Bienvenido Argueta Hernández | Política y sociedad / DANZA CÓSMICA
La intensidad que se vive en Guatemala ha sido el telón para encubrir las atrocidades que se han cometido en contra de su población. El incendio ocurrido en el Hogar Seguro en marzo de 2017, en el cual 41 niñas y adolescentes murieron calcinadas, ha sido relegado por la aparición de tanto escándalo público relacionado con la corrupción. La reacción natural del dolor y la repulsa ciudadana inicial se extinguieron más rápido que los gritos desesperados de las niñas que por años sufrieron abusos sexuales y sometimiento a la esclavitud del comercio sexual. Por un período breve se organizaron manifestaciones y múltiples fueron las expresiones de indignación que en la actualidad se han desvanecido. Ante la secuencia vertiginosa de escenas condenables, la ciudadanía se acostumbró a ver los actos criminales de los poderes reales como algo que es normal, refugiando su inacción en la comodidad.
La pregunta que surge es ¿por qué hemos llegado hasta este punto de insensibilidad humana? Pero lamentablemente la realidad es que nuestro país ha sido forjado esencialmente en esa dinámica: la generación de una falsa conciencia ciudadanía basada en el castigo, el dolor, el sacrificio, la discriminación, el uso de la fuerza y el miedo. Aún quienes levantan su voz en contra de los hechos que atentan a lo más fundamental y básico de la existencia humana, se confrontan ante la descalificación por ser comunistas, izquierdistas o pecadores. El humanismo en nuestra sociedad se destruye desde sus bases, como es el caso de la justicia.
En medio de la nueva vorágine por las elecciones generales y de los escándalos que envuelven a casi todas la personas que se postulan a los cargos para alcaldías, Congreso y Presidencia de la República, así como las negociaciones descaradas por las cortes a cambio de impunidad, los diputados discuten la iniciativa 5377 para reformar la Ley de Reconciliación Nacional, con el fin de otorgar la amnistía total para las personas culpables de delitos contra deberes de la humanidad durante el conflicto armado interno. Comunidades enteras fueron arrasadas, aún sin ser actoras en el conflicto. Para algunos pocos que mueven los hilos de la política nacional, este paso sería la conclusión de un movimiento que cambia leyes a su antojo para liberarse de los delitos cometidos, como ha ocurrido con los empresarios más poderosos del país, la clase política y ahora con las pretensiones de favorecer a los militares.
De aprobarse esta ley, el exterminio de miles y miles de personas en las formas más atroces e impensables cometidas por el ejército y fuerzas de seguridad sería prácticamente sumergido al interior de la oscuridad más infame; se renovaría la constitución de nuestra sociedad en la cultura de la muerte y en contra de la vida. En el trasfondo de la aprobación de esta ley se guarda una de las fortalezas de los responsables de la situación de miseria y violencia que se vive en el país; nos quieren volver a instalar la idea de que el futuro debe olvidar el pasado, así como los actos bárbaros y crueles perpetrados en contra del pueblo. Ellos restringen el futuro a un espacio desafortunado, cuyo origen y unidad se impone por la fuerza y el poder de la sinrazón. En este horizonte se vale de todo: violar y quemar niñas o mujeres, matar comunidades indígenas si para ellos es necesario, dejar a jóvenes sin oportunidades para luego reprimirlos, observar a miles de familias desfallecer por el hambre y la desnutrición, dejar a generaciones sin educación o encarcelar a los líderes que luchan por conservar la riqueza natural y cultural de sus comunidades.
No podemos esperar hasta que nos pase a nosotros y vivir lo terrible de un Estado ilegítimo que se fundamenta en el asesinato de los más débiles, en la explotación de su población y en el régimen de la injusticia. No podemos olvidar a los miles de personas exterminadas durante el conflicto armado, ni a las 41 niñas, ni los actos de lesa humanidad cometidos en nuestro país y tampoco a la impunidad.
Fotografía principal tomada de Sputnik Mundo.
Bienvenido Argueta Hernández

Aprendiz permanente de los relatos encantadores de las gentes y explorador de las historias que nos muestran mundos diferentes entretejidos entre poesía, cuentos y pinturas. Me gusta jugar, subir volcanes y cruzar arroyos, recorrer laberintos y ser capaz de observar estrellas, paisajes y sonrisas. Escucho jazz o rap y en los intermedios hago investigación social y escribo sobre filosofía y educación.
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