Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES
En estos días se celebra noventa el aniversario del nacimiento de Jürgen Habermas, uno de grandes pensadores del siglo pasado. Formado en la famosa Escuela de Frankfurt que fundaron en la década de los años veinte Max Horkheimer y Teodoro Adorno, se convirtió desde muy joven no solo en su alumno más brillante y destacado, sino, además, en su madurez renovó crítica y originalmente los principales presupuestos conceptuales de la teoría crítica de la sociedad moderna que sus maestros habían forjado en libros como Conocimiento e interés, Trabajo e interacción, La reconstrucción de materialismo histórico, Validez y facticidad, y en especial, en su gran obra Teoría de la acción comunicativa. Libro que es una invaluable contribución a la comprensión de las sociedades modernas, al mostrar de manera exhaustiva que estas se organizan en dos niveles claramente diferenciados, los órganos sistémicos de la administración del Estado y del mercado económico, que se autorregulan, espaldas de los sujetos, con los medios del poder y el dinero, por un lado, y por otro, el mundo de la vida de sus miembros en donde conservan y renuevan el contenido de los saberes culturales, aprenden las normas y valores morales con los que se socializan o integran a la sociedad y los conocimientos científico-técnicos que necesitan para desempeñar los diversos roles laborales que les permitan no solo conservar sus vidas sino también contribuir al mantenimiento y reproducción de esa sociedad de la que hacen parte. Procesos de aprendizaje que los hombres realizan usando el lenguaje, comunicándose entre sí los múltiples e inagotables mensajes que contienen esos saberes fundamentales.
Pero, además, sus libros los escribió dialogando de manera extensa y profunda con las obras de otros pensadores como Wilhelm Dilthey, John Dewey, Sigmund Freud, Carlos Marx, John Austin Jean Piaget, y especialmente con sociólogos como Max Weber, Emil Durkheim, George Herbert Mead o Talcott Parsons. Pues Habermas es un gran convencido del hecho de que quien piensa algo de su vida o del mundo no solo dialoga consigo mismo, como lo enseñó con razón Platón en su época, sino también el que realiza ese diálogo con otros pensadores y sus obras; hecho del que ya había sido consciente Descartes, y por supuesto, uno de sus principales interlocutores, Georg Gadamer, uno de los fundadores de la hermenéutica filosófica. Diálogo que en sus manos no solo está encaminado a entender lo que dicen estos pensadores sino también a criticar con argumentos racionales las proposiciones que considera no válidas, o por lo menos, de limitado alcance cognoscitivo.
Habermas es también un ilustre heredero de los pensadores ilustrados, especialmente de Kant, que llamó a los hombres modernos a tener el valor o atreverse a usar la razón en todos los planos de sus vidas, y convertirse así en sujetos racionales valiosos. Y los hombres modernos, al atender esta demanda, al usar su razón, han forjado no solo un caudal casi infinito de conocimientos científicos sino también se han dado las normas morales que necesitan para convivir en sociedad y han adquirido la capacidad de juzgar críticamente las obras de arte y literarias con razones que pretenden igualmente fundadas. Y al usarla en estas tres dimensiones de sus vidas, los hombres lo que han hecho es en el fondo proseguir en sus existencias públicas y privadas, muchas veces sin percatarse, la labor que también comenzó Kant en la esfera estrictamente filosófica al escribir sus conocidas tres críticas, de la razón pura, de la razón práctica y de la capacidad de juzgar en las últimas décadas del siglo XVIII.
Sin embargo, los hombres modernos no solo han usado su facultad racional para realizar estos propósitos valiosos y fundamentales mencionados. También la han empleado paradójicamente para «engendrar el mal», es decir, para hacerse daño a sí mismos, a los demás y a la naturaleza exterior. Hecho que constató muy bien Nietzsche y sobre el que versó su discurso crítico de la razón en favor de la vida, o mejor, a favor de las fuerzas y energías que la constituyen en su naturaleza esencial. O también, la han empleado para crear instituciones cerradas marcadas por férreas reglas disciplinarias en la que quienes ingresan ahí pierden su libertad subjetiva, quedan convertidos en objetos, como lo expuso y analizó ampliamente Foucault; o para socavar la intimidad sexual de sus existencias en las que tienen la posibilidad de ser soberanos de sí mismos como lo denunció Bataille; o para fabricar avanzadas y sofisticadas armas como las nucleares que les abren la posibilidad de destruirse integralmente a sí mismos; etcétera. De ahí que los hombres, al usar su razón, generen fenómenos opuestos y contradictorios; fenómenos que contribuyen a formarlos como seres humanos, a humanizarlos, y al mismo tiempo que les socaban no solo su libertad sino también que ponen en peligro o dañan sus propias vidas.
Sin embargo, como Habermas lo mostró muy bien, los hombres actuales pueden usar su razón, y de hecho la usan todos los días, de un modo sustancial diferente a los mencionados: cuando emplean el lenguaje en sus actos de habla, en la interacción comunicativa, que realizan en el interior del mundo de sus vidas. Es ahí donde su razón la ponen en juego de manera ejemplar y fundamental. Al hablar entre sí, al dialogar, en el interior del mundo de sus vidas, los hombres se proponen ante todo entender lo que se dicen, comprender los mensajes que se transmiten. Y para poder comprender lo que se dicen es necesario no solo comprender el significado de las palabras que emplean en sus frases y expresiones lingüísticas, es decir, el idioma al que pertenecen, sino también, captar en sus mentes las razones, causas o motivos, que sostienen eso que se comunican. Pues una proposición o acto del habla que realizan los seres humanos pretenden que sea verdadero, correcto o auténtico; son tres pretensiones generales que acompañan de modo intrínseco los actos comunicativos que llevan a cabo entre sí. Y para lograr sostener ante sus interlocutores que es verdad lo que pretenden que es verdad, que es correcto lo que pretenden que es correcto o que es auténtico lo que sostienen como tal, necesitan inevitablemente dar las razones que afirman o prueban esas pretensiones. Y en este momento se muestran como sujetos racionales, como seres humanos que usan su razón dando y exponiendo razones sobre algo de sus vidas o del mundo.
Pero, además, a través de este uso lingüístico de su razón, a través del diálogo racional, los hombres modernos se dan el mejor y más eficiente medio para resolver los problemas, así sea parcialmente, que el uso destructivo o dañino que han hecho de su razón y que han provocado en la realidad. El diálogo racional se erige como el mejor camino, o mejor, el único racionalmente posible, que tienen los hombres para reparar esos daños que el uso dañino, en cierto modo «irracional», de su facultad racional ha ocasionado. Es gracias a él que los hombres que lo practican no solo se tornan iguales entre sí, más allá de sus múltiples diferencias y desigualdades socioeconómicas, culturales, étnicas, etcétera, sino también encuentran el medio o recurso ideal que les da la posibilidad de resolver los problemas que han generado. Y al habernos explicado esto, Habermas nos mostró que la modernidad, a pesar de sus deficiencias y notorias deformaciones críticas, no está agotada o superada, porque en su seno anida este recurso fundamental que los hombres que la habitan deben usar o a aprender a usar para enfrentar con ilusión y esperanza los graves problemas que han creado.
Fotografía tomada de Wikipedia.
Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 7 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.
Correo: camilobok@hotmail.com
3 Commentarios
Espero continuar recebendo esses ótimos artigos do professor Camilo G, Giraldo, e pergunto ao professor se posso usar seus artigos e escritos em minhas aulas de filosofia, espero reposta, abraços e obrigado.
Estimado Eliandro: le pido disculpas porque no había visto su pregunta y comentario. Claro que sí puede hacer uso de mis artículos en su cátedra de filosofía. Un saludo cordial,
Camilo García
Gracias
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