Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL
Allá por la década de los 90, el mundo recibía la noticia del momento: los gringos, con esa potestad suprema que creen tener –o que muchos les hacen creer que tienen–, habían viajado millones de años al pasado, lograron revivir a los dinosaurios y esta vez la historia de cómo salvarían al mundo la llevarían a la gran pantalla.
Parque Jurásico, con sus efectos especiales, nos traía la oportunidad de acercarnos un poco más a la fisionomía de esos seres milenarios. Esa oportunidad en Guatemala la tenían aquellos que pudieran pagar más o menos 20 quetzales la función.
Los guatemaltecos, para variar, íbamos un paso adelante. Hacía ya muchos años que Augusto Monterroso los había visto, incluso señaló que siempre estuvieron ahí. Hay quienes en la actualidad se codean con ellos en los espacios más cotidianos de la vida. Incluso hay quienes aspiran, como parte de su evolución, a convertirse en uno de ellos.
Guatemala no necesita de esas pomposas y onerosas proyecciones para hacernos vivir en la época jurásica, el presente no puede ser más expresivo de ese periodo. Acá un listado enunciativo y no limitativo de situaciones y personajes que nos colocan en ese viaje milenario.
Un territorio jurásico no puede ser considerado como tal, si no cuenta entre sus haberes con un dinosaurio propio del lugar, este es aquel espécimen infaltable dentro de la limitación geográfica del país. Para el caso de Guatemala, el más típico ejemplar suele venir con camuflaje, es intempestivo y en ocasiones usa boina roja.
Para su supervivencia, se auxilia de un dinosaurio inferior al que se le denomina presidente. A este le ceden el protagonismo, las cámaras y ciertas prerrogativas a las que el dinosaurio camuflado está acostumbrado. Últimamente el dominante tiene predilección por aquellos con inestabilidad mental.
La educación es el mayor peligro al que se pueden enfrentar, por eso se han auxiliado de otro espécimen, uno muy parsimonioso que cada cuanto propone leyes. A través de este se proponen debilitamientos presupuestarios a la educación superior y, por el contrario, se fortalece económicamente al dinosaurio dominante.
La salud pública no tiene cabida en este mundo salvaje, por cierto.
Existe también el dinosaurio acaudalado, ese por lo general es el más sangriento, aunque esconde bien su peligrosidad, principalmente detrás de los protocolos y las buenas formas de su actuar. Este, rara vez se expone a situaciones deshonrosas, es el menos afectado ante cualquier eventualidad que se viva en la Guatemala Jurásica, se auxilia de todos los demás dinosaurios para mantener sus privilegios y acumula grandes cantidades de recursos para unos pocos.
Se agrupa en Cámaras, con otros de su misma especie e intereses. Teme mucho a las ideas liberadoras y promueve el conservadurismo. Busca devorarse a quienes, a base de esfuerzo –y no de despojo– consolidan sus proyectos. Su más reciente objetivo se llama Filgua, y pretenden, a través de su cooptación, negar el acceso a la lectura a miles de guatemaltecas y guatemaltecos.
Todos los anteriores son peligrosos y dañinos, pero ninguno como el más dócil de ellos: el dinosaurio religioso. Ese es el encargado de interpretar el destino de cada persona, casi siempre a través de la resignación divina. Los grupos de personas que acuden a alimentar el alma, salen convencidos de los elegantes templos en que habitan sus guías, creyendo en la pobreza terrenal y la riqueza post mortem. Son invitados a no cuestionar a los demás dinosaurios, a creer ciegamente en la superposición en la que «el Jefe» ha colocado a todos los miembros de esa Guatemala Jurásica y, de ser posible, apoyar económicamente a quienes llevan las palabras de paz a su rebaño.
En nuestros días, ese es el dinosaurio que mantiene el statu quo. Qué difícil es, de por sí, pelear contra cualquiera de ellos, pero aún más difícil es pelear contra la fe ciega e irresponsable que maneja el peor de los ejemplares de esta Guatemala Jurásica.
Así pues, la invitación a conocer y percibir este destino milenario. Acá se condecoran a embajadores que agreden a guatemaltecos, pero se expulsa a los que apoyan causas sociales; acá no se conoce la obediencia a resoluciones de cualquier corte; acá se inauguran con bombos y platillos obras de medio metro de concreto; se promueven leyes mordaza y a quienes defienden los derechos humanos se les asesina.
Está usted cordialmente invitado a realizar este paseo, abra los ojos y deléitese en la experiencia, todo mientras conduce por las carreteras que en estado prehistórico existen en este país. ¡Que disfrute!
Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.
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