Guatemaltecos en la ceremonia de los premios Grammy 2017

-Jorge Sierra / PALO DE MÚSICA

Cómo da de gusto saber que cuatro guatemaltecos aparecen de una u otra forma en la lista de posibles beneficiados al premio Grammy Latino 2017, a realizarse el próximo 16 de noviembre en Las Vegas, Nevada, EE. UU.

El tema merece un poco de atención porque eso da muestras de que Guatemala sí posee un potencial artístico y creativo superior, incluso, al de algunos países de Centroamérica. El nombre del país se insertó en esa lista de premios desde 1999, cuando el productor KC Porter (aunque no nacido acá se considera guatemalteco) se llevó la estatuilla anglosajona por mejor disco del año, con Supernatural de Santana. A este le siguió el ingeniero de mezclas Manny Marroquín (2000) y luego aparecieron otros para recibir el más importante premio de la música como Arjona (2003 y a partir de ese año en reiteradas ocasiones tanto en la lista latina como en la anglosajona), Rodolfo Castillo, productor (2007), y Bohemia Suburbana por mejor álbum de rock (2010).

Para este 2017, se barajan de nuevo nombres de guatemaltecos para recibir la presea como Arjona, por canción del año, y Gaby Moreno, por la producción del disco Ilusión (además apareció entre los nominados al premio anglosajón para entregarse este año). Pero también aparecen dos nuevos artistas: Javier Valdeavellano y Nico Farias. El primero, ingeniero de sonido del disco debut Gallo fino, del jovencito de 18 años, Leonardo Aguilar (hijo de Pepe Aguilar), quien, por cierto, cuenta con dos nominaciones: mejor álbum norteño y mejor canción regional. Y el segundo, Farias, como arreglista de la canción Valió la pena, del álbum Marc Anthony Babies, nominado a mejor álbum de música latina para niños.

Ahora bien, todos ellos tienen un denominador común: viven en EE. UU. Es decir, un país y un sistema que sirve de plataforma para desarrollarse y ascender. La presencia de artistas en esos premios reflejan que en Guatemala sí existen personas que pueden destacar, siempre y cuando se les provea de lo indispensable. Para empezar, buenos centros educativos, acceso a instrumentos de buena calidad, facilidad para adquirirlos, igual financiamiento para grabar y producir grabaciones, así como divulgación en los medios de comunicación (aunque cada vez más los jóvenes abandonan la escucha de la radio, que no les da lo que quieren ni cómo lo quieren).

En ese abanico de temas que impiden el avance de nuestros artistas en el país, reitero, está el educativo. En Boston, EE. UU., por ejemplo, desde hace 72 años opera la universidad más grande de música y que ha capitalizado la mayor cantidad de premios Grammy de la historia a través de sus exalumnos: Berklee College of Music. ¿Qué tiene de particular? Capacita al más alto nivel en música popular. No en clásico. Y lleva 72 años de existir. En Guatemala, no existe una universidad como tal, ni tampoco un centro de enseñanza dedicada a la música popular. El Conservatorio Nacional de Música comenzó hace ya ocho años a atender tímidamente esta parte de la música solos los fines de semana, pero tampoco se exploran ni analizan con rigurosidad el blues, jazz, rock, funk, folk, ni nada. Al final es un diplomado en iniciación musical. Por tanto, me atrevería a decir que Guatemala aún vive más de siete décadas atrasada.

Guatemala, Perogrullo, tiene niños y jóvenes con grandes potenciales artísticos. Me lo dicen recién el director Gabriel Paredes (Orquesta Sinfónica Juvenil Municipal), que ve a niños de 12 años bien comprometidos estudiando música (y solo eso les importa); Survier Flores (violinista que vive en Francia) que cada año vuelve a Guatemala a seleccionar a un joven para becarle tres meses en Francia; o Rossana Paz (directora del Sistema de Orquestas de Guatemala con núcleos en la capital, La Antigua y Chimaltenango) que lo nota a través de los niños y jóvenes que integran su orquesta y asisten a los núcleos. Y eso que acá hablo netamente de niños atraídos por la música académica. ¿Y qué ocurriría si existiera una formación en música popular? Sucedería que habrían más Arjonas, más Gabys, más Rodolfos, más Nicos. Pero con esa visión tan tradicional y tan limitada, se entiende que para estar en la lista de los más populares y de los más importantes músicos, como el Grammy, es mejor salir de Guatemala.

Jorge Sierra

Dedicado en los últimos 13 años al periodismo musical. Desde hace 40 años produce programas musicales de radio. Ha escrito para revista Crónica y en los periódicos Siglo21 y elPeriódico. Participó en el tomo V, de Guatemala: historia reciente (FLACSO) y en el Manual del músico independiente. Ha rebasado los cincuenta, pero no hay novedad musical en cualquier parte del planeta que se le escape.

Palo de música

0 Commentarios

Dejar un comentario