-Marcelo Colussi | ENSAYO–
En Guatemala, el Psicoanálisis todavía sigue siendo mala palabra, asusta. Lo vemos en la forma en que se lo considera, y en la que se lo enseña. Por lo pronto, casi no está en los planes de estudio de ninguna universidad. Los estudiantes de Psicología lo ven muy de pasada, en un semestre, en dos exagerando. En general se lo estudia poco, y mal. Hay una visión bastante deformada de sus conceptos; se lo conoce a través de manuales de difusión como una escuela psicológica más. Se tiene de él una versión biologista, y en muy raras ocasiones, o más bien nunca, se leen los textos de Freud, no digamos los de Lacan. Wikipedia es el referente para el caso.
Lo que prima en la formación de los psicólogos son los manuales de Psiquiatría, las neurociencias, las técnicas de readaptación, en general de procedencia estadounidense. A partir de esa formación, casi denostándolo, el Psicoanálisis no está incorporado en el tejido social. La población sigue emparentando ir al psicólogo con estar loco, con todos los temores y fantasías que allí se juegan. Al Psicoanálisis se lo sigue viendo como algo raro, distante de la gente, como un exótico producto intelectual reservado a minorías. A lo que se suman otros prejuicios: además de ese extendido pansexualismo que mencionamos anteriormente, se suele decir que da lugar a tratamientos larguísimos, caros, que no sirve para trabajar en el barrio o en las comunidades. Todo lo cual no es cierto. El Psicoanálisis es una teoría del sujeto, a partir del concepto de inconsciente, que sirve para transformar el sufrimiento, para mejorar la condición humana, que abre puertas rompiendo tabúes e hipocresías y nos permite construir sujetos más sanos.
Se dice que es un abordaje individualista. Gran falacia: no existe una Psicología individual. Siempre es, por fuerza, social. Lo que un sujeto es, en cada momento, es producto de una historia, de un entramado social al que pertenece y del que no puede desprenderse. La idea de Tarzán, un hombre que se cría solo en la selva, es un mito: eso no puede existir. Si no hay otros humanos en juego, no nos humanizamos, no salimos del mundo animal. Lo humano es, por esencia, siempre social. Existe la equivocada idea de que hacer Psicología Social es ir al barrio, a la comunidad. Y hasta podría agregarse que con la indumentaria correspondiente: el morral y los caites. En la clínica privada no se viste así uno. Estamos nuevamente ante un prejuicio: Psicología social es aquella que tiene como objeto de intervención un grupo, una masa, un colectivo. La Psicología estadounidense es particularmente especialista en eso: ahí está la Psicología de la publicidad, las técnicas de manipulación social, todo aquello que en Estados Unidos se llama «ingeniería humana». No hay dudas de que eso lo hacen muy bien, porque todos consumimos los productos que ellos desean que consumamos, y en buena medida pensamos lo que quieren que pensemos. Esa es una forma, muy precisa por cierto –y muy criticable también–, de hacer Psicología, de lograr efectos.
De ningún modo la intervención en el barrio o en la comunidad rural riñe con el Psicoanálisis: los problemas que allí pueden encontrarse, los problemas humanos, subjetivos, los dramas de la vida que se suman a la pobreza y la exclusión, hay que atenderlos. Acompañarlos políticamente puede ser muy importante, pero quizá eso no es Psicología. Sin una teoría del sujeto que permita entender qué sucede íntimamente, nos quedamos en la superficialidad. No hay que confundir la intervención psicológica con la tarea política. Las prácticas sociales son siempre infinitamente ideológicas, están atravesadas de cabo a rabo por la ideología. ¿No lo están, acaso, todas esas técnicas de control social que implementa la Psicología de la publicidad, por ejemplo? Trabajar con el sufrimiento de la gente, con los efectos de la violencia, con el drama del alcoholismo o de la drogadicción, trabajar con la desesperanza, con el miedo, con los golpes de la vida que van mellando el alma, es también algo que no escapa a la ideología, que no está desligado de ella. Pero no debe confundirse la práctica psicológica –en la que el Psicoanálisis aporta mucho más que la Psiquiatría manicomial o las técnicas de buenos consejos o de readaptación a la que somos tan afectos por ese imperialismo cultural estadounidense que vivimos– con la práctica política.
El Psicoanálisis es altamente subversivo, revolucionario, porque cuestiona la ilusión de normalidad. Pero no es la revolución social. Y por otro lado, ir al barrio o la comunidad como psicólogo social tampoco es la revolución social. Eso es algo que está en el límite: es una práctica política con apariencia de Psicología. Creo que en eso hay mucho que debatir todavía. El Psicoanálisis como teoría y como práctica tiene muchísimo que aportar para la atención del sufrimiento. Ni la Psicología social es necesariamente de izquierda, ni el Psicoanálisis es de derecha. Esos son errores que se deben esclarecer. Tal vez la falta de estudio riguroso del Psicoanálisis es una constante en nuestro país, que deberíamos superar. Para criticarlo, en principio, habría que conocerlo más. Y esa es una asignatura pendiente aún.
Aquí puede leer la entrega anterior.
Fotografía principal, Freud y Lacan, tomada de ML News.
Marcelo Colussi

Psicólogo y Lic. en Filosofía. De origen argentino, hace más de 20 años que radica en Guatemala. Docente universitario, psicoanalista, analista político y escritor. Página personal de Facebook.
2 Commentarios
Muy interesante el articulo, estoy haciendo psicoanalisis con un analista de Argentina en modalidad virtual ya que no encontre a alguien en Guatemala, o no busque bien. Antes probe la psicoterapia congnitiva pero definitivamente el psicoanalisis es diferente y en lo personal es mejor.
El otro día escuche de un psicologo decir que Freud ya no esta vigente, pero es por la falta de Lectura, o quedarse con lo que el catedratico enseña ya que me imagino que es algo que lo escucho del catedratico y el alumno lo repite, y hasta percibi que se incomodo con escucha psicoanalisis.
Un gusto leerte, saludos
Excelente. Simplemente excelente.
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