Matheus Kar | Arte/cultura / BARTLEBY Y COMPAÑÍA
No existe el amor, sino un acto de amar.
La capacidad de amar se desarrolla con los años, nadie nace amando. Un niño, el símbolo del amor gratuito e incondicional, no es más que instinto gratificado. Si a un tigre se le da suficiente alimento, no te comerá, incluso llegará a tomarte cariño. Todo lo que un niño necesita para desarrollarse es alimento y protección. Lo demás viene por añadidura, como el acto de amar.
Eventualmente, tras el habla y la interiorización de los significantes, el niño descubre las diferencias. Comprende que no existe el «amor», quizá de forma intuitiva, sino «un acto de amar». El acento lo coloca la gratificación de la comida y el refugio.
Entonces, para amar hay que «nutrir» y «cuidar». Sin embargo, no todo nutrir y cuidar es señal de amor. ¿Qué sucede cuando los hijos abandonan el hogar? Usando la formula anteriormente ofrecida, ¿sería el fin del amor?
Si los hijos se van, los padres pierden la oportunidad de nutrir y cuidar. La nutrición y el cuidado, no obstante, no son fines en sí mismos, son medios. Los objetos de la nutrición y el cuidado son el «crecimiento» y la «prórroga». Llegada la mayoría de edad, la nutrición y el cuidado de los padres supone un estancamiento, el individuo ya no puede seguir creciendo en el terruño.
Por eso mismo, toda nutrición y cuidado no son sinónimos de amor. Hay relaciones sanguíneas y filiales que inutilizan a sus «seres amados» complaciendo y facilitándoles la sustentabilidad. Estos individuos no logran definir límites entre sus «objetos de afecto» y ellos mismos. Para ellos, «lo amado» es una prolongación. Vierten su punto de vista sobre el mundo y juzgan al resto a partir de los propios lineamientos. La regulación de su imagen depende de estos límites indefinidos. Cada relación «nueva» no es más que otra forma de reelaborar la anterior o las otras. Es similar a entrar a una casa de espejos: aunque sean diferentes, el reflejo es el mismo.
Cuando el ambiente hace visibles los límites, estos individuos empiezan a padecer ansiedad, culpa, remordimiento y sentimientos de inferioridad. Esa hermosa capa de concreto con que habían cubierto los baches se raja o se rompe. No hay otra opción que abandonar el proyecto (por otro) o negarlo. Esta, como diría Martin Buber, es una relación utilitaria. No hay Yo-Tú sino un Yo-Eso. El otro visto como objeto. Esto deja a la relación sin el enlace, sin el vínculo, sin el link, sin relación.
De esto quizá ya se ha hablado, el acto de amar significa libertad y autonomía. A mi modo de ver, es unidireccional. La única recompensa del amor es ver crecer al otro sanamente, dignamente, sin sentir culpa o ser resultado de una relación coercitiva, producto de chantajes, presiones, extorsiones o culpas. Aceptar que el otro es cuerpo y mente (y eventualmente espíritu), es como ver el amanecer o el crepúsculo. Algunos, afortunados, logran amar a la misma persona que los ama. Esto, como a veces se piensa, no creo que sea resultado de una predisposición divina, sino, más bien, una humana. Una predisposición al amor, a dejarse amar y a saber amar. Esta interacción tampoco es bidireccional, pues no está condicionada o subordinada a la reciprocidad del otro.
Amar no es un entrenamiento, es un aprendizaje. El maestro es el otro, y también la materia. Uno se ilumina del otro. Como decía Lacan: «amar es dar lo que no se tiene». Pues claro, amar es reconocer la novedad del otro. No es dar algo material. Es algo que está por conquistarse.
Imagen, Marte desarmado por Venus y las Gracias por Jacques-Louis David, tomada de Wikimedia commons.
Matheus Kar

(Guatemala, 1994). Promotor de la democracia y la memoria histórica. Estudió la Licenciatura en Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Entre los reconocimientos que ha recibido destacan el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía «Canto de Golondrinas» 2015, el Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), el Premio Editorial Universitaria «Manuel José Arce» (2016), el Premio Nacional de Poesía “Luz Méndez de la Vega” y Accésit del Premio Ipso Facto 2017. Su trabajo se dispersa en antologías, revistas, fanzines y blogs de todo el radio. Ha publicado Asubhã (Editorial Universitaria, 2016).
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