Habitar las ruinas

Carlos Gerardo | Arte/cultura / RESIDENCIA CON LLUVIA

La desnudez de las ruinas.
Balzac

Las ruinas siempre me hacen pensar en la soledad. No solo eso. Frente a las ruinas, es inevitable que me sienta solo. No sé si a ustedes les pasa lo mismo. Son testimonios silenciosos de un espacio habitado que, de un momento a otro, dejó de estarlo para sufrir poco a poco la lenta invasión de la intemperie.

Me conmueven las ruinas. La última vez que estuve en una me afectó de tal manera que vine a escribir este texto. Los edificios han sido construidos para resplandecer, para impresionar por su imponencia y su belleza. Curiosamente, es la lenta destrucción del tiempo y el abandono la que más bellos los hace. Nada más hermoso que un edificio abandonado. Nada más triste que la historia que cuenta el musgo sobre sus paredes agrietadas. Nada más desolador y más fuerte que la vegetación invadiendo, lentamente, las losas de lo que antes fue su piso.

Las ruinas me confrontan también con mi finitud. Al ver la imponencia decadente, al sentir esa extraña sensación de madurez y soledad que provocan las construcciones, escucho cómo sigue la muerte murmurando a mi oído, escucho cómo sigue sucediendo esa forma en la que medimos nuestro tiempo, y me siento confrontado a una breve mortalidad.

Pasé unos días así, pensando en las ruinas, y recordé un libro de poesía que escribió un amigo. El título del libro es Habitar las ruinas, y su autor en ese momento se hacía llamar Moho. Hasta ahora pienso en toda la fuerza que tiene esa frase. «Habitar las ruinas» como habitamos la muerte o la memoria o el silencio. Habitamos ahora las ruinas del futuro; y en el concreto y en el cristal que hoy nos vemos reflejados, habitará pronto el verde silencioso y anárquico de la vegetación que lo invada. Ya no estaremos para ver nuestros edificios corrompidos ni nuestras catedrales desnudas. Los centros comerciales tendrán, finalmente, un poco de dignidad. Serán los testigos de una época que ya no exista. Hasta ese momento comenzarán a ser hermosas las ciudades, y no estaremos ya para verlas.


Fotografía tomada de Wikimedia commons.

Carlos Gerardo

Mi nombre completo es Carlos Gerardo González Orellana. Nací en El Jícaro en 1987 y migré a la ciudad de Guatemala a los doce años. Me gradué como ingeniero químico en 2010 de la Landívar, pero dejé de ejercer mi profesión formalmente a inicios de 2016, con el fin de dedicarle más tiempo a mi carrera humanística. También estudié Literatura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y Filosofía a nivel de maestría en la Landívar, de nuevo. Trato de ser consecuente con la decisión que tomé y le dedico a la escritura y a la lectura todo el tiempo que puedo. Me gusta mucho la poesía, leerla sobre todo, pero también escribirla, y estos ejercicios han sido constantes en mi vida. Escribir y leer representan un signo de identidad para mí. Estoy seguro de que la literatura es algo muy importante y de que no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además de eso me gustan el vino, el cine y las conversaciones.

Residencia con lluvia

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