieza el pase de lista.

Nuestros estudiantes están siendo entrenados para atender un asunto solo por periodos cortos o cortísimos. Los periodos de 35 minutos son terribles, pero en la práctica se están reduciendo a 20. ¡No hay futuro con esto!

Un buen docente, apenas lograría introducir un tema o un problema. Aquello de «activar los conocimientos previos» queda para alguna otra ocasión. Cuando se está colocando el tema o problema de estudio, los estudiantes ya se están preparando para volver a salir del aula a toda prisa. El docente debe ir a otro salón a pasar lista y nada más.

Este es uno de los problemas más silenciosos y a la vez más perniciosos de la educación secundaria. No hay tiempo para nada. Los estudiantes se desestimulan y los docentes más.

Luego queremos que rindan pruebas de dos horas en las que pasarán mirando a cualquier parte «esperando que del cielo les caigan las respuestas», cómo decían los profesores de antaño. Este es un problema del sistema, de su estructura curricular y un sinsentido ingrato.

Diversos estudios señalan la importancia de desarrollar diversas actividades en una sesión de estudio, especialmente para conseguir que los períodos de atención se vean fortalecidos por la variedad de estímulos que ayuden a conservar el interés en lo que se está desarrollando. Es verdad que el ser humano raras veces tiene períodos de atención largos en un mismo tipo de actividad, especialmente si no la ha elegido. Por eso el enorme reto de la diversidad metodológica.

Incluso la química del organismo juega en contra de las actividades monótonas en el aula, haciendo que la atención se pierda y convirtiéndose en un obstáculo para el aprendizaje.

A pesar de eso, se puede decir que es falso que no podamos mantener la atención por períodos largos en una misma actividad, pero esto solo sucede si aquello nos gusta o simplemente nos impresiona o nos intriga. Un buen partido de béisbol puede durar fácilmente cuatro horas y tener a millones de espectadores literalmente sin parpadear. Pero quien no gusta de este deporte se fastidiará en la primera entrada y su mente buscará otra actividad.

Aun un buen docente tendrá problemas para conseguir que su materia tenga sentido y trascendencia, si en la práctica sus encuentros con los estudiantes duran tan poco tiempo. Sé que esto podría ser una excusa para aquellos que ni aunque tuvieran tres horas lograrían nada interesante. No obstante es la verdad, ¿qué se puede lograr en 20 minutos? Especialmente si, como muy frecuentemente sucede, las clases se suspenden y posiblemente el breve inicio que se tuvo tenga continuidad hasta la siguiente semana.

Lo cierto es que tenemos un serio problema de estructura curricular en la secundaria. El esquema actual favorece el tedio y le resta oportunidad al aprendizaje significativo. Favorece la falta de estructura de aprendizaje para los estudiantes, que más bien están esperando el próximo intermedio para continuar con sus pláticas de amigos o simplemente para buscar a qué compañero molestar.

Algún efecto debe tener esta realidad en los bajos resultados que obtienen los graduandos en las pruebas nacionales.


Imagen principal tomada de Tareas de UBV

Francisco Cabrera Romero

Educador y consultor. Comprometido con la educación como práctica de la libertad, los derechos humanos y los procesos transformadores. Aprendiente constante de las ideas de Paulo Freire y de la educación crítica. Me entusiasman Nietszche y Marx. No por perfectos, sino por provocadores de ideas.

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