Leonardo Rossiello Ramírez | Política y sociedad / LA NUEVA MAR EN COCHE
‒Señor director, gracias por darme un poco de su precioso tiempo. Néstor, su secretario, y ayudante, que me ha hecho pasar, me advirtió que usted no tiene mucho tiempo. Por lo tanto seré breve. Vine para decirle que tengo listo el argumento para la obra teatral que usted me encargó. En realidad es un poco más que un argumento, es un borrador. ¿Quiere que se lo envíe por correo electrónico?
‒No, primero me gustaría oír el argumento. ¿A qué categoría o subgénero pertenece?
‒Bueno, es una mezcla de grotesco y teatro del absurdo, pero siempre dentro del realismo. Una especie de ópera bufa.
‒Suena un poco contradictorio, eso del realismo y el grotesco… pero cuénteme.
‒ Tiene tres actos. En el acto primero un periodista, vinculado a la familia real de Malabia Inaudita y al que podemos llamar Jota Ka, empieza a sentirse incómodo con las medidas que el rey demora en implantar para modernizar el país. Es un país donde no existe democracia y que desde hace muchos decenios es aliado de los Estados Munidos, gobernado por el señor Trompa.
‒¿Trompa?
‒Sí, patrón al revés, trom‒pa, y además porque suele poner la boca como si fuera a tocar una trompeta.
‒¿Estados Munidos es una democracia?
‒Sí. Republicana.
‒¿Y es aliado de Malabia Inaudita, una monarquía dictatorial?
‒Sí.
‒Pero eso ya es un poco difícil de entender, de explicar…
‒Bueno, ya le adelanté algo; esta obra abreva en las procelosas aguas del absurdo. También hay que apelar a la inteligencia de los espectadores… El asunto es que Malabia Inaudita tiene mucho petróleo. Estados Munidos se llama así porque Malabia Inaudita lo mune de petróleo. A cambio, Estados Munidos le vende armamento moderno por valor de muchos centenares de miles de millones de dólares.
‒Una manera de apoyar la… no; en fin. Prosiga.
‒El caso es que el rey decide abdicar y asume el príncipe, al que podemos llamar MBS, que resuelve finalmente modernizar el país. Por lo tanto, implanta medidas que generan el aplauso de occidente.
‒Ya sé: llama a elecciones.
‒No: permite que las mujeres, si el marido a su vez se lo permite y si tienen dinero como para pagar clases de conducir, si las toman y si aprueban el examen… ¡puedan conducir! Cosa que hasta entonces estaba sencillamente prohibida.
‒¡Eso es genial! Prosiga.
‒Y MBS acusa a diversos príncipes de corrupción, a los que encarcela y recluye…
‒ …en mazmorras…
‒¡No: en hoteles de siete estrellas! Es que son corruptos, pero son príncipes.
‒Formidable. Es un poco difícil de creer, pero bien, acepto que es una concesión al género grotesco…. Continúe, por favor. Esto promete.
‒Jota Ka (ahora a nivel de la petite histoire) empieza a publicar artículos donde insinúa que convendría profundizar las reformas, pero inmediatamente es objeto de amenazas. Por esa razón, resuelve radicarse en los Estados Munidos. Abandona entonces Malabia Inaudita; nos encontramos con Jota Ka ejerciendo su oficio en un prestigioso periódico de los Estados Munidos. Hace el plumífero algunas denuncias acerca de la corrupción y la falta de democracia en su país de nacimiento, con lo que se granjea el odio del príncipe inaudí. Uno de sus adláteres toma buena nota del fastidio principesco. En este momento nos enteramos de que Jota Ka tiene una relación sentimental con una señorita de Erdolandia, justo cuando cae el telón.
‒ Hasta aquí, compro.
‒Cuando el telón del segundo acto se levanta, nos encontramos con que Jota Ka está tan enamorado que quiere casarse con la señorita de Erdolandia, para lo cual tiene que solicitar unos papeles en el consulado general de Malabia Inaudita en Erdolandia, ya que el casamiento va a tener lugar en ese país. El jefe de los adláteres se entera de que Jota Ka va a viajar a Erdolandia y comienza a planificar el asesinato del periodista crítico.
‒¡Epa! ¿Sin la anuencia del príncipe MBS? Eso… los inteligentes espectadores de su obra no se lo van a creer. Una medida de esa naturaleza tiene que hacerse con la autorización del propio príncipe. Autorizar eso sería como si resolviera pincharse un ojo. Promovería un escándalo de proporciones, salvo que…
‒Pemítame seguir. Jota Ka va al consulado, lo atienden, le dicen que regrese en unos días y que los papeles que solicita estarán esperándolo. Jota Ka regresa en la fecha indicada, no sin antes avisar que en caso de que no salga del consulado, avisen a las autoridades de los Estados Munidos y a la prensa internacional. Se ve que temía por su seguridad. Las cámaras del consulado registran su entrada. Jota Ka lleva un reloj‒computadora sincronizado con su Iphone y tiene encendida la función de grabar. El aparato graba lo que sucede. Al recuperar los servicios de seguridad de Erdolandia el Iphone oyen lo que sucede.
‒¿Y qué sucede?
‒Lo que sucede el Gobierno de Erdolandia lo va porcionando en sucesivas revelaciones a la prensa internacional. Lo que está claro a esta altura del segundo acto, es que los adláteres de la seguridad y consejeros del príncipe inaudí han despachado unos 18 agentes a Erdolandia para que asesinen y hagan desaparecer los restos del periodista opositor.
‒¡Pero mi amigo, eso es decididamente increíble! Eso contamina de irrealidad su ópera bufa toda.
‒Bueno, ese es mi argumento… hasta ahora.
‒Pero… no, no, no. ¿Cómo proceden…?
‒Lo agarran, comienzan a golpearlo, le dejan la cara irreconocible, le cortan los dedos primero y luego lo matan; en siete minutos lo trozan y lo meten en bolsas de nailon.
‒Pero… oh… eso es absolutamente increíble… El público no se lo va a comprar. Y yo tampoco, me parece.
‒Es que no ha escuchado lo mejor: en el equipo hay un médico forense que realiza el trabajo de cortar el cuerpo con una sierra eléctricas ¡y escuchando música! El propio cónsul protesta por lo que han hecho y los sicarios lo amenazan.
‒¿¡Amenazan al cónsul general de Malabia Inaudita?! Pero eso es, si cabe, todavía más increíble.
‒Será increíble, pero tendrá usted que reconocer que es plenamente grotesco. Permítame continuar. Cuando el periodista no regresa del consulado, la novia alerta a todo el mundo. Y ahí la prensa y los familiares empiezan a acusar a Arabia Inaudita de haberlo asesinado. Arabia Inaudita niega que el periodista esté en el consulado. Sin embargo, cuando le muestran las pruebas de que Jota Ka entró pero no salió del consulado, responden que no saben dónde está. ¿No le parece genial?
‒… no puede ser…
‒Y cuando le dicen que hay pruebas en forma de grabaciones, y esto es lo más formidable, modestia aparte: ¡Arabia Inaudita dice que sí, que murió… murió, pero por accidente! Y le preguntan que cómo así, y responde que se trató de una pelea.
‒¿Usted pretende que los espectadores se crean que Jota Ka se agarró a las piñas con 18 sicarios por error y que por eso murió, y lo trozaron e hicieron desaparecer?
‒No, eso es lo divertido y lo grotesco: que la propia Arabia Inaudita lo pretenda: para la opinión mundial.
‒Pero insisto: no es verosímil… Va a ser muy difícil… ¿Y cómo sigue?
‒El escándalo es tal que Trompa envía a su canciller, el Pompa, antiguo jefe de los servicios de inteligencia, a que vaya a pedirle explicaciones al príncipe MBS. Se sacan una foto juntos sonrientes; MBS le asegura que fue un error y que va a investigar; Trompa dice más tarde que la respuesta es insuficiente… y cae el telón.
‒Va a tener que mejorar mucho el tercer acto para que acepte que su obra pueda representarse, mi amigo.
‒No menee tanto la cabeza y escuche. El tercer acto comienza con que el escándalo continúa y nada menos que la canciller del país más importante de la Unión Europea, Angelandia, resuelve no exportar más armamento a Malabia Inaudita hasta que el asesinato se esclarezca, se haga justicia. ¿No es formidable? Pretende que los culpables paguen. Vía Instagram insta a sus socios a que hagan lo mismo, pero como no son bobitos, responden que debe ser una resolución de cada país.
‒¿Y los Estados Munidos?
‒Por supuesto que tampoco van a sancionar. El Trompa viene con un argumento demoledor: si suspende la venta de armamento se van a perder…
‒… ¿ganancias?
‒No: ¡trabajos!
‒¡Oiga! ¿Me está tomando el pelo? Le estoy diciendo que toda la trama es inverosímil, descabellada. Hay que reconocer que esto último es súper grotesco. Pero no es verosímil. Lo siento…
‒Y hay un detalle fino: el príncipe inaudí recibe a los familiares del periodista asesinado y les dice que se trató de un error…
‒Noo. No me lo creo yo y no se lo cree nadie. Lo siento. Pruebe con otra obra.
‒Pero señor dramaturgo, le ruego que espere: finalmente aparecen los restos del periodista: en bolsas. ¡En el jardín del propio cónsul general!
‒Basta. Nunca escuché nada tan disparatado. ¡Néstor! Por favor, acompañe al señor hasta la salida.
Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Montevideo, Uruguay en 1953. Soy escritor y he sido académico en Suecia, país en el que resido desde 1978.
Un Commentario
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia !
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