-Marcelo Colussi | ENSAYO–
El Psicoanálisis sigue siendo muy poco conocido en Guatemala. ¿Qué es exactamente? Es un cuerpo teórico muy bien articulado, con más de un siglo de desarrollo, que tiene como concepto básico el inconsciente. Es un saber perteneciente al campo de las ciencias sociales, inaugurado por el médico austríaco Sigmund Freud, quien irrumpió subversivamente a inicios del siglo XX, rompiendo una visión biologista del ser humano y de su ámbito psíquico, cuestionando principios ancestrales de la tradición filosófica occidental, de la visión aristotélico-tomista de nuestro sentido común, formulando así una demoledora crítica de la noción de normalidad.
A partir de los conceptos que Freud legó, podemos decir que el Psicoanálisis es una práctica social, una técnica de trabajo para abordar una amplia gama de problemas en el ámbito de la clínica psicológica, de la educación, de la cultura, y que sirve para entender fenómenos sociales en un extendido espectro de cuestiones.
«Inconsciente» es el concepto principal de toda la teoría psicoanalítica. Con él se sintetiza el sentido del descubrimiento freudiano. ¿Qué es el inconsciente? Es un escenario, un ámbito simbólico que explica lo que el sentido común o la Psiquiatría no pueden explicar. La preocupación del Psicoanálisis no es, en absoluto, la localización física de ese inconsciente; eso, en todo caso, será preocupación de la neurología. Lo que importa psicoanalíticamente son los efectos de ese ámbito. Esos efectos, que llamamos formaciones del inconsciente, son ciertas cosas que dejan sorprendidos al sentido común, a la medicina, a la filosofía. Ahí tenemos los sueños, los actos fallidos, los chistes y –lo más importante para la dimensión clínica– los síntomas psicológicos.
¿Por qué soñamos? ¿Qué significan los sueños? ¿Por qué a veces nos equivocamos cuando hablamos, olvidamos un nombre, una fecha? Así funciona nuestro aparato psíquico para producir un síntoma: ¿por qué en un determinado momento, sin ninguna afección orgánica, un varón joven está impotente o una mujer frígida? ¿Por qué se produce un tic o un delirio? ¿Por qué tenemos los rasgos de carácter que tenemos?: unos son especialmente ansiosos, meticulosos, obsesivos; mientras que otros son despreocupados o parranderos a morir. ¿Por qué sucede todo eso? ¿Por qué nos angustiamos? ¿Por qué alguien se suicida o es alcohólico? ¿Por qué alguien es heterosexual y otro, digamos su hermano criado en el mismo hogar, homosexual? ¿Por qué hay quien llega a los cuarenta años y nunca tuvo una relación sexo-genital, mientras otra persona es promiscua, y otra hace votos de castidad? Cualquiera de esas expresiones: el síntoma, el acto fallido cuando hablamos, el sueño, el chiste, no puede entenderse desde el sentido común, desde una visión biomédica tradicional. Es ahí donde entra el inconsciente.
Según nuestra larga tradición filosófica, fundamento del sentido común cotidiano, somos seres racionales. Dicho de otro modo: somos los dueños de nuestro destino, el conflicto es un cuerpo extraño en nuestras vidas y cada uno de nosotros decide por dónde va. La idea de inconsciente viene a romper esa ilusión: «No somos dueños en nuestra propia casa», dirá Freud. Asimilar eso es muy cuesta arriba; preferimos quedarnos con la ilusión de ser dueños de nuestro destino. La experiencia clínica, y el análisis de infinidad de fenómenos cotidianos, nos lo confirma. Freud justamente empezó mostrando su descubrimiento del inconsciente no desde la experiencia clínica, sino desde la normalidad cotidiana: los sueños (su principal obra es La interpretación de los sueños, de 1900), los actos fallidos (lo muestra con un texto genial que es la Psicopatología de la vida cotidiana, de 1901) y con el análisis de los chistes (El chiste y su relación con el inconsciente, de 1905). El sentido común, la ciencia oficial de su época, la ideología dominante centrada en la razón –que es la que sigue primando– no pueden digerir esa verdad. De ahí que se intenta por todos lados minimizar la obra freudiana, denigrarla. El Psicoanálisis, en ese sentido, es visto como «afiebrada elucubración» de su creador, una serie de incongruencias supuestamente pansexualistas, algo impráctico para la vida. De ahí que se sigue poniendo la Razón, la Voluntad, como el centro de nuestra vida anímica. La Conciencia, de la que supuestamente somos dueños, sigue estando por arriba de todo: por debajo estarían esas cosas «pecaminosas», incomprensibles, esos productos de desecho que serían el inconsciente. Por eso en Psicoanálisis no hablamos de «subconsciente», porque esos contenidos que no dominamos (que se muestran en el sueño, en el lapsus, en los síntomas), no están ni arriba ni abajo, no son «sub». Simplemente son parte de nuestra vida. ¿Por qué tenemos una determinada identidad sexual? ¿Es una decisión voluntaria? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Todos sabemos que fumar puede ocasionar cáncer de pulmón, pero una amplia mayoría sigue fumando. Desde la razón, la voluntad, la conciencia, eso no se puede explicar. Del mismo modo que no se pueden explicar el sueño, el olvido o la ansiedad, cualquier fobia, el delirio persecutorio de un paranoico o la alucinación de un esquizofrénico. Para entender esos fenómenos –y para poder operar sobre ellos– es que surgió el concepto de inconsciente. Y a partir de él, toda la práctica psicoanalítica.
Continuará.
Aquí puede leer la siguiente entrega.
Fotografía principal, Sigmund Freud, tomada de Biografías y vidas.
Marcelo Colussi

Psicólogo y licenciado en Filosofía. De origen argentino, hace más de 20 años que radica en Guatemala. Docente universitario, psicoanalista, analista político y escritor. Página personal de Facebook.
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