Edgar Barillas | Cine / RE-CONTRACAMPO
En Guatemala, como en la generalidad de los casos en América Latina, la «comunidad imaginaria”, la idea de que la nación está integrada por ciudadanos iguales en derechos y obligaciones, que la soberanía reside en la nación, que la nación la forman todos sin distinción; es una concepción que antecede a la propia formación deuna estructura económica nacional, a la implantación de la ley del valor en todos los ámbitos del país —a la formación del mercado nacional— a la propia consolidación del Estado mismo. Las luchas independentistas dieron pábulo a la fiebre nacionalista de los sectores proemancipación. El sistema federativo y el régimen conservador (a medias) consolidaron esos ideales. Pero fue la Reforma Liberal, la cual a partir de 1871 despliega el ataque final para definir la idea de la nación guatemalteca. Las dictaduras de la oligarquía terrateniente que sucedieron a García Granados y a Barrios sólo apuntalaron las líneas de desarrollo trazadas por estos y, si mucho, las adaptaron a los requerimientos de la acción imperialista. Es la época del surgimiento de los símbolos nacionales, de la creación de esa imaginaria comunidad de ideales.
Pero si en Europa es la burguesía la que construye la nación y expande la idea de la igualdad, en Guatemala, esa función la cumple la oligarquía terrateniente cafetalera y sus aliados internos y externos. La dominación de este bloque hegemónico cruza de lado a lado la base y la superestructura de la sociedad. Se define una nación guatemalteca sobre la base del ocultamiento de las desigualdades clasistas y del conflicto étnico-nacional, reduciendo este a una explicación evolucionista en la cual un sector de la sociedad «progresista y civilizado”, tiene la obligación de «modernizar» al país, rescatando a las grandes mayorías —indígenas— del atraso y dela «barbarie». Estos empresarios agrícolas de mentalidad aristocrática —por asimilaciones de las petulancias de los terratenientes tradicionales, sus aliados— eran residentes de la ciudad, con aspiraciones cosmopolitas. Celso Lara señala que para los citadinos —de la nueva Guatemala de La Asunción, la capital de la República—»era más importante estar enterados de los adelantos artísticos del mundo occidental, que aventurarse por los inhóspitos caminos del verde altiplano guatemalteco”. Agrega que la capital era, «…quasi, una ciudad-Estado, en donde se conocía todo el devenir de Europa y muy poco o nada de lo que pasaba en el interior del país”. A la élite intelectual capitalina con extravagancias cosmopolitas, cautivada por el desarrollo de los países industrializados y que se consideraba destinada a lograr el progreso del país -aún a costa de «los sacrificios que significaba integrar a los indios a la civilización”— vinculada de alguna forma a la estructura agroexportadora, pertenecieron los primeros cineastas guatemaltecos.
No es de extrañar, pues, que las primeras películas guatemaltecas reflejen esa mentalidad de los grupos hegemónicos sobre la nación guatemalteca y su afán de parecerse al “mundo civilizado”. Por ello los desfiles militares, los eventos «culturales» de altos vuelos, las grandes ceremonias, acaparan la atención de los cineastas. La ciudad esla proveedora de locaciones. Cuando, en ocasiones contadas, la temática toca el agro, la diferencia entre la «civilización» y la «barbarie»está planteada. Pero, aquí ocurre otro hecho más: que los «primitivos» son susceptibles del aprovechamiento turístico. Entonces «las tradiciones” se vuelven objeto de encuadre y de ángulo, por lo que el indio vuelve a ser explotado ya no por los mecanismos del trabajo forzado sino por «la industria sin chimeneas». Para un redactor de la revista de la policía, La Gacetaï los temas básicos de las producciones fílmicas en Guatemala, debían ser: «los grandes desfiles militares y escolares llevados a cabo en la capital de la República»; «los pintorescos aspectos de la Feria Nacional: los momentos en los cuales cientos de turistas de todos los países degustan una taza de aromático café guatemalteco”: «la gestión enérgica del mandatario” (Ubico) «quien… ha logrado sacar avante al país en toda la línea”; «las bellezas que posee Guatemala»; «lo interesante de sus ruinas y sus tradiciones»: «la bondad de sus caminos carreteros»; «la belleza de sus paisajes”; etcétera. Nótese de qué manera este periodista destaca lo que él considera relevante: no hay sino una reiteración de la concepción positivista de la intelectualidad capitalina guatemalteca. No se trata sencillamente de un aislado comunicador social que propone temas para ser llevados a la pantalla: es la concepción de la nación de los grupos hegemónicos del período liberal guatemalteco.
LARA, Celso A., en Publicaciones Especiales, Temas Monográficos, Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Arqueológicas. Escuela de Historia, USAC, noviembre de 1989.
Edgar Barillas

Guatemalteco, historiador del cine en Guatemala, investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
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