Hipocresía y tensiones raciales en tiempos de Trump

Rosa Tock Quiñónez | Política y sociedad / PERISCOPIO

El viernes pasado, en la capital estadounidense, se llevó a cabo una manifestación sobre derechos indígenas y ambientales. En estos días de oportunismo político y conducción errática del Gobierno, cobra cada vez más relevancia para los grupos históricamente excluidos (indígenas, afroestadounidenses, hispanos/latinos, mujeres, entre otros) tomar las calles para seguir impulsando políticas de inclusión, igualdad y derechos civiles en Estados Unidos.

La Marcha de los Pueblos Indígenas reunió a defensores de derechos humanos y activistas ambientales venidos de varios lugares de las Américas, y tuvo como objetivo presentar a la actual administración las demandas de los pueblos originarios. Fueron denunciadas problemáticas como la supresión del derecho al voto, el tráfico humano y la explotación sexual en comunidades de color e indígenas en Estados Unidos; así como su rechazo a la construcción de más muros que separan a familias de cada lado de la frontera, y al «holocausto ambiental» que impacta desproporcionalmente a los pueblos indígenas alrededor del mundo.

Dada la temática y quienes convocaban, la manifestación pasó completamente desapercibida por parte de la población en general, invisibilizada además por los medios de información tradicionales que no tienden a cubrir estos eventos reivindicativos. Pero más desapercibida e invisibilizada habría pasado dicha actividad si no es por un grupo de estudiantes –predominantemente blancos– de un colegio católico de Kentucky, quienes también se encontraban en Washington D. C., pero no con el mismo propósito.

Los muchachitos, quienes participaban en una marcha antiaborto convocada también ese mismo día, coincidieron con los líderes indígenas en el célebre monumento a Lincoln. Dada su formación «cristiana», de «respeto a la vida» y los «valores» católicos supuestamente inculcados en una institución de esa índole, se supondría que los chicos hubiesen sentido cierta compasión, o a lo sumo ignorado a los activistas sobre las escalinatas del monumento dedicado a quien preservó la unión de esta nación luego de la Guerra Civil.

Sin embargo, los muchachos, portando gorras y suéteres pro Trump con su mensaje «Haz a América grande de nuevo», aparentemente rodean a uno de los líderes que entonaba un canto, un anciano veterano de la guerra de Vietnam, y parecen burlarse de él, desafiarle y gritar consignas. Si bien el líder indígena ahora ha aclarado que fue él quien se acercó a los chicos para tratar de calmarlos frente a otros activistas negros que también estaban provocando a ambos grupos, las redes sociales han mostrado una vez más las tensiones raciales que existen en este país y que parecen ser cada vez más abiertas desde el inicio de la presidencia Trump.

Al igual que millares de estadounidenses, el alcalde de la ciudad donde se encuentra el colegio privado, ha manifestado su repudio ante el comportamiento de los muchachitos. En un comunicado, indica que el comportamiento de estos colegiales «no representa los valores y creencias de la ciudad». ¿En serio?

Frente a estas tensiones raciales –y en el caso de marras, independientemente de quién haya iniciado la provocación–, es muy común por parte de líderes políticos escudarse detrás de fórmulas similares, en las que se trata de convencer al público de que, pese al comportamiento nocivo de unas cuantas personas, el resto de la comunidad es tolerante, acogedora, buena, aprecia la diversidad y es incluyente. Y seguramente hay políticas y reglamentos bien intencionados que tratan de desenraizar los efectos perversos del racismo institucional que históricamente ha privilegiado a un grupo racial sobre otro.

Pero la interacción de los estudiantes el viernes pasado es un reflejo de las tensiones y prejuicios raciales que todavía subsisten en la sociedad estadounidense, incluyendo a sus élites. Y la prueba más contundente es que quien preside este país no es precisamente un humanista o un estatista, sino Donald Trump. Un presidente impopular pero con una base fuerte de la supremacía blanca que tiene ahora licencia para predicar no con amor, sino con odio en una perpetua guerra mediática entre ganadores y perdedores, de inmigrantes criminales contra ciudadanos decentes, de muros físicos y mentales.

De allí que vencer esos muros de odio e hipocresía con actos de empatía, amor, reflexión y discernimiento deben dominar la agenda de cualquier líder, educador y formador en una era de anticivismo inaugurada por Trump.

Fotografía principal de NYT/Social Media/Reuters.

Rosa Tock Quiñónez

Politóloga y especialista en políticas públicas. Nací en Guatemala y ahora vivo en Minnesota, Estados Unidos. Desde hace varios años trabajo en el sector público, dedicada a la tarea de estudiar, analizar y proponer políticas públicas con el propósito de que la labor del gobierno sea más incluyente, democrática, y fomente una ciudadanía participativa.

Periscopio

2 Commentarios

Rosa Tock 28/01/2019

Felicitaciones don Jose Delacruz. Solo le aclaro que no he copiado nada de ningun lugar y a la evidencia y referencias me remito siempre.

Jose Delacruz 23/01/2019

Lastima por su comentario a cerca de lo que publica, esta copiando lo que la prensa liberal democRat, que esta en contra de mi Presidente Trump , soy Guatemalteco y vivo en este fabuloso pais mas de 40 a-nos, e trabajo muy duro pero ya ahora retirado, nadie me a regalado absolutamente nada, por lo que apruebo las politicas del Presidente Trump, Usted esta equivocada con sus comentarios, ladtima aue solo copie y.no haga un comentario certero de lo que se vive en este pais , solo siguiendo a los periodistas liberales que desde que du candidata perdio han tratado de destruir con sus absurdos comentarios, son parte del problema no parte de la solucion a los problemas. YO vote por mi Presidente Trump y nadie me forzo hacerlo, lo hice por conviccion de que era mejor que su candidata democRat…y sigo respaldandole y votare por el en 2020.

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