La corporización del privilegio

Rodrigo Arenas-Carter | Arte/cultura / PERFORMÁTICA

Tal como lo planteaba Michel Foucault, el poder no se detenta, sino que se ejerce. Y, tal como lo dice Judit Vidiella, el cuerpo es nuestro campo de batalla. Por lo tanto, el poder también se ejerce a partir de las prácticas del cuerpo, muchas de ellas cotidianas y que pasan desapercibidas.

Para empezar, pensemos en los sociolectos o dialectos sociales, esto es, la variedad lingüística propia de una clase social. En prácticamente todas las sociedades podemos distinguir nociones de clase a partir del sociolecto. Somos capaces de reconocer la pertenencia de una persona a una élite social a partir de las palabras, frases y fonética asociadas a dicho grupo. Sin embargo, esto va más allá, pues incluye elementos paralingüísticos, como  gestos, ademanes y posturas corporales que acompañan al habla. El sociolecto no solo permite que las personas que pertenecen a una clase social se reconozcan entre sí, sino que además es un punto de partida para el ejercicio del poder de las élites. ¿Cuántas veces no hemos visto o hemos sido humillados por personas de clase alta que enfatizan su pertenencia social por medio de palabras, frases, gestos e incluso posturas corporales que utilizan para ejercer dicha humillación? En este caso, estamos ante un individuo que ha corporizado sus privilegios.

Corporizar significa, según la RAE, dar cuerpo a una idea o a una cosa no material. Particularmente, el proceso de corporizar los privilegios por parte de las clases privilegiadas fue estudiado largamente por el sociólogo Shamus Khan, en su libro Privilegio, la construcción de un adolescente de élite (Princeton University Press, 2011). En él, Khan investiga a los alumnos de un colegio de élite estadounidense. Durante parte de la historia, las clases dominantes defendieron/defienden sus privilegios con base en la herencia familiar o la sangre. Sin embargo, en ciertas sociedades (no en todas o no totalmente en todas), dichas clases han cambiado su narrativa, justificando su éxito con base en la educación, el esfuerzo y el trabajo duro: la meritocracia. Sin embargo, dicho discurso no es en realidad tan válido, pues, por ejemplo, en el ambiente que estudió Khan, los alumnos, más que aprender conocimientos y habilidades cognitivas, se centraban en corporizar gustos, sensibilidades, códigos de conducta, reiteración de normas, rituales. Dicho proceso llega a tal nivel de «perfección», que gran parte de la sociedad termina considerando que las performatividades de la élite son características propias de su personalidad y no un medio para el ejercicio de su poder. De este modo, se ha naturalizado la diferencia, levantando un muro que, para muchos, es invisible.

¿No ha visto usted a una persona ser mejor tratada en un local comercial por sus posturas y gestos, sociolecto, y/o vestuario? Cuando estaba en el colegio y empecé a escuchar hip-hop, algunos compañeros reaccionaron de mala manera, pues consideraban que dicho gusto/sensibilidad era exclusivo de una clase social con baja educación y bajo poder adquisitivo. Actualmente el hip-hop es el nuevo mainstream, pero aún hay gustos/sensibilidades que son asociados al privilegio de pertenecer a una élite, gustos que generalmente asociamos con la alta cultura.

El estudio de la corporización del privilegio es reciente, y por lo tanto es un campo que se encuentra en pleno desarrollo. Sin embargo, yo creo que dicha corporización puede extenderse más allá, incluso a cuestiones biológicas. ¿El hecho de que una persona de clase alta o media tenga un sistema digestivo incapaz de procesar un plato como el papag filipino, es una corporización del privilegio? ¿Acostumbrarse a no caminar y a siempre moverse en carro involucra un privilegio corporizado? Son preguntas que quedan pendientes y que pueden abrir el campo a futuras investigaciones y reflexiones en torno al cuerpo y a su capacidad de albergar y reproducir el ejercicio del poder.


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Rodrigo Arenas-Carter

Centra su trabajo artístico en performance y Net Art, participando en festivales y exposiciones en diversos países. Ha obtenido becas y premios como Fondart del Gobierno de Chile (2019), Tercer Lugar en la Bienal de París en Guatemala (2017) y Experimenta/Sur 2016 (Colombia). Autor del libro La vital precariedad. Poesía y performance en América Latina y Chile (2018). Sus ensayos sobre performance han sido premiados en varios concursos. http://rodsands.weebly.com/

Performática

Correo: r_arenas@yahoo.com

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