-Byron R.Titus / TRANSFORMACIÓN–
No se sabe con exactitud la fecha exacta en que llegaron las hienas a Centroamérica. Pero sí se sabe, por la historia oral, que estas aparecieron por el occidente de Guatemala entre diciembre de 1523 y agosto de 1524. También afirman los antepasados que, como el caballo, algunas razas de perros y otros animales domésticos, estas llegaron a nuestro continente con sus amos desde Europa a donde habían llegado con los romanos desde África y Asia.
Estando en América, la hiena llega a convertirse en símbolo de estatus y nobleza. Se prolifera dentro de los nuevos ricos, dando a sus amos motivo para presumir en el ámbito social su distinción; mi hiena es más grande y cruel que la vuestra.
Más tarde, se les encontró un uso más práctico que cosmético, acorde a su crueldad se les incorporó al sistema de defensa y seguridad de las propiedades apropiadas por sus dueños. Para protegerse al obscurecer, los centinelas amarraban una hiena hambrienta en cada esquina y otras las sacaban a patrullar por las noches. Cabalmente, de allí nació el esquema de distribución militar de patrulla, una hiena por cada seis soldados.
Cuentan que con los años estas hienas en celo se cruzaron -o las cruzaron- con una especie de perro-coyote local (probablemente haya llegado de la parte norte del continente), al que en Guatemala se le conocía como “cadejo”. El resultado de este cruce resulta en un híbrido conocido como “hienajo”, que se populariza como mascota entre las clase sociales media y baja. Yo no llego a hiena pero sí a hienajo.
Hasta aquí todo iba más o menos normal, las hienas, si bien salvajes, no mataban por cuenta propia, se alimentaban generalmente de carcazas de animales o seres humanos muertos que sus dueños se encargaban de llevarles en carretas de bueyes desde los campos de batalla y exterminio. Cuanto estaban en tiempos de tratados de paz, las alimentaban de todo lo que se les atravesara en el paso.
Ahora bien, la hiena en sí es cobarde por naturaleza, valentona en manada, inútil sola. Y no es sino al cruce de estas dos especies (hiena – cadejo) en que el hienajo desarrolla crueldad propia. El cadejo, por su lado, también es cobarde, burlón y oportunista. Es pues el retoño, el hienajo, el que empieza a matar por cuenta propia y a comerse la carne fresca o podrida de sus víctimas. Este “Frankenstein animal” es lo que por los años 80 se popularizó como el Chupacabras, y por sus dotes de asesino es cotizado en muchas partes del bajo mundo, incluyendo los carteles del narcotráfico. Muchos encontraron allí su nuevo nido.
Esta especie criminal no es nueva, pues data de los días de la mal llamada “conquista” y aunque no existe un registro exacto de su origen, sí sabemos por nuestros ancestros que tienen tiempo de andar por aquí y de venir acosándonos. Es por eso que con los pelos de la hiena en la mano, podemos afirmar, sin lugar a dudas, de que los hienajos que están dentro del zoológico vip -otrora fuerte militar de la ciudad de Guatemala- no están ni domesticados, ni son pasivos. Su crueldad es innata, y como diría Dany mi socio de Bayamón, “Lo peor es que no son todos los que están, ni están todos los que son”. Son mucho más los que andan sueltos.
Fotografía proporcionada por Byron Titus.
Byron R.Titus

Sociólogo, investigador científico y transformador. Conferencista y asesor internacional. Actualmente director del Regional Resource Center en Webster MA. Fundador y director del Centro de Transformación a la Excelencia. Vivo fuera de Guatemala desde la noche del dia de la virgen de Guadalupe 1975. Mi cumpleaños es el 15 y 16 de julio, resido -hasta que San Juan baje el dedo- en Nueva Inglaterra, EUA. Amante de las artes, particularmente la literatura y la música.
0 Commentarios
Dejar un comentario