Guatemala «apolítica»: La enajenante ideología del alienante embrutecer

Jacobo Vargas-Foronda | Política y sociedad / BÚHO DE OCOTE

Guatemala se muestra como un país existente en el limbo de la «neutralidad», donde algunos sectores y clases sociales alegan no ser ni de derecha ni de izquierda ideológica y, pese a las luchas por el poder político, gritan y bailan al ritmo de la «apolítica», somatando por todos lados su quimérica consigna: «No queremos políticos. Queremos dirigentes, funcionarios públicos, diputaciones apolíticas».

Al parecer, en el país se tiene enorme dificultad para entender que estamos inmersos en la lucha de clases con la división de clases sociales, al grado que se piensa que la mayor contradicción es la división entre indígenas y no indígenas, es decir, más un torbellino de discriminación cultural que antagonismos económicos expresados en sus clases sociales. El definir la pertenencia cultural y su cosmovisión no resuelve sobre la explotación producto de esa realidad cultural, donde el indígena, no se puede negar, es más que sobrexplotado, reprimido, y excluido en lo económico, político, cultural y social.

En ese enajenante proceso, los sectores sociales viven envueltos en sus exclusivos intereses y pasiones, incapaces de entender la totalidad social, al punto de caer en un éxtasis de su propia condición, convertidos en sujetos activos y pasivos de las instituciones que han creado, inmersas en la corrupción e impunidad. En este asunto, las diversas denominaciones religiosas, sean católicas o evangélicas, incrementan su peso enajenante, cuyas prácticas sociales no les permiten que los sectores y clases sociales superen su propia enajenación.

Desde la denominada «Conquista», con el catolicismo, hasta las prácticas genocidas fundamentadas en la tenebrosa iglesia del verbo, esta enajenación y alienación se arraiga en el historial social de Guatemala. Así tenemos al hoy dominante fundamentalismo riosmontiano y azurista con la demagógica proclama de «ni corrupto ni ladrón», parafraseando el evangelismo del verbo «ni robo ni miento», cuando todo ente corrupto es mentiroso y todo ladrón roba.

Esa alineación es el resultante de la alienación ideológica, hábilmente manejada e instrumentada por los poderes económicos y políticos de la oligarquía económico-política y las élites empresariales del gran empresariado, conformando ambos el cangrejo del gran capital, la explotación del trabajo, sea urbano o rural, agrario, industrial, financiero y comercial.

Fotografía tomada de Slideshare.

Su objetivo, lograr el convencimiento social de una sociedad guatemalteca «apolítica» carente de la lucha ideológica de dominación, perversión y embrutecimiento sociocultural, donde la explotación económica, la discriminación cultural, y la corrupción social son legitimadas y moralmente justificadas, partiendo de que no es posible cambiar a Guatemala, que es natural la existencia de ricos y pobres, aceptando la ideología dominante, cerrando el candado de la alienación.

En este panorama, se conjugan dos elementos mencionados por Carolina Vásquez Araya, en su lento suicidio de una nación, donde «ocupados en consolidar sus privilegios y aumentar sus riquezas (el poder económico) han olvidado su dependencia de la fuerza laboral, gracias a cuyo trabajo mal remunerado han amasado algunas de las mayores fortunas del continente. A ello se suma una clase media con afanes aspiracionales y bajo la ilusión de pertenecer al sector privilegiado aun cuando lo sirven por migajas. Este colchón poblacional –entre los ricos muy ricos y los pobres muy pobres– se conforma mientras no haya síntomas de colapso» [1] económico que les permite continuar disfrutando sus miserables privilegios, declarándose «apolítico».

Todo lo descrito nos muestra los intensos preparativos del proceso electoral en el 2019 con las bien divulgadas discusiones sobre los partidos políticos y las ideologías en la sociedad «apolítica». «Curiosamente» estamos ante el surgimiento de nuevos partidos políticos de derecha e izquierda y con la discusión ideológica que apunta hacia la sugerencia de un sistema «bipartidista» que pareciera tiende a formarse como bloques a partir de «alianzas multipartidarias». Todo, a pesar de las afirmaciones, de que «en Guatemala no existen partidos políticos con ideología». Consideramos que el solo hecho de declararse de derecha o de izquierda, ya es una afirmación ideológica.

El derechista neoliberal, Armando de la Torre, considera que «solo hay agrupaciones desorganizadas que dicen tener motivación política, pero lo que en realidad persiguen es cómo enriquecerse y repartirse los puestos cuando lleguen al poder… (reconociendo como partidos políticos), únicamente en el pasado, al Partido Guatemalteco del Trabajo (marxista) y el Movimiento de Liberación Nacional (anticomunista)» [2]. «Definiendo a la derecha, como la corriente que buscan proteger los derechos de la propiedad y aceptan la ley religiosa o moral por encima de la ley positiva o laica» [3]. Y en cuanto la existencia de diferentes grupos organizados bajo el nombre de «partido político», lo justifica indicando que «no se unen porque tienen intereses personales diferentes» [4]. Lo que no dice, es que, por un lado, esos intereses personales son una expresión ideológica y, por el otro, que a la ideología dominante oligárquica empresarial del gran capital, y libre mercado, le es favorable el fraccionamiento de sus propios correligionarios, ya que de esa forma logra controlar, dividir y dominar a sus peones políticos con mayor facilidad.

Para el izquierdista moderado, reformista, ahora autodefinido como socialdemócrata, Edelberto Torres-Rivas, la existencia de un partido político depende de «haber un sistema político formado por el Tribunal Supremo Electoral y las estructuras políticas trabajando por lograr cambios, pero no ha habido participación efectiva libre porque todo ha sido pagado» [5]. Es decir que, su existencia, desde una conceptualización política, depende más del reconocimiento de una institución autorizada para ello, más que su propio contenido político e ideológico.

Fotografía tomada de Sociview.

Al hablar de los partidos de derecha e izquierda, Edelberto considera que, si los hay, «pero durante cien años no hubo política porque estuvo prohibida por los militares, a quienes no les gustan las elecciones» [6]. «Entonces ¿qué cultura (política) podría haber? Incluso hasta el pueblo se considera conservador» [7].7. En cuanto a la izquierda, puntualiza que la misma «fue derrotada durante la guerra interna, y la represión de los años de 1970 y 1980 la acabó físicamente» [8]. Indicando que, la izquierda ha sido muy débil, «pero estamos formando un partido socialdemócrata (Semilla) que yo definiría de centro izquierda, y en las próximas elecciones nos mediremos para ver quién es quién en el debate ideológico» [9].

Alrededor del debate sobre los partidos políticos y la ideología, coincidimos con Mario Roberto Morales, quien ha escrito que la «ideología es el conjunto de contenidos de conciencia (ideas) que le da identidad a cada ser humano. Esos contenidos pueden ser políticos, religiosos, estéticos y demás. La ideología es convicción por la vía de la creencia. Es subjetividad» [10]. Agregando que, «por este camino, las ideologías se vuelven escalas de valores, y paradigmas. Y se tienden a irradiar por medio de la propaganda en todas sus formas» [11]. Concluyendo que «las ideologías son fundamentales en la formación de las identidades de las personas. La identidad se remite a la convicción acerca de quiénes somos en el plano nacional, religioso, racial, étnico, político, moral. Y tienen que ver con cómo imaginamos relacionarnos con el mundo. La ideología no se limita a las creencias políticas, de modo que es una tontería hablar de “ausencia de ideologías”» [12].

En este maremágnum de confusión y ofuscación político-ideológica, la derecha neoliberal y contrainsurgente encuentra un terreno fácil para incrementar su hegemonía ideológica, tanto en sus fraccionadas mercantiles organizaciones políticas que manejan en el Congreso, como en los diversos sectores sociales que se consideran no pertenecientes a clase social alguna, y todos viven bajo el pánico de la propaganda imperialista con los riesgos de la venezualización de Guatemala.

Y desde las izquierdas, existe la urgente necesidad de demostrar capacidad práctica, en la praxis de dirigencia organizativa desde sus bases, y la indispensable importancia de crear una plataforma de alianzas desde la derecha hacia la izquierda para lograr el inicio de las transformaciones que Guatemala requiere. Concluir con las falacias de discursos radicales, a partir de los puritanismos políticos inexistentes, dado que si bien las condiciones objetivas para los cambios están presentes, siguen ausentes las subjetivas, es decir la seria decisión de ya no aceptar ser gobernados y explotados por las extremas derechas neoliberales y contrainsurgentes amparadas en la corrupción e impunidad.

El posible inicio de cambios en la estructura económica y superestructura social, político y jurídica en Guatemala, lo que implica la desprivatización y la convocatoria a una Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional, requiere lograr el mayor número posible de diputaciones anuentes a las transformaciones, dirigencia y capacidades humanas en el Ejecutivo, ministerios y secretarías, así como en las municipalidades. No olvidemos que la institucionalidad por si misma es inexistente. La consistencia de las instituciones la determina el recurso humano que las dirige e integra desde sus bases. La salida de la enajenación y alienación solo es posible encontrarla en la praxis político-ideológica.

[1] Vásquez Araya, Carolina. «El lento suicidio de una nación». Prensa Libre, agosto 13, 2018
[2] Mauricio Martínez, Francisco. «En el país no hay partidos con ideología, coinciden sociólogos con visiones contrapuestas». Prensa Libre, julio 16 Julio 2018
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Morales, Mario Roberto. «Es imposible no tener ideología». El Periódico, agosto 26, 2018
[11] Ibíd.
[12] Ibíd.
Fotografía principal tomada de Twitter.

Jacobo Vargas-Foronda

Jurista y sociólogo. Aprendiz de escritor, analista y periodista freelance. Libre pensador y autodefinido como gitano, es decir, ciudadano universal.

Búho de ocote

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