-Francisco Villagrán de León / MIRADA SOBRE ESTADOS UNIDOS: ¿HACIA DÓNDE VA TRUMP?–
El debilitamiento de las instituciones democráticas en diferentes países en donde han existido por más de un siglo o donde comenzaban a afianzarse en las últimas décadas -sobre todo a partir del final de la Guerra Fría- es un fenómeno que se observa con preocupación y plantea la interrogante sobre si será una manifestación del decaimiento de la democracia o solo de algo que tiene que ver con las crisis de gobernabilidad pasajeras o con circunstancias muy particulares y temporales. En años recientes se han escrito algunos análisis del tema desde distintas perspectivas y la mayoría coinciden en que se trata de un problema que requiere de mayor atención y ponderación por parte de líderes políticos serios (que los hay en otras partes), de la sociedad civil, los medios de comunicación, y también de los estudiosos de las ciencias políticas.
El análisis más reciente y riguroso ha sido escrito por Steven Levistsky y Daniel Ziblatt (How Democracies Die, Crown Publishing, Nueva York, 2018), dos profesores de ciencias políticas de la Universidad de Harvard que se han dedicado varios años a estudiar el desmoronamiento de la democracia en Europa y en América Latina. Y advierten que han visto las primeras señales en Estados Unidos.
De acuerdo con estos autores, se tiende a pensar que las democracias mueren a manos de hombres con uniformes y armas, y recuerdan que durante la Guerra Fría los golpes de estado produjeron la caída de tres de cada cuatro gobiernos democráticos; mencionan los casos de Guatemala, Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay en América Latina, así como los de Grecia, Turquía, Paquistán, Tailandia, Ghana y Nigeria en otras latitudes. En todos esos casos la democracia se disolvió debido a acciones de los militares. Pero hay otros ejemplos, en donde el rompimiento de la democracia se produjo de formas menos dramáticas pero igualmente destructivas, y fue a manos de líderes electos, no de los generales. Algunos de esos líderes populistas desmantelaron la democracia rápidamente, como lo hicieron Hitler y Mussolini.
Levitsky y Ziblatt observan que las democracias también se pueden erosionar lentamente, de manera menos visible, y que es algo que con mayor frecuencia ha estado ocurriendo a través de las urnas. No sucede en un solo momento, con una declaración de ley marcial o de suspensión de la Constitución, aunque en casi en todos los casos recientes hay similitudes, y suelen tener atrás a actores políticos que no muestran sus inclinaciones autoritarias antes de llegar al poder.
Estos analistas han desarrollado un patrón de cuatro conductas autoritarias que deben ser las señales de alarma en países democráticos: 1) cuando un líder político que ha sido electo rechaza con palabras o con actos las reglas del juego democrático; 2) niega o descalifica la legitimidad de sus adversarios políticos; 3) tolera o alienta la violencia; y 4) manifiesta una propensión a coartar los derechos civiles de sus opositores, incluyendo a los medios de comunicación. En Europa mencionan los casos de Victor Orban en Hungria y Recep Tayyip Erdogan en Turquia, en América Latina los de Jorge Serrano, Alberto Fujimori, Hugo Chávez, Lucio Gutiérrez, Evo Morales y concluyen que todos ellos debilitaron las instituciones democráticas.
Si bien Estados Unidos ha sido el precursor de rompimientos democráticos en otros países, siempre ha considerado que su sistema de gobierno es muy sólido y que no está expuesto a las vicisitudes y peligros para la estabilidad de las instituciones democráticas que se han visto en otras partes. Sin embargo, hay señales preocupantes. Levitsky y Ziblatt advierten que cuando un presidente trata a sus opositores como enemigos y dice que deberían ser encarcelados, intimida a la prensa independiente, declara que pondrá en duda los resultados electorales si no gana, y además ataca a los jueces, fiscales y a los servicios de inteligencia del Estado, entonces levanta grandes dudas sobre el futuro de la democracia.
Para muchos observadores en otros países es difícil pensar que Estados Unidos pueda entrar en una fase de resquebrajamiento democrático. A pesar de todo lo que le ha pasado, se reconoce que el régimen constitucional es bastante sólido, hay alternancia en el ejercicio del poder, y el sistema político de pesos y contrapesos ha funcionado en sus 240 años de vida independiente. No obstante, de acuerdo con muchos analistas políticos, historiadores y juristas, la democracia ha funcionado y ha durado tanto tiempo porque hay normas de conducta no escritas que refuerzan el sistema constitucional y que han sido parte fundamental de la cultura política, entre ellas la tolerancia mutua, que implica sobre todo que los partidos políticos se aceptan como rivales legítimos. Esto parece haberse perdido en las últimas elecciones, aunque la erosión de las normas democráticas pudo haber comenzado hace un par de décadas.
Como se ha visto en otras partes, la polarización política debilita hasta los regímenes constitucionales más fuertes. Con esto no se pretende augurar el ocaso de la democracia estadounidense, sino tan solo reconocer los desafíos que se ven en el horizonte. A los vecinos no nos puede favorecer un período de crisis política prolongada y desmoronamiento del sistema democrático en ese país. Todos estaremos atentos.
Francisco Villagrán de León

Diplomático retirado, ahora en la Universidad George Washington, en Washington DC. Sigue siempre con preocupación y con mucho interés los acontecimientos en nuestro país. Mantiene la esperanza que se fortalezcan sus instituciones y se consolide la democracia, consciente que eso tomará tiempo. Hay que contribuir a ese propósito desde espacios como gAZeta, y sobre todo hay que apoyar a los jóvenes que quieran asumir con convicciones democráticas el reto y la responsabilidad de lograrlo.
Un Commentario
Una democracia no puede tener una política exterior opuesta a sus valores fundamentales. Con la desaparición de la URSS, esas actividades han perdido todo control. En tiempos de la mundialización, se están pagando en territorio americano esas consecuencias. En Guatemala, los narco traficantes han encontrado un territorio propicio para desarrollar sus actividades delictivas en sectores del ejército formados en la ideologia anti comunista. En otro caso, los atentados del 11 de Septiembre fueron una consecuencia del financiamiento de grupos opositores a la presencia soviética en Afganistan. La respuesta de la administración Trump es el cierre de las fronteras. Pero como escribía Monterroso : cuando el Presidente se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
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