Julio Cortázar, inventor de sueños

-Claudia Navas Dangel / ORDINARIA LOCURA

… has visto… has tocado… has vivido… has sabido…
Julio Cortázar

Lo conocí por La vuelta al día en ochenta mundos, un libro que mi mamá guardaba con extremado cariño y que llamó mi atención por los grabados que tenía, que luego descubrí eran sobre obras de Julio Verne. Quizá, y debo decirlo aunque me apene, me acerqué a él movida por el nombre, parecido pero al revés, al de una caricatura de la obra de Verne, precisamente, en donde Phileas Fogg y Passpartout intentan en 80 días recorrer el mundo de cabo a rabo. Pero ellos pasaron a ser historia, cuando descubrí entre letras y dibujos a los cronopios, a las famas y a las esperanzas.

Llenó mi mente de imágenes  maravillosas, de palabras pero sobre todo de conceptos, de toda una cosmovisión creada por él, que lo ha trascendido y ha pasado ya a formar parte del imaginario que legó al mundo América Latina.

Luego me encontré con Casa tomada y, aunque en ese momento no entendía del todo el significado de esa historia, soñaba con ser la muchacha del Dauphine en una carretera como la de La autopista al sur e intentaba borrar de mi mente la imagen asquerosa que me hice de los conejitos del cuento Carta a una señorita en París.

Rayuela me impactó, me envolvió, me descuadró más bien. Con Lucas sentí mucha empatía. Siempre quise entrar a un café y pedir azúcar, azúcar, imitar el zumbido de una mosca y salir silbando, como si nada, cual metáfora de la vida se tratara.

Ya después encontré su imagen captada por Sara Facio en los jardines de la Unesco, en París, que me mostró María Cristina Orive y me detuve a conocerlo más a través del Último round, el mejor collage de la historia.

Amaba como yo el box y los gatos, del jazz no era precisamente fan, pero por él le tomé gusto. La entrada a la religión de Teodoro W. Adorno, me hizo ver más especial a mi felino amarillo.

Con sus instrucciones aprecié mi llanto, mi canto y lo recuerdo a veces cuando subo una escalera. Y luego ya con el aplastamiento de las gotas, las gotas de lluvia, de llanto, me permití derramarme igual, angustiarme igual, sufrir igual.

Hace 34 años dejó de respirar, más no de vivir, porque cada letra, prosema y meopa, lo hacen vivir en quienes, a través de su ingenio, de cierta forma de nuevo nacemos.

Claudia Navas Dangel

Periodista, mamá, catedrática de periodismo y literatura. Lectora y redactora nocturna de algo parecido a los cuentos, gestora cultural, comunicadora y gatera.

Ordinaria Locura


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