La crisis que se avecina

Luis Melgar Carrillo | Política y sociedad / PUNTADAS SIN DEDAL

La economía mundial y, como inferencia, la economía de América Latina, se ha venido deteriorando como consecuencia de la crisis económica de Estados Unidos. Esa crisis se inició hace diez años, en 2008, con la crisis hipotecaria de los bancos. En ese año los miles de desempleados, que superaban el 10 % de la población, no pudieron seguir pagando las cuotas de las casas de habitación que habían adquirido fácilmente. Anterior a esa crisis, le otorgaban créditos para vivienda a cualquier persona que tuviera empleo, casi solamente con solicitarlo con una sonrisa.

La debacle se precipitó en Estados Unidos cuando los bancos y otras instituciones de crédito comenzaron a expropiar las viviendas que los compradores, ahora desempleados, no podían pagar. El negocio de los bancos no es vender bienes raíces, son instituciones que no tienen la infraestructura para comercializarlos. Por tal razón, lo más fácil fue venderlos por el monto de la deuda que tenían los clientes morosos, a quienes se les habían quitado.

Los bancos remataron miles de viviendas por el monto de la deuda, que en muchos casos era la tercera o cuarta parte del precio de mercado. Naturalmente, cualquier persona sensata no estuvo dispuesta a comprar una vivienda nueva a los precios de mercado. La consecuencia fue que la industria de la construcción también entró en crisis por falta de demanda.

En cualquier país, la industria de la construcción es un sector productivo con el mayor efecto multiplicador en la economía. Un incremento en la construcción provoca un auge en los otros sectores. Ese auge es consecuencia de que, por una parte, esa industria tiene un índice de ocupación muy alto. Para construir se necesitan obreros que, en salarios, representan entre 40 y 50 por ciento del costo total de una obra. Esos obreros consumen comida, ropa, vivienda y, en general, una serie de bienes que reactivan la economía.

Por otra parte, un porcentaje alto de los insumos de la industria de la construcción son producidos internamente. El cemento, la madera, el hierro y otras industrias colaterales a la construcción, también tienen un porcentaje alto de empleados, que son personas que también consumen.

Cuando la industria de la construcción entra en crisis, se provoca más desempleo. Por tal razón este desempleo provoca un deterioro más que proporcional en la economía. En Estados Unidos, esos nuevos desempleados de la construcción y empresas periféricas, también habían adquirido viviendas al crédito. Por la falta de ingresos, los nuevos desempleados no tuvieron forma de pagarlas, entonces los bancos y otras instituciones financieras también las recogieron. Esa situación provocó, en sí misma, más crisis en el mercado de bienes raíces. El resultado inmediato de esta nueva crisis fue una disminución severa en los precios de las viviendas.

Por el exceso de oferta, los bienes raíces bajaron de precio dramáticamente. Personas que tenían deudas mayores, adquiridas por la compra de sus casas, se encontraron con que en el mercado se ofrecían casas de mejor calidad y mayor tamaño, a un precio inferior, que la deuda que estaban pagando. Eso trajo desesperación y pánico. Mucha gente sacó sus ahorros de los bancos pensando que podrían quebrar.

El Gobierno norteamericano pensó que una inyección de capital sería suficiente para salvar la crisis, y de esa manera le inyectó a los bancos e instituciones financieras setecientos mil millones de dólares. Pese al esfuerzo, la economía de Estados Unidos no se ha logrado reactivar.

¿Por qué razón? La respuesta es que el detonante de toda esa situación fue el gran desempleo original. Todos los noticieros anunciaban, antes de la crisis, los despidos masivos en empresas como Ford, General Motors y muchas otras.

¿Por qué razones se dieron estos despidos masivos? La respuesta es directa. Estados Unidos planificó su economía en dos grandes industrias: la automotriz y la de enseres electrodomésticos, como lavadoras, refrigeradores, planchas y otros tantos productos.Las grandes inversiones se hicieron sobre el supuesto de que estas industrias iban a continuar dominando los mercados mundiales de esos productos. Los automóviles Nash, Pakard, Oldsmovil, Mercury y muchos otros fueron los primeros en salir del mercado. Aún productos como los de General Eléctric, RCA Victor, Westinghouse, Whirpool y muchos otros también disminuyeron su producción por falta de ventas.

En Estados Unidos, hace diez años, el salario mínimo de un obrero era mayor a diez dólares la hora. En China, un obrero ganaba cinco dólares al día. Hoy día, los chinos han mejorado sustancialmente su calidad y los precios que ofrecen dejan fuera de mercado a los productos norteamericanos. De esa cuenta, Estados Unidos dejó de ser el líder en la mayoría de los mercados internacionales.

Desde 1995 se publicaban cifras alarmantes para los norteamericanos. En esos años, el sesenta y cinco por ciento de los productos de su propio mercado interno eran importados. En su propio mercado interno estaban perdiendo la batalla. Los mismos norteamericanos estaban dispuestos a comprar productos de otros países como Tailandia, Japón, China, India, y aún de Latinoamérica.

La salida que encontraron los gobiernos de ese país del norte fue las guerras. La guerra permite reactivar la economía, pues se fabrican armas, fusiles, aviones y muchos otros insumos necesarios para las confrontaciones. Se ha obligado al mundo a financiar esas guerras. Por ejemplo, en la guerra del Golfo, los aportes de Japón y de Alemania fueron de dieciséis mil millones de dólares. A la fecha, Estados Unidos no ha recuperado los mercados internacionales. Es muy probable que, como solución, venga otra guerra. Pero, mientras tanto, ¿qué de los países del tercer mundo que dependen directamente de la economía norteamericana?

Bastantes países de América Latina, entre los cuales está Guatemala, en general tienen cuatro principales fuentes de divisas: las exportaciones agrícolas, el turismo, las remesas familiares y el narcotráfico. Con la crisis norteamericana se han afectado directamente el turismo y las remesas familiares. El narcotráfico ha mermado como consecuencia de la fabricación clandestina de drogas de laboratorio dentro del mismo país norteamericano.

El desempleo ya se ha dejado sentir en Guatemala. Y otros países de Centro América. Una evidencia son los miles de ilegales que en caravana tratan de entrar al país del norte, motivados principalmente por el hambre. Como se mencionó, el desempleo trae consecuencias directas en la economía. Ante esa situación, ¿qué van a hacer los gobiernos de la región? ¿Qué van a hacer los inversionistas? Y, finalmente, ¿qué va a hacer el pueblo? La respuesta no es fácil. Que Dios nos proteja de la crisis que se avecina.


Fotografía tomada de The Balance.

Luis Melgar Carrillo

Ingeniero Industrial, Colombia 1972. Máster en Administración de Empresas, INCAE 1976. Autor de 9 libros (tres aparecen en Google). Autor de 50 artículos (24 en gAZeta, Guatemala 2018; 20 en revista Gerencia, Guatemala 1994-95). Director de Capacitación (Asociación de Azucareros de Guatemala). Director de Recursos Humanos (Polymer-Guatemala). Excatedrático en universidades de Costa Rica, Guatemala y Tepic, México. Residencia en Tepic.

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