La debilidad del triunfo

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El proceso electoral 2019 ha llegado a su final y, como era de suponer, hay un ganador. La gritería de fraude se ha silenciado, pues ganó el candidato de los que pregonaban a diestra y siniestra el amaño de los resultados y que, evidentemente, nunca presentaron una sola prueba fehaciente de esa manipulación mal intencionada.

Los corifeos y aduladores dirán al ganador que su triunfo fue aplastante, que la sociedad guatemalteca lo aclama como su salvador y redentor. Que no llega al poder como un simple apaga fuegos o alcaide de presidios, sino como el líder máximo de los regeneradores de un país que hay que consolidar en su conservadurismo. Que los que no lo votaron son esa chusma que quiere de Guatemala otra Venezuela y que él será el grande estadista del siglo XXI, del que se escribirán solo cosas buenas y hermosas.

Pero si el médico sin ejercicio profesional quiere hacer algo decente y superar en algo a su predecesor –meta más que fácil y simple porque hasta ahora Jimmy Morales ha sido el peor presidente de nuestra historia republicana– tiene que asumir la realidad tal cual es, y no como se la estarán pintando los oportunistas que desde ahora lo llenan solo de halagos. Si por un lado tiene que aceptar que su contrincante, con su pésima y conservadora campaña, hizo de todo para no ganar la elección, sirviéndole en bandeja de oro el triunfo, por otro lado, debe aceptar que llega al poder desprovisto de apoyos significativos dentro de la sociedad.

Cierto, obtuvo 57.95 % del total de votos válidos, dejando a su contrincante el resto. Pero ese porcentaje es para poner barbas en remojo, porque su antecesor obtuvo 65.48 % de los votos válidos en el segundo turno, dejando a la misma candidata con 34.52 %, por cierto, casi 8 % más que en la elección anterior. No es, pues, cuestión de soltar globos y quemar kilómetros de ametralladoras, porque si bien consiguió en el segundo turno uno de los porcentajes más altos de todas las elecciones realizadas en este siglo, solo por debajo del 65.48 % de quien aún nos desgobierna, este dato solo es con relación los votos válidos, un brutal chanchullo aritmético para esconder el peso de los votos nulos y blancos, y, sobre todo, de la abstención que, como puede verse en la gráfica siguiente, cada vez aumenta más.

Abstencionismo y porcentajes, 1a y 2a vueltas, últimos 5 años
Infogram

Sus socios y allegados deben hacerle ver que, en las últimas cinco elecciones, es el presidente que obtuvo menos votos en el primer turno, el cual da la legitimidad y el apoyo de la población. Su ya raquítico 13.89 % sobre los votos válidos se reduce aún más si se le compara con los ciudadanos empadronados, representando apenas 7.4 % del total de los inscritos. Y hay que hacer notar que el padrón está cada vez más refinado, no existiendo doble empadronamiento y siendo ínfimo el número de inscritos que pueden haber fallecido. Si bien no es posible establecer con exactitud el número de residentes en el extranjero que aparecen en el padrón electoral con residencia en el país, dado su crecimiento cuadrienal, puede suponerse que no es superior al 10 %. Es decir, comparados los votos emitidos a su favor, con el de los electores que decidieron no ir a emitir su voto, la cifra arriba anotada solo podría aumentar en un 10 %, aproximadamente.

Su legitimidad, pues, es escasa. Menos de uno de cada diez guatemaltecos lo consideró su candidato como primera opción. Son ellos a quienes les costará renegar de su voto, quedando, en consecuencia, en total orfandad en la primera de sus crisis. De nada le vale presumir su 58 % del segundo turno, pues, a diferencia de los otros presidentes electos que, considerando la abstención, tuvieron números un poco superiores al suyo, tanto Berger como Colom tuvieron una bancada significativa en el Congreso, donde si y solo si deberán tramitarse las cuestiones más trascendentales de su propuesta de gobierno.

Es por lo tanto indispensable modificar el estilo triunfalista con el que se han tomado las primeras decisiones. Alejandro Giammattei ya no es el candidato de un pequeño grupo de financistas y allegados. No es ya el funcionario rebelde y decidido que se propuso como salvador de los despojos políticos del grupo de Óscar Berger, cuando en el primer turno obtuvo 565 017 votos, un poquito menos de los 602 853 que, en esta su cuarta candidatura, lo pusieron en el segundo turno. Es un político débil y con más que escaso respaldo popular, en un momento político en el que todo indica que el país enfrentará serias dificultades financieras.

Declararse de inmediato como aliado del grupo Arzú puede traerle más aislamiento que ventajas, porque ni el alcalde capitalino, ni el aún presidente del Congreso tienen la garra y simpatía del fallecido Álvaro Arzú y, si bien gestiona desde ya una alianza espuria con la jefa del Ministerio Público, los delitos cometidos en esa corporación municipal pueden traerle más dolores de cabeza que beneficios. Además, los diputados del unionismo son apenas tres, sin mayores posibilidades de presencia si no logra construir una amplia alianza en el Congreso, donde definitivamente no parece ser Arzú Escobar quien pueda liderarla.

Ni su partido, ni sus aliados en el variopinto conglomerado de diputados de la derecha parecen tener un líder capaz de conducir negociaciones legítimas para avanzar en una agenda gubernamental que tendrá que ser de consensos y no de imposiciones. Jimmy Morales ha podido sobrevivir porque logró comprar diputados, ahora, esas adquisiciones, le serán más difíciles, pues no hay partidos en desbandada, como sucedió con el PP y LIDER hace solo algunos años. Hoy las derechas están representadas en varios micropartidos, todos con ansias de poder y de riqueza, pero, si Giammattei abre el chorro de los recursos públicos de inmediato, muy probablemente tendremos un serranismo a la inversa, en el que los insaciables diputados de su ideología se lo traigan al suelo porque no les será útil y leal.

Giammattei parece llegar al cargo imaginándose dueño y señor de todo lo creado. Nombrar desde ya su gabinete no fue una buena medida, pues, como cualquier político con mediana trayectoria le habría recomendado, es allí donde, concediendo espacios, puede ganar aliados no solo en el Congreso, sino en el también diverso mundo de los intereses económicos, que no se concentran única y absolutamente en el Cacif. Imaginar que llegará a feliz término amparado solo en los endebles apoyos de la ultraderecha puede vaticinar su rápido colapso. Ni Jimmy Morales, en su insignificancia política, cometió tal auto jaque.

Definir el gabinete con cuatro meses de anticipación solo puede hacerlo quien cuenta con amplia mayoría en el Congreso y ha ganado de manera significativa la primera vuelta electoral. Así sí se puede llegar zapateando duro, situación que, como ha quedado mostrado, no es su caso. Si para rectificar parece que ya es demasiado tarde, es de esperar que, por el bien del país, no se aísle aún más, porque no está el agua para chocolate.

Por gAZeta


Fotografía principal, Alejandro Giammattei, tomada de Perú21.

Un Commentario

David Chicol. F. 18/08/2019

Muy atinado. Esperamos que sea prudente por el bien de Guate. Y los Guatemaltecos…

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