Luz Lescure | Política y sociedad / LUCES
Nos avocamos a celebrar los viejos carnavales. Aquí se suele decir que es lo único que los panameños toman en serio, y pareciera ser verdad. Los dueños de carro y de casa en la playa, aprovechan para tomar esos días de vacaciones, otros alquilan un cuarto y van a la playa, otros van a carnavalear a Las Tablas (lugar famoso para ir de carnaval). Se comenta en las redes sociales que, terminada la JMJ, los panameños se preparan para la JCJ o sea la Jornada Carnestolendica de la Juventud.
Hoy es jueves y ya los dueños de carros se preparan para salir de la ciudad. Los que no carnavaleamos nos quedamos tranquilitos y vamos uno o dos días a ver los carnavales a la cinta costera, donde prometen estar muy buenos.
No participamos de los culecos (o sea la mojadera), que consisten en bailar en la calle mientras carros cisternas, llenos de agua de río, mojan a los bailarines, quienes, en medio verano, toman alcohol y bailan hasta caer exhaustos por el calor y la borrachera. Es muy divertido. Este año comienzan los culecos a las 9:00 a. m. y se van hasta las 2:00 p. m. Luego comienza la etapa de la noche a las 7:00 p. m. hasta la madrugada.
Como este escrito lo hago en etapas, hoy domingo de carnaval fuimos a curiosear a la cinta costera, y la verdad es que había demasiada seguridad y las filas para entrar eran interminables y angustiosas. Dicen que el año pasado llegaron unas 300 000 personas y a la seguridad se le salió de las manos el asunto. La verdad es que no estaba aquí el año pasado y no sé qué pasó, pero este año, te registraban al entrar, luego de una larga fila, mostrabas tu identificación y había tantos guardias que eso parecía de todo, menos un carnaval. Me parece bien que requisen armas y objetos punzantes, pero parece que se les fue la mano y quitaban hasta las plumas de escribir (bueno, ya sabemos que una pluma puede ser un arma en potencia, pero eso no lo saben los guardias de seguridad). Y parece que habían prohibido, desde la alcaldía capitalina, hasta asar carne en palito, ya que los pinchos se convierten en agresores potenciales, por suerte para los hambrientos, nadie hizo caso a esa norma y comimos hasta la saciedad la famosa carne en palito que es parte de la festividad del dios Momo. Otra norma prohibía los altoparlantes con música en los kioskos de comida, nadie le hizo caso a esa norma y la música se confundía con la de las murgas y no se entendía nada.
Y el lunes comenzó oficialmente la propaganda política, claro, nadie hizo propaganda pues se hubiera opacado con las festividades y, extrañamente, estaba prohibida la propaganda política durante el carnaval, pero durante dos meses los candidatos presidenciales, y los demás, podrán empapelar todo el país con sus premisas de lo maravillosos que son y pedir a los ciudadanos su voto. Los candidatos son siete, pocos si lo comparamos con los 21 que hay en Guatemala.
A ojos míos, que no soy experta, los carnavales de este año, aquí en la capital, fueron un desastre: demasiada seguridad en una festividad que se supone debería dar rienda suelta al desenfreno. Los curas, ignorantes por tradición, en sus famosos discursos del miércoles de ceniza, hablaron oprobios del carnaval, sin darse cuenta de que se trata de una fiesta religiosa que da origen a la cuaresma y que solo se celebra en los países de tradición muy católica.
Y ahora, la tradicional cuaresma en donde se limpian los pecados y los católicos no comen carne los viernes. Y nuestra hipócrita sociedad, que dio rienda suelta a sus voraces apetitos de sexo y alcohol, luego de bailar hasta la saciedad, se avocan a rezar para purgar sus muchos pecados, como si eso bastara para olvidar todo lo malo que se hizo antes, durante y se hará después de que pasen todas estas festividades religiosas.
Luz Lescure

Poeta, escritora y académica panameña. Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá, estudios de posgrado en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha publicado los poemarios Volvería ser mujer, El árbol de las mil raíces, Añoranza animal, La quinta soledad y El mundo es un silencio. También los libros de relatos El obelisco de mi abuelo y La sonrisa de la primavera. Publicó La práctica diplomática, libro académico utilizado en universidades centroamericanas.
Correo: luzlescure@hotmail.com
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