Matheus Kar | Arte/cultura / BARTLEBY Y COMPAÑÍA
En cualquier disputa siempre hay perdedores. Quien gana impone sus creencias, moral, explicaciones, percepciones, instituciones, valores, costumbres o historia. Hablando de historia, Guatemala acumula muchas derrotas. Guatemala ha interiorizado la cosmovisión de los ganadores, no sin generar conflictos identitarios.
La hegemonía cultural, según Antonio Gramsci, se utiliza para conceptualizar la dominación de la sociedad, culturalmente diversa, por la clase dominante, cuya cosmovisión se convierte en la norma cultural aceptada y en la ideología dominante, válida y universal. Este bagaje hegemónico se presenta de una manera sutil a través del tiempo, invisible y seductor. De cierta manera, la nueva cosmovisión sepulta a la anterior. En Guatemala hay muchos registros hegemónicos. La llamada «Conquista» nos dejó el pecado y otras creencias costosas. La Independencia, liderada por los criollos, replanteó la identidad del guatemalteco, instaló la pobre bandera, sus colores y sus himnos, bélicos por supuesto. Y no digamos la Contrarrevolución del 54.
El pasado 20 de septiembre, por segunda ocasión, vimos la Plaza de la Constitución llena de carretas de shucos y de algodones, ventas de gaseosas y sombreros, de pancartas, ciudadanos, latas pateadas, chicles desnutridos y relucientes banderas. La consigna era sacar al comediante de la Presidencia, apoyar a los buenos ciudadanos como Iván y fundar una nueva nación, todo en un mismo día. Ninguno de estos tres berrinches desea ser coherente o lógicamente razonable. Ahí tenemos las banderas criollas, empañando estas inocentes intenciones. Como bagazos de la hegemonía criolla, las banderas evidencian la falta de raciocinio en los planteamientos. Si se quiere fundar una nueva nación, se debe empezar a replantear el concepto que tenemos de ella. Para pensar Guatemala hay que usar la cabeza y no el corazón, ir al psiquiatra para regular nuestra fijación sexual por la Plaza y aprender a leer el mapa geopolítico. Porque, en serio, ¿de verdad con traer a Iván Velásquez se puede fundar una nueva nación, se puede erradicar la desnutrición o acabar con la corrupción? No, la respuesta es no. Si no se bucea en los problemas profundos, de ninguna manera eso llegará a pasar. Apoyar a Iván es defender los intereses prooligarquícos de Dionisio Gutiérrez & Co. Apoyar a Morales es reafirmar el régimen oligárquico de los últimos dos siglos. El problema de Guatemala son sus ciudadanos, específicamente la oligarquía y quienes la defienden consciente e inconscientemente. No se trata de sacar a Jimmy y traer de nuevo a Iván. Se trata de expulsar a la oligarquía y traer de nuevo a los conquistados, a los que perdieron frente a los españoles, a los que llevan largo tiempo esperando su hora.
La coyuntura guatemalteca no está lejos de la Liga Nacional de Futbol. No importa si ganan los rojos o los cremas, los del interior son los que pierden. Nuestros ancestros pelearon del lado perdedor. No hay tierra sagrada para el conquistado. Primero hay que destruir Guatemala, empezando por sus próceres, sus símbolos y sus representantes. No se trata de fumigar, se trata de talar el edificio entero. Culturalmente, vivimos la visión de los conquistadores. Como dicen, la historia la cuentan los ganadores. Pues entonces, vamos a cambiar de historiadores. Cambiando de historiadores cambiamos de historia.
Últimamente se habla sobre el proceso de Asamblea Constituyente Plurinacional y Popular en Guatemala. Este proyecto está a cargo de Codeca y solo puede ser posible con ellos. Su bandera no es azul o blanca, es plurinacional, y habla desde el pensamiento latinoamericanista de Bolivar y Martí, pasando por Mariátegui, Cardoza, Paz, Freire y otros. A diferencia de las asociaciones de estudiantes, colectivos, oenegés y medios de comunicación, que son financiados por alguna de las alas oligarquícas, Codeca es un proyecto de nación que busca corregir los vicios culturales de los guatemaltecos, sus narrativas falsas y dosificar el diálogo.
Imagen principal tomada de Ad Absurdum.
Matheus Kar

(Guatemala, 1994). Promotor de la democracia y la memoria histórica. Estudió la Licenciatura en Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Entre los reconocimientos que ha recibido destacan el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía «Canto de Golondrinas» 2015, el Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), el Premio Editorial Universitaria «Manuel José Arce» (2016), el Premio Nacional de Poesía “Luz Méndez de la Vega” y Accésit del Premio Ipso Facto 2017. Su trabajo se dispersa en antologías, revistas, fanzines y blogs de todo el radio. Ha publicado Asubhã (Editorial Universitaria, 2016).
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