-Jaime Barrios Carrillo-
Voy a cantar un corrido, escuchen muy bien mis compas
Para la reina del sur, traficante muy famosa
Nacida allá en Sinaloa, la Tía Teresa Mendoza
Los Tigres del Norte – La reina del sur
El romance resulta una composición muy castellana por sus versos octosílabos. En México, nos informa el musicólogo, compositor y folklorista don Antonio Mendoza en su clásica obra El romance español y el corrido mexicano, 1939, los romances llevados por inmigrantes españoles se transformaron en composiciones cantadas que integraron ritmos como la polca y el vals. Ya en la Independencia tuvieron una función informativa, divulgativa y también propagandística de movimientos político/sociales, perfiles de personajes militares o políticos y también temas del orden sentimental y anecdótico. Por ejemplo, el Corrido al Libertador Morelos. Los corridos tuvieron también temas de vidas de bandoleros famosos.
Mendoza enfatiza el carácter épico-lírico del corrido y su amplia difusión popular. Señalamos también el sentido novelesco de los corridos presentando historias con personajes, verdaderos y ficticios, de los cuales se cuentan sus aventuras, sus desgracias, a veces sus amoríos y también los rasgos de valentía que impregnan las letras de un aspecto existencial predominante: el no tener temor a la muerte y en consecuencia el desprecio a la vida.
El valiente Valentín es la película mexicana donde aparece por primera vez y tímidamente Pedro Infante (por cierto sin bigote). La película parte de un corrido mexicano que cuenta la historia de Valentín Mancera. Aunque el gran tema de fondo no es el corrido sino la canción La feria de las flores. La letra del corrido dice entre otras cosas lo siguiente:
Año de mil ochocientos,
ochenta y dos muy presente,
murió Valentín Mancera
que era un hombre valiente.
Valentín nace en San Juan
y en San Juan de Dios murió,
y Sanjuana se llamaba
la infeliz que lo vendió.
¡Ay, qué dolor!
lo dice todo el que quiera:
¡Vivan los hombres valientes
como Valentín Mancera!
La historia es más o menos así: Valentín Mancera fue un insurrecto de la región de Guanajuato. Nació hacia 1840 en San Juan de la Vega. Robaba a los hacendados pero repartía el botín entre los pobres, pronto adquirió fama de justiciero y mucho prestigio entre el campesinado indígena de Guanajuato. La banda de Valentín Macera era conocida como Los Buches Amarillos. A Mancera lo ubicaron por sus frecuentes visitas a su novia, cuando dejaba así sus escondites en el campo y su vida movediza de guerrillero. Por 200 pesos oro compraron la información a la novia, llamada la Sanjuana, quien lo entregó a las tropas porfiristas dirigidas por un catalán de nombre don Dionisio, quien organizó la emboscada en la casa de la Sanjuana, donde fue acribillado Valentín Mancera. Fue enterrado en el Panteón de Celaya con el epitafio: «Aquí yacen los restos de Valentín Mancera. Benefactor de los pobres».
Los corridos de la Revolución jugaron asimismo el papel de cantos informadores de sucesos bélicos y contaban historias de revolucionarios caídos como Benjamín Argumedo o Valentín Mancera. El corrido revolucionario es una forma de épica popular y también deben verse dentro de la subversión contra el orden heredado del porfirismo. Es una música rebelde por antonomasia. También juegan un papel generador de opinión favorable a través de la función el canto como arma propagandística para resaltar los perfiles de caudillos locales y nacionales. Hubo corridos villistas y zapatistas.
Los corridos revolucionarios integraron instrumentalmente la guitarra, el guitarrón mexicano, el arpa y después la trompeta. En algunos casos el violín, acaso herencia de la invasión francesa. Posteriormente, ya avanzado el siglo XX se incorporaría el acordeón y la armónica.
El corrido enormemente popularizado durante y después de la Revolución mexicana, solía tener algunas estructuras o partes fijas, como la introducción donde se pedía permiso para cantar, la presentación sucinta del personaje central, nombre y perfil, luego la trama de la historia que solía ser trágica o épico victoriosa, trágica si narraba la muerte del héroe, generalmente fusilado o acribillado, por ejemplo:
Escuchen señores, oigan
el corrido de un triste acontecimiento:
pues en Chinameca ha muerto a mansalva
Zapata, el gran insurrecto.
Y del orden de la hazaña si era una victoria militar como la toma de Zacatecas el 14 de junio de 1914 por las fuerzas de Pancho Villa, suceso militar que allanó la marcha indetenible hacia la Ciudad de México y la derrota de los federales al mando de Victoriano Huerta. En el caso de este último mencionamos una canción de guerra villista como fue la hoy universal La Cucaracha, como era conocido Victoriano Huerta que sufría de artrosis y fumaba mariguana. La canción tenía desde luego un texto irónico y sobre todo burlón que concretaba el espíritu iconoclasta y rebelde.
Una terminación con estribillo y a veces versos con cierta moraleja o conclusión cerraba los corridos revolucionarios:
Maldición! ¡Venganza!
Clamorean los llanos
Contra de Carranza.
Y no pocas veces el emblemático: «Ya me voy ya me despido».
No debe olvidarse la presencia en muchas letras de los caballos, el Siete Leguas por ejemplo, caballo favorito de Pancho Villa o en un corrido posrevolucionario del «caballo retinto» con el cual se llega desde muy lejos y con la pistola al cinto. También otras armas como la carabina treinta treinta y los cañones:
Yo les encargo mis fieles compañeros
que se estén firmes al pie de su cañón
que disparen la última metralla
para defensa de nuestra nación
Sin olvidar los importantísimos trenes y hasta los aviones:
Nuestro México, febrero veintitrés,
dejó Carranza pasar americanos,
diez mil soldados, seiscientos aeroplanos,
buscando a Villa por todo el país.
Los de a caballo no se podían sentar
y los de a pie no podían caminar
entonces Villa los pasa en aeroplanos
y desde arriba les dice good bye.
Comenzaron a volar los aeroplanos
entonces Villa un gran plan les formó
se vistió de soldado americano
y a sus tropas también las transformó.
Faltaría agregar en este resumen sucinto que en los corridos la mujer tiene un lugar importante, a veces central. Recordemos que en la Revolución la participación de la mujer fue capital y estratégica: como las llamadas soldaderas, las acompañantes, las cocineras, las cargadoras, etcétera. No olvidar la mujer como inspiración del guerrero, el amor que se ha dejado y al que se le rinde tributo y recuerdo. El ejemplo clásico de La Adelita con sus universales estrofas que se siguen cantando en la infancia, suenan en las radios y se entonan en las fiestas:
Si Adelita se fuera con otro
La seguiría por tierra y por mar
Si por mar en un buque de guerra
Si por tierra en un tren militar.
Aunque no debemos olvidar aspectos infaltables de la cultura mexicana, como en toda Latinoamérica, con la celotipia machista, la intencionalidad de control del cuerpo de la fémina e incluso el femicidio. Basta recordar composiciones como Rosita Alvídez o La Martina.
Pero los tiempos han cambiado. Ya no existe el México de Antonio Aguilar, Lucha Villa, Jorge Negrete o Cuco Sánchez para mencionar unos pocos nombres de artistas emblemáticos que cantaron corridos. Ahora ya no se pide permiso primero para empezar a cantar, como en los corridos clásicos, sino se comienza disparando y se sigue secuestrando, decapitando, descuartizando, torturando y hasta sacando ojos y tripas. No se habla de caballos retintos sino de automóviles de lujo, por ejemplo en el narcocorrido La Cheyenne sin placas de Eli Quintero.
Tampoco, y pesar de nuestras nostalgias, se mantiene el culto quijotesco a Adelita. Su lugar lo ha venido a ocupar la buchona» (novia o amante de narcotraficante) con sus brillosos cabellos negros, la ropa de marca y entallada, los perfumes carísimos, las cosas lujosas. Es un ser para la ostentación y el despilfarro.
Los narcocorridos surgen ya a principios de los años sesentas en las relaciones entre grupos de la llamada música norteña (que abarca también el sur de los Estados Unidos, en especial el Estado de Texas) y los embriones del narcotráfico. Aunque hay investigadores, como Juan Carlos Ramírez-Pimienta, que dan como fecha de inicio el año de 1934, cuando se graba el tema Por morfina y cocaína de Manuel Cuéllar Valdez. Mas resulta meramente anecdótico, el México de 1934 es otro y muy lejano. Los problemas eran distintos y la situación el narcotráfico ocupaba un lugar secundario.
Los narcocorridos no cuentan historias sobre héroes sino rinden homenaje a los traficantes de drogas. Se sabe que un compositor puede ganar entre 5 000 y 15 000 dólares por un tema, aunque los más reputados han recibido sumas mucho mayores. Los grupos y cantantes comenzaron amenizando las fiestas de los capos y terminaron cantándole a los mismos, en corridos laudatorios y otros que vinieron a jugar el papel de panegíricos en los entierros de los narcos caídos, cantados con acordeón, guitarras y trompetas.
La Adelita, las soldaderas, las mujeres en un lugar de mucha dignidad han desaparecido, ahora y las letras de los narcocorridos reflejan el peor estilo patriarcal y la cosificación del cuerpo femenino, o sea la objetivización explícita del mismo dando lugar a la mujer objeto en lugar del sujeto femenino. Las comparan, por ejemplo, literalmente con las muñecas «barbies». Así justamente el narcocorrido titulado La Barbie interpretado por Los Bukanas de Culiacán:
Soltera y sin ganas
de un güey que la mande
lo ha dicho mil veces
no soy de pañales
me dicen la «Barbie»
por ser tan hermosa
mujer de negocios
perrona y mafiosa.
Juan Charrasqueado, con toda su alcohólica virilidad y su especie de donjuanismo rural, ha muerto para siempre. Su lugar lo ha venido a tomar gente como Ramón Arellano Félix, Arturo Beltrán Leyva, Pablo Escobar, Ignacio «Nacho» Coronel, Ezequiel Cárdenas Guillén alias Tony Tormenta, Leónidas Vargas alias El Viejo y Gonzalo Rodríguez Gacha. Todos murieron en el violento trasiego de las drogas. Igual suerte, o mala suerte, corrieron los intérpretes y músicos de narcocorridos Sergio Vega «El Shaka», Sergio Gómez, Valentín Elizalde, Zayda Peña, Diego Rivas, entre otros reales o ficticios.
No se trata ahora de rancheros enamorados y parranderos sino de criminales poderosamente armados dispuestos a asesinar a cualquiera. Se volvió a pelar mi ‘apá, se llama un corrido en honor al capo Joaquín «El Chapo» Guzmán. Cambiaron las carabinas treinta treinta por fusiles de asalto A-47. Ya no es el legendario general John J. Pershing, en su expedición punitiva al mando de diez mil hombres, persiguiendo a Pancho Villa sino la misteriosa DEA contra los carteles. Ahora no son los corridos épicos sino las letras de la muerte: la amenaza, el infundir temor, el matar por matar. Reza la letra de un corrido de Geovani Carrera, compositor de narcocorridos de Culiacán:
Con cuerno de chivo y bazuca en la nuca
volando cabezas a quien se atraviesa
somos sanguinarios
locos, bien ondeados
Nos gusta matar.
Tifani Roberts nos da un ejemplo significativo e ilustrador:
Alfredo Ríos, mejor conocido como El Komander, también es considerado el jefe del corrido alterado. Llena conciertos en el norte de México y se ha convertido en uno de los mayores exponentes del movimiento, con mucho impacto en México y Estados Unidos; especialmente en Los Ángeles, donde las radios no tienen las prohibiciones que hay en México y con frecuencia emiten corridos. El Komander, con sus narcocorridos de mafiosos y sicarios, ha logrado fotografiar la realidad de la delincuencia que se vive en México y eso parece ser parte de la clave de su éxito.
«Actualmente, el narcocorrido es la música que mejor nos representa ante el mundo y ha desplazado incluso a los mariachis», dijo en una entrevista el novelista mexicano Elmer Mendoza. Las razones dadas por Mendoza son la ascendente popularidad del narcocorrido y el hecho que reflejan una especie de conciencia social. O sea: el narcocorrido es un reflejo del México actual. ¿Será cierto? Pero sobre todo: ¿Corresponde a los narcocorridos cada vez más un papel de discurso dominante en muchos estratos sociales y su difusión por los medios sobre todo radiales pero también televisivos?
El escritor español Arturo Pérez-Reverte en la Feria del Libro de Guadalajara afirmaba muy tajante:
Un país como México se entiende mejor por Los Tigres del Norte que por los más sesudos intelectuales o los novelistas de más éxito. Este país tiene una realidad tierna y violenta, dura y familiar, trágica y feliz, y el corrido y el narcocorrido norteño es el que mejor la ha definido. Élmer Mendoza y yo somos pinches escritores que necesitamos 500 páginas para contar lo que Los Tigres del Norte cuentan en tres minutos y medio.
Antes de Pérez-Reverte se publicaron obras de la literatura como Noticia de un secuestro de García Márquez y de los también colombianos La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo y de Fabio Castillo Los jinetes de la cocaína. Pueden agregarse nombres como Rogelio Guedea, Yuri Herrera, Enrique Serna, Laura Restrepo, Jorge Franco Ramos, Pablo Lins, Homero Aridji y Edmundo Paz Soldán entre los que han tocado de alguna manera el tema ensus novelas. Un lugar especial merece el escritor norteamericano Don Wildon (Nueva York, 1953) y su novela El poder del perro, crónica de las relaciones del narcotráfico entre Estados Unidos y América Latina. Este libro es como un descender a los círculos infernales del narcotráfico. Círculos concéntricos pero interrelacionados donde las dudosas maniobras de la misma DEA y las fuerzas de seguridad no escapan a la pluma intensa del novelista.
Edmundo Pérez ha publicado Que me entierren con narcocorridos, donde este escritor chilango hace un inventario de los grupos y cantantes del narcocorrido. La violencia del narcotráfico no ha hecho excepción con los músicos y narcocantantes: medio centenar han sido asesinados, según Pérez, algunos acribillados y otros secuestrados y ejecutados con el fatídico tiro de gracia. Reza la letra de un narcocorrido:
Todo fríamente planeado
y siempre bien calculado inteligencia
y destreza en grupo atacan su presa
tiro de gracia en la frente
rematan con gran fineza.
«¿Hay en los “narcocorridos” apología del delito y la delincuencia?» se preguntaba Carlos Monsiváis en un artículo. Monsiváis comienza con señalar que los narcocorridos son musicalmente inferiores a los corridos tradicionales porque «los compositores y letristas de los narcocorridos no suelen disponer de los mínimos requerimientos técnicos». Pero lo que llama más la atención, y resulta mucho más polémico, es la conclusión final de Monsiváis de una intensidad crítica que desmantela a los invisibles dueños del país mexicano:
Más que celebración del delito, los narcocorridos difunden la ilusión de las sociedades donde los pobres tienen derecho a las oportunidades delincuenciales de los de arriba. Ni en el delito dejan de existir las clases sociales. La impunidad es el manto de los que, al frente de sus atropellos y designios delincuenciales, todavía exigen prestigio y honores.
En definitiva, el narcotráfico ha roto las fronteras. Es actividad global. El sociólogo Virgilio Álvarez Aragón ironiza el negocio de las drogas calificándolo de «mercado perfecto», es decir, y en el sueño neoliberal, regido solamente por las leyes de la oferta y la demanda. El narcocorrido actual tiene que ver con una sociedad en crisis dentro de un esquema global. No solo México sino los verdaderos tigres del norte: los norteamericanos y su consumo y trasiego de drogas. La banda del carro rojo venía del sur pero iba sin duda rumbo a Chicago. Encontramos con alarmante frecuencia en los textos de los narcocorridos una negación absoluta del Otro, a la diferencia de la «ética del guerrero» en el corrido revolucionario donde a pesar de fusilar al enemigo o de enfrentarlo se le reconoce su valentía y hasta se le ensalza, como lo expresa el cantante de narcocorridos Valentín Elizalde:
Sigan chillando culebras,
las quitaré del camino
Y a los que en verdad me aprecian,
aquí tienen a un amigo
Ya les canté este corrido a todos mis enemigos.
Fotografía principal tomada de Pulques finos «La virtud»
Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.
6 Commentarios
No conoce el tema. Llama «Antonio» Mendoza a Vicente T. Mendoza, el principal investigador del corrido mexicano.
Habla de aspectos infaltables de cultura mexicana, citando «La Martina» sin siquiera advertir su origen español en “La blanca niña”
Cita “La adelita” como corrido siendo una canción, a Juan Charrasqueado como personaje real siendo un corrido inventado de Víctor Cordero.
Su analisis del origen del narcocorrido no se sostiene. Sus argumentos son debile. Dice que el origen no puede ser en 1934 porque el «México de 1934 es otro y muy lejano. Los problemas eran distintos y la situación el narcotráfico ocupaba un lugar secundario.» El da la fecha de inicio de los NC en los 1960s como si el Mexico de esa fecha no fuera muy lejano y sus problemas no fueran distintos al Mexico de hoy. Dice que en los 30s «los problemas eran distintos y la situación el narcotráfico ocupaba un lugar secundario.»
Acaso el narcotrafico de los 60s no era secundario con relacion al Mexico de hoy? Eso es independiente de la creacion de corridos dedicados al trafico de drogas o a trafucantes. Claro que ahora hay mas narcotrafico y narcocorridos, pero eso es otra cuestion.
Seriedad por favor!!
Interesante y ameno. Felicitaciones.
Un muy buen artículo que a pesar de satisfacer la curiosidad del lector , lo deja a uno con ganas de saber más
Brillante artículo. Muy bien documentado y mejor interpretado. Al contrario de Perez Reverte, en pocas cuartillas has plasmado todo un proceso sociológico, histórico y musical. Felicitaciones Jaime.
Muy buen artículo sobre la evolución o más bien involución del corrido mexicano.
Un artículo muy completo sobre el género de los corridos. México ha cambiado. Para bien y para mal. Lamentable que en estos tiempo se distorcione la finalidad de ellos por la descomposición social y el narco.
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