Carla Sandoval Carrillo | Política y sociedad / UBUNTU O NUESTRA HUMANIDAD COMPARTIDA
Nací en un país expulsor… y vivo hoy en día en un país receptor. Esta frase me define: me da mi identidad de emigrante para Guatemala, de inmigrante/extranjera para Bélgica. De no ser ni de ahí, ni de allá…
Yo no escogí emigrar en los años 70. Fue mi madre quien decidió dejar su país natal y su familia para tratar de darnos un mejor futuro a mí y a mi hermana, en ese entonces pequeñas. Tuvimos la suerte que, en esa época, Europa aún tenía abiertas sus puertas a la migración política y económica, necesitaban mano de obra barata que hiciera los trabajos manuales y duros que las personas «autóctonas» no querían hacer. Mi madre, pianista de formación, encontró trabajo y obtuvo la nacionalidad después de más de 10 años de residir en el país. Recuerdo que cuando recibimos los documentos legales para poder quedarnos aquí como «belgas», la tensión que mi madre tenía cada año cuando nos teníamos que presentar a la «policía de extranjeros» se desvaneció. También encontró algo de seguridad en este país que nos acogió y nos dio oportunidades que no hubiéramos tenido en Guatemala, es cierto, pero también fue, ha sido y sigue siendo, un país donde hemos conocido la discriminación, la xenofobia y el sentimiento de sentirse rechazado por el simple hecho de tener otro color de piel, otra cultura, otro idioma.
Según las Naciones Unidas (2017), 3.4 % de la población mundial somos migrantes internacionales, personas que no residen en su país de nacimiento. Estamos hablando de unos 258 millones de personas. Son tantas las razones y las historias de migración como hay personas migrantes: 258 millones historias distintas, humanas, profundas, trágicas a menudo, heroicas en su gran mayoría. Porque migrar requiere de mucha valentía. Sin importar que sea una migración «forzada» (por guerra, conflicto interno, etcétera) o «voluntaria» (por razones económicas, estudios, etcétera), ya que la frontera entre estas dos «opciones» bastante confusa e irreal. El migrar porque uno tiene hambre, porque no le puede dar de comer a sus hijos o porque no les podrá brindar oportunidades de mejorar sus condiciones de vida: ¿es una migración forzada o voluntaria? Voluntaria dirán los que nunca han pasado hambre y han tenido todas las oportunidades del mundo. Forzada dirán quienes han nacido y vivido en países como Guatemala, donde el nacer pobre significa morir como pobre, con pocas o nulas oportunidades, ni para uno mismo ni para sus descendientes.
A partir del 2010, estamos viviendo en Europa algo que me aterroriza, me enfurece y me entristece al mismo tiempo: lo que se ha llamado «la crisis migratoria» en Europa, con la recrudescencia de varias olas migratorias provenientes de países en guerra (sobre todo Siria) o que atraviesan conflictos internos, y de países expulsores por las condiciones de pobreza de la mayoría de su población. Estos acontecimientos han sido tomados políticamente, sobre todo por los partidos de derecha y extrema derecha, con el objetivo claro de criminalizar a las personas migrantes, de implementar un entorno social y político de miedo y terror a todo lo que viene de afuera, atizando de esa manera los nacionalismos que ya sabemos a dónde van a parar… Hablan en los medios sociales de «inundación» de extranjeros, cuando 84 % de las personas refugiadas se encuentran en países del sur y Europa solo acoge un porcentaje mínimo de ellos.
La apropiación política por la derecha y la extrema derecha de esta dizque «crisis migratoria» en Europa ha tenido consecuencias catastróficas: se ha ido deshumanizando poco a poco y de manera sigilosa a toda persona migrante o con orígenes extranjeros. Así, las miles de personas muertas tratando de atravesar el Mar Mediterráneo para entrar a Europa desde África han quedado en el olvido, y las imágenes terroríficas de niños ahogados que al inicio escandalizaron, luego se fueron volviendo casi rutina diaria y ahora no generan ninguna reacción en la mayoría de la población europea, son comentadas con propósitos racistas y deshumanizantes en las redes sociales. En Europa no meten a las personas migrantes en jaulas como en algún otro país que se dice ser la primera democracia del mundo. Pero en Bélgica, por ejemplo, sí meten a familias con niños en «centros cerrados», es decir, las meten en prisiones, aunque la Corte Europea de Derechos Humanos ya ha condenado al país por ir en contra del Convenio Internacional de Derechos de la Niñez que prohíbe encarcelar a menores. Más y más se ven y se leen eslóganes donde se comparan a las personas migrantes a animales, a insectos, a mercancías, a terroristas…
Un punto culminante en este proceso de deshumanización en Bélgica ha sido la muerte de una niña de origen Kurda de Irak quien fue asesinada por un policía en mayo 2018.
La policía estaba persiguiendo una camionetita con migrantes quienes trataban de escapar. No estaban armados y los migrantes trataron de hacerle comprender a los policías que había niños en la camioneta, asomándolos por las ventanas. En eso, un disparo de un policía que fue fatal para esta niña. Los políticos de derecha culparon a los padres, trataron de tergiversar los hechos. El policía no ha sido inculpado hasta la fecha. Los padres están aún tratando de obtener la residencia en el país para poder vivir en el lugar donde su hija está enterrada. Vaya manera de poder quedarse en un país…
Este es una más de las tantas historias de vidas truncadas por la deshumanización y criminalización que se está llevando a cabo en Europa hacia las personas migrantes. Y no solo en Europa.
Los medios de comunicación, así como las redes sociales, tienen una gran responsabilidad en ello. Pero son sobre todos los políticos quienes han recuperado el tema de la migración para poder manipular a las masas y sembrar miedo y angustia. Y ya sabemos hacia donde nos lleva esto. Los genocidios del siglo XX iniciaron así: contextos de crisis, manipulación de las masas con base en el miedo «al otro» (migrantes, terroristas, musulmanes), polarización, deshumanización… Quienes conocen los ocho estadios de G. H. Stanton ya sabrán hacia donde quiero llegar. Según él, los genocidios siempre conocen ocho estadios predecibles pero inexorables. 1) La clasificación (esto se lleva a cabo con los documentos legales que los demandantes de asilo obtienen, los clasifican. Pero también es importante el lenguaje social ulitizado, por ejemplo, en Bélgica a cualquier persona con historia de migración se le clasifica como «alóctono».) 2) La simbolización (en Bélgica, el secretario de Estado para el asilo y las migraciones, T. Francken, integrante de un partido político que yo en lo personal tildo de fascista, trató de hacer pasar un reglamento con el cual los demandantes de asilo debían llevar una insignia visible para identificarlos rápidamente en el espacio público, pero no logró hacerla pasar… aún). 3) La deshumanización (que forma ya parte del lenguaje social y político en Europa). 4) La organización (en el caso de Europa, sería más la desorganización de los 28 estados miembros que no logran ponerse de acuerdo sobre una política común y armonizada hacia la migración). 5) La polarización (este proceso está ya bastante anclado en la sociedad Europea y se agudiza cada vez más hacia las personas migrantes). 6) La preparación, 7) el exterminio y 8) la negación.
¿Podríamos entonces hablar de una crónica de un crimen anunciado contra la humanidad, específicamente enfocado contra las personas migrantes? ¡Como en la novela de García Márquez, donde «el pueblo» no hace nada para evitar la muerte de Santiago! Esperemos que «las sociedades europeas» logren revertir este proceso de deshumanización y criminalización que se está llevando a cabo hacia las personas migrantes… ¡Esperemos!
Carla Sandoval Carrillo

Soy una guatemalteca que no es de aquí ni de allá. Politóloga formada en Bélgica donde resido actualmente. Feminista convencida y con ganas de aportar a los debates fundamentales que contribuyen a garantizar el Estado de derecho, los Derechos Humanos y a agudizar el espíritu crítico tan necesario en estos tiempos actuales.
0 Commentarios
Dejar un comentario