Fernando González Davison | Política y sociedad / DING DONG
Guatemala se asienta en un territorio con una población de muchos colores en la piel y en en la mente, mientras persiste el descontrol demográfico a cada rayar el sol. Hay diversidad de mentes y climas, sin un destino común, pero eso hay que cambiarlo ya. Su Estado y sociedad han sido de imposición de una minoría de turno que se autorecrea con nuevos privilegios y que justifica por algún prurito ideológico desde hace siglos. Ellos, con la fuerza bruta del uniformado, han sembrado muertes prematuras en campos y calles donde se confunden los vivos con las almas en pena, sabiendo que a sus hijos les tocará lo mismo, con el mismo vacío de ilusiones perdidas para la gran mayoría. Y es que Guatemala no tiene un rostro sino muchas caras de la pobreza, que reclaman ajustar cuentas a esa minoría que siempre se recicla con sus empolvados, hijos como una aristocracia y sus serviles que incluye a los uniformados.
Y duele la bajeza moral de los políticos porque refracta en los jóvenes hijos del infortunio, agobiados por el desempleo, que lo encuentran en al ejército y la policía, mientras otros emigran o se vuelven delincuentes. En ese ambiente degradado supura el mal y escasea la virtud. Y es que solo uno de cuatro de jóvenes en edad de trabajar accede a un empleo formal, otro en la informalidad, o migra al norte o lo emplea el crimen organizado, en medio de gran desnutrición y polución tan propia de la miseria donde escasean los servicios de salud y la educación más que en Haití y Honduras. La mitad de sus ingresos vienen del narco y de las remesas de los migrantes; la otra de la actividad productiva y exportadora. El país gira alrededor de EE. UU. en todo.
Su territorio feraz está lleno de espinas por la dejadez, la impunidad, la falta de respeto a las mujeres, a los gays, a los olvidados. Aquí no cuaja la ética ni la moral, sino que abundan las culebras y sobalevas. Guatemala está siempre por hacerse, por lo que vale el optimismo para dejar atrás esa elegía y el drama históricos. La utopía de la inclusión social es la meta, aunque la sigan pisoteando la cleptocracia hipócrita de ayer y ahora. Tenemos que unirnos contra ella, ya que no ha tenido piedad al acrecentar sus riquezas hurtando del presupuesto público lo que debería ser para los más vulnerables. Sí, porque más de la mitad de la población sigue desnutrida y la desigualdad es abismal. Es indignante esta tragedia donde nuestro territorio es un inventario de muertos y emigrantes que mueren en el camino. Un inventario de entes públicos y privados fallidos, como la USAC y demás autónomos con sobresueldos y plazas fantasmas, mientras siguen abandonados por la mafio-partido-cracia vende patria enquistada en lo público y privado. Entretanto, los enfermizos objetos plásticos invaden ríos y lagos, al igual que las mineras con sus matones que compran a funcionarios al viejo estilo colonial cuando la plata americana sentó las bases del capitalismo mundial, y la población nativa de América fue esclava, mientras acá don Justo Rufino les quitó sus tierras y las dio a sus amigos para producir café, caña. Qué tragedia. Ya Atanacio, el xinca José Zapeta y Carrera levantaron a los pueblos hace siglo y medio contra la minoría criolla, y los siguieron los prohombres desde 1944 a la fecha: Arévalo, Arbenz, Otto René Castillo Cardoza, Asturias, Doroteo Guamuch Flores, Teodoro Palacios Flores, Meme Colom, Fuentes Mohr, Oliverio, Molina Orantes, Gerardi y tantos más, en la maratón épica iniciada en 2015 contra la corrupción del clepto Estado oscuro de Colom-Sandra, de Pérez Molina-Baldetti, de Jimmy-Jovel, serviles a la cofradía de oscuros fantasmas escondidos en las penumbras de Xibalbá.
Fernando González Davison

(1948) Escritor, internacionalista y exdiplomático guatemalteco.
0 Commentarios
Dejar un comentario