Luz Lescure | Política y sociedad / LUCES
Es probable que tengan razón quienes aseguran, como leí en un noticiero vespertino de Suecia, que la brecha entre jóvenes y adultos mayores se hará más grande luego de que pase esta pandemia. Que es uno de los mil problemas a los que nos enfrentaremos. Y es probable, pues este virus loco ataca con mayor virulencia a viejos que a jóvenes. Yo no quisiera que así fuera, me gustaría seguir viendo con respeto a mis mayores y amando su paso por este planeta verde-azul. Su gran experiencia.
Yo entiendo que es cuestión de cultura, si has aprendido desde niño a respetar y a querer a tus mayores, de seguro la tal brecha no se dará. Pero la verdad es que no estamos seguros.
Si hay algo que no acepto de este hermoso país es esa brecha profunda que existe entre jóvenes y viejos. Tal vez se da porque los viejos viven solos y se las arreglan, no quieren cuidar a más chiquillos. Y los jóvenes, en este absurdo sistema que nos imponen, andan desde muy pequeños con una llave al cuello, pues sus padres se encuentran muy ocupados en sus trabajos haciendo una carrera que luego no les servirá de mucho en la vejez. Pero bueno, es que en este hermoso sistema nadie se sacrifica por nadie, a no ser que le paguen por ello. Aunque antes de la tal pandemia ya había jóvenes conviviendo con sus abuelos por razones económicas. Sí, es más barato vivir con tu abuela que pagar un apartamento, considerando que el precio de estos es cada día mayor y que los jóvenes, aunque estén más graduados que un termómetro, no logran puestos de trabajo. O al menos el que ellos esperan.
No sabemos a ciencia cierta qué va a suceder, pero uno de los espectáculos más grotescos, a mi modo de ver, es ese de la separación por edades. Sigo creyendo que la mejor fórmula es la de un viejo, con mucha experiencia, con un joven con gran energía (se apoyan y son de gran interés).
En la sociedad perfecta, esa que solo existe en mi poética imaginación, los viejos serán muy sabios y ayudarán a los jóvenes en su paso por la vida, que ya sabemos que no es nada fácil. Sé de algunos que lo están haciendo. Y después de todo, no es tan malo irse de este mundo con la satisfacción del deber cumplido.
Vaya, cuidarnos y protegernos los unos a los otros no es tarea fácil, pero si le ponemos ganas todo es posible. Y no permitamos que, aunque duro, este virus no nos quite la alegría de vivir.
Quiero pensar como mi amiga Elizabeth Ugalde, quien escribió:
Me estremece saber que estamos perdiendo la alegría. Muchas personas no sobrevivirán esta época porque no hicimos lo que debíamos, porque nuestras autoridades fueron incapaces, porque nuestro sistema de salud no servía o porque nosotros fuimos egoístas e irresponsables.
Estamos cambiando. Después de esta pandemia ya no seremos los mismos. Pero aún estamos a tiempo de defender la alegría de los niños jugando en el recreo, de los jóvenes soñando con un mejor futuro y de los abuelos abrazando a sus nietos la tarde del domingo. Estamos a tiempo de defender la alegría de los mezquinos que solo piensan en sí mismos. Defenderla de los incapaces y corruptos que nos roban la esperanza.
Defender la alegría como una trinchera, como un principio, como una bandera, como un destino, como una certeza, como un derecho, diría Benedetti.
Luz Lescure

Poeta, escritora y académica panameña. Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá, estudios de posgrado en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha publicado los poemarios Volvería ser mujer, El árbol de las mil raíces, Añoranza animal, La quinta soledad y El mundo es un silencio. También los libros de relatos El obelisco de mi abuelo y La sonrisa de la primavera. Publicó La práctica diplomática, libro académico utilizado en universidades centroamericanas.
Correo: luzlescure@hotmail.com
Un Commentario
Muy bien dicho, muy bien escrito y muy bien cerrado con la frase de Benedetti.
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