Guatemala y Costa Rica: autoestima nacional

Rafael Cuevas Molina | Política y sociedad / AL PIE DEL CAÑÓN

Si algo diferencia a Guatemala y Costa Rica es la autoestima nacional. En Guatemala hay una insatisfacción permanente, una sensación de estar en un túnel en el que no se ve nunca la luz del final, que vamos para atrás y caemos de una situación mala a otra igual o peor.

En Costa Rica la gente piensa que está en el mejor de los mundo posibles, en el más «pura vida» del planeta, el más feliz, el más democrático, en el que a la larga cualquier problema se soluciona.

Son idiosincrasias totalmente contrapuestas producto de historias distintas. Hay factores que han marcado a cada uno y que han dejado huella en sus respectivas autopercepciones y visiones del mundo. En sus respectivas historias contemporáneas, seguramente un lugar central lo tiene el ejército.

Mientras en Costa Rica se abolió a mediados del siglo XX, en Guatemala fue precisamente en ese período cuando pasó a comandar o, más aún, a mimetizarse con todo el aparato del Estado.

La abolición del ejército reforzó en Costa Rica la sensación de su excepcionalidad, idea que no era nueva ni nació con ese hecho, pues ya estaba presente incluso en el siglo XIX, pero se agregó a la batería de conceptos, ideas y mitos presentes en el imaginario nacional costarricense.

La sensación de ser excepcionales no es solo eso, una idea, sino es también una sensación de orgullo que eleva considerablemente la autoestima. Es interesante comprobar cómo las ideas pueden ser un importante motor de la historia. En las pasadas elecciones presidenciales, estas jugaron un papel central. Ante la aparición de un proyecto político asociado a valores (en este caso religiosos) que se entendieron como contrarios a esa tradición que otorga excepcionalidad, se gestó un movimiento ciudadano muy fuerte que terminó reafirmándola en el sentido común dominante.

Fue una verdadera guerra cultural que se saldó con el triunfo de la visión tradicional dominante, reforzándola, y elevando la autoestima nacional.

La autoestima social guatemalteca, por su parte, parece signada por el desgarramiento y la ruptura. Una primera ruptura se origina en la imposibilidad de construir un verdadero Estado nacional, lo que significaría que toda la población se sienta incluida y comparta valores. Hay por lo menos dos grandes naciones en su interior, formada una por los pueblos indígenas y otra por los ladinos.

La segunda ruptura emana de su historia reciente y se vive como desgarramiento. Es producto de la guerra y a ella se asocian sentimientos como frustración, impotencia y dolor. En este contexto no se puede concebir la idea de «país más feliz del mundo», que se mira como frivolidad.

Las razones materiales e ideológicas que están en la base de estas autopercepciones identitarias que determinan la autoestima nacional son muchas, y estas líneas no pretenden abordarlas. Basten estas reflexiones para estimular la autoreflexión centroamericana en aras de conocernos mejor a nosotros mismos.


Rafael Cuevas Molina

Profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Escritor y pintor.

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