Empiezo estrenando este espacio, no sé si con el pie derecho, como le dicen a lo que aparenta estar en lo correcto, o el izquierdo, que, con el solo hecho de mencionar dicha palabra, imagino que le produce urticaria a una inmensa mayoría de personas de todas las condiciones sociales, artísticas, religiosas y políticas.
La invitación para opinar en este espacio obedece a la necesidad de analizar la música y el arte en general, pero sobre todo el arte sonoro y su relación con otras artes y situarlos a modo de diagnóstico social desde varios puntos de vista, no solo el artístico, sino, musicológico, etnomusicológico, sociológico, filosófico, histórico, antropológico y aun político. Se debe revisar y tener memoria del pasado y estar consciente del presente para poder analizar el desarrollo del fenómeno musical, sus causas y efectos en nuestras sociedades a través del tiempo. Es obligado tener en cuenta la tradición occidental, así como las expresiones de otras culturas que existen en este planeta, consideradas marginales por el statu quo, para poder hacer análisis comparativo y consideraciones culturales.
La música que llamamos, equivocadamente, folclórica, pura o popular, tiene origen milenario pero también sincrético, por lo que resulta más compleja que lo que conocemos como occidental. Las consideraciones a este respecto entonces, para poder reconocer los elementos que lo conforman, deben ser objetivas y ausentes de distorsión y acomodamiento social o de simpatía a círculos de presión social. Dentro de la llamada democracia del arte, que por cierto es una falacia, habremos de analizar precisamente esos círculos que han heredado los efectos de un sistema mediocre, paternalista, miope y conformista, donde se alaba lo fácil y lo conveniente. Nos olvidamos de que es la herencia de una invasión y la destrucción de una cultural local, que dio nacimiento a una cultura híbrida, a una pérdida cultural, heredada hasta nuestros días. Ese híbrido no sabe situarse dentro de ese espacio sociocultural y lo obliga a reinventarse, sobre leyendas, falacias, chovinismos, música ajena, alienado por lo externo y con el resultado de menospreciar su origen y, aún peor, en usurpar una identidad que posiblemente no le pertenece.
Es precisamente en esta época cuando esa cultura de “Independencia” con toda esta simbología mediocre y miope se resalta y se autosublima, como conducto de una reafirmación cultural. El discurso vacío nacionalista ha reafirmado su lugar dentro de una sociedad que insiste en verter una apología acompañada de una cosmogonía fundamentalista, que continua abrazando una mediocridad social. A pesar de existir grandes excepciones individuales artísticas, es fundamental reconocer cuales son las circunstancias donde se desarrollan. Siendo el arte un reflejo de la sociedad, este debe y tiene que ser desarrollado dentro de estructuras dinámicas y no estáticas que deben ser bien fundamentadas en sus estructuras para que tengan valor social y cultural. Es así que la música y el arte en general deben ser la consciencia de un pueblo, una consciencia despierta y no embrutecida.
En estos momentos que el discurso se aproxima a una negación y a una censura muy sofisticada por las elites y los círculos acomodados, que son mayoría en realidad, es que la discusión y la crítica intelectual se tornan fundamentales. Es de suma importancia que la cultura camine de la mano con el desarrollo social y económico, para que la función de esta sea de beneficio intelectual a la sociedad. En esta celebración de la “Independencia” será necesario de reflexionar también sobre nuestra independencia cultural, sus causas y su reflejo en lo cotidiano.
Imagen por: Ulrika Hembjer
Igor Sarmientos

Guatemalteco, director de orquesta, cellista, pedagogo e investigador académico. Ha dirigido las orquestas más importantes de Latinoamérica y Europa del Este. Cofundador del programa de orquestas en el Ministerio de Educacion. Exprofesor de la Universidad del Valle de Guatemala y Universidad de San Carlos. Actualmente profesor de etnomusicología y cello en la Universidad George Mason en Fairfax y director asociado de McLean Symphony Orchestra en Virginia.
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