-Virgilio Álvarez Aragón / PUPITRE ROTO–
En las sociedades modernas, los ejércitos están supeditados, totalmente, al poder civil. Esto hace que las decisiones de un juez deban ser acatadas de inmediato, sea quien sea el sindicado. En Guatemala, sin embargo, a partir de que el señor Jimmy Morales llegó al poder, esta subordinación es cada vez menos evidente, llegándose a una disimulada rebeldía cuando de la detención de un alto oficial se trata.
La orden de captura, girada por un órgano jurisdiccional, contra el recién ascendido general de brigada y abogado y notario Erick Melgar Padilla, actualmente comandante de la Guardia de Honor, simplemente no ha podido ser cumplida porque su jefe, el general Luis Ralda, actual ministro de la Defensa, ha decidido encubrirlo para permitirle la fuga.
Pasados los días, y desde su escondite, que bien puede ser un cuartel, presenta un amparo, argumentando contar con el derecho de antejuicio, sin ser ministro ni funcionario electo, los únicos que explícitamente gozan de tal beneficio.
Tratando de evitar cualquier incidente lamentable, considerando la belicosidad del demandado y el control autoritario que sobre sus subalternos mantiene, el Ministerio Público y la Policía Nacional Civil no accionaron directamente en el centro de trabajo y residencia del señor Melgar Padilla para ejecutar la orden de captura. Confiados en que en el país aún funcionan las instituciones, trasladaron el pedido a su superior, esperando que este, en cumplimiento de la ley, ordenara a su subalterno presentarse inmediatamente ante el juez competente. Pero el ministro de la Defensa ha actuado más como cómplice de delincuentes que como Alto Mando del Ejército, propiciando la fuga de su subalterno y amigo, bajo el increíble argumento que, precisamente ese jueves y días posteriores, el militar de alta graduación estaba de permiso y no ha podido contactarlo.
Resulta entonces que, si en estos momentos, se requiriera la acción inmediata de la tropa bajo el mando de Erick Melgar, nadie sabría donde encontrarlo y sus subalternos estarían a la deriva. En fracción de minutos la disciplina, verticalidad y agilidad con la que supuestamente actúa el Ejército de Guatemala se convirtió, por arte de la magia, cómplice del ministro de la Defensa y del presidente de la República, quien es el comandante en jefe del Ejército, en una organización donde, pasados varios días, nadie tiene posibilidad de comunicarse con los altos mandos. Tanto el Ministerio de la Defensa, como su superior, el presidente de la República, han decidido pasarse al lado de los fugitivos, dándoles toda la cobertura posible para que evadan las órdenes del juez competente.
Los cargos que se le imputan al militar, aún de alta en el Ejército, son graves, mas puede que sea inocente. Pero sus jefes no están para decidir sobre la culpabilidad o inocencia de su amigo, sino para que el juez haga su trabajo.
Es lamentable ver que precisamente son militares y exmilitares los que, acusados de algún delito, logran evadir su detención, contando para ello con la complicidad de sus superiores. Edgar Ovalle y Erick Melgar son claros ejemplos de ello.
La familia Melgar Padilla está en la mira de los entes responsables de la investigación criminal desde hace meses. Sobre el actual diputado, Herbert Melgar, pende la duda de enriquecimiento ilícito. La cuestión fue denunciada por Superintendencia de Bancos, a través de su Intendencia de Verificación Especial -IVE-, al grado de que varias de sus cuentas y bienes inmuebles han sido inmovilizados. No hay en su contra una persecución de parte del MP y la Cicig por razones políticas, como el teniente coronel asimilado ha querido hacer creer. Lo que sucede es que el también veterinario de profesión no ha podido demostrar, luego de varios meses de exigido, el origen legal de la riqueza que tan rápidamente ha acumulado en los últimos años.
Si las complicaciones legales de los hermanos Melgar Padilla se relacionan con la manipulación de testigos en la complicidad de agentes del MP y jueces, respecto a la muerte violenta de su padre, el enriquecimiento ilícito parece tener otros orígenes. Pero ni Herbert ni Erick pueden, en estos momentos, acusar a los jueces de persecución por cuestiones personales, y muy mal hace el ministro de la Defensa en proteger y ocultar a su compañero de armas.
El presidente Morales debería entender que si se quiere mostrar como un hombre honrado -difícil, porque abundan las evidencias de lo contrario-, lo que menos debe hacer es usar las estructuras del Ejército para proteger a sus amigos. Con su actuar irresponsable ministro y presidente están poniendo en alto riesgo la institucionalidad del país, pues están permitiendo, abierta y públicamente, que personas demandadas por la justicia, solo por el hecho de ser sus allegados, la evadan.
Fotografía principal tomada de Soy502.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
Un Commentario
Estimado Virgilio, no creo que Guatemala pueda ser considerada “una sociedad moderna”, ¡cuando ni siquiera se ha logrado salir de las modalidades corruptas e impunes del careismo, cabrerismo y ubiquismo!!!
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