Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO
Aún están frescas las imágenes de las discusiones y debates electorales que nos hacían pensar en un evento catastrófico, asaltado por las «hordas salvíficas» del Jerusalén militar que las fuerzas oscuras del fascismo chapín han hecho sobrevivir en distintas partes del país. Todavía resuenan en los oídos las acusaciones sin escrúpulos que el aún inquilino de Casa Presidencial lanzó en contra del Tribunal Supremo Electoral, por cierto el principal perdedor en este proceso.
Articulador del golpe contra la democracia desde el día en que, siendo candidato, aceptó financiamiento electoral ilegal, Jimmy Morales no tuvo empacho en acusar de fraudulentas estas elecciones. Cual Nerón, quería ver el país incendiado para cantar con destemplados gritos sobre sus restos. Pero sus candidatos no dieron la talla y ni sus nombres recuerdan ya la mayoría de los guatemaltecos, porque el gobierno no solo apoyó descarada e ilegalmente a Estuardo Galdámez, su candidato oficial; también lo hizo con Freddy Cabrera, de Todos, con Duarte, del Unionista, y Farchi, de Viva. Dilapidó recursos públicos para comprar voluntades, pero los electores, fundamentalmente los más pobres, están aprendiendo a elegir y aceptan dádivas pero no regalan su voto.
Si bien los principales articuladores del pacto de la corrupción seguirán vivitos y coleando en el Congreso, la población les acotó significativamente el espacio. Paso a paso, la población descubre que, para la modificación de la pésima situación que vivimos, un espacio importante es el Congreso, y ha elegido voces y rostros que se imaginan capaces de enfrentar la manipulación y manoseo de los recursos públicos y los derechos individuales y colectivos. Esto, sin embargo, no es una mirada generalizada, pues uno de cada cinco electores votó en blanco o anuló su voto para diputados de listado nacional y distritales, dejando en evidencia que la pésima actuación de muchos diputados, unida a la criminalización que de la política se ha hecho, permite que el caudillismo presidencialista permanezca en la visión que la ciudadanía tiene del ejercicio público, ya que en la elección presidencial, esos votos sin opinión y de rechazo apenas llegaron al 13 %.
No se tuvo ahora el estímulo que el destape de la cloaca de corrupción que era el gobierno del Partido Patriota produjo hace cuatro años. Sus viudos y viudas ya han hecho su duelo y comienzan a mirar el país con otros ojos, algunos aceptando sus culpas, otros creyendo de nuevo en cantos de sirenas. Tal vez por ello no se vivió la masiva participación de 2015, cuando el 71 % de los electores se volcó a las urnas. Esta vez, la participación fue menor, 61 %. Diez puntos más de ausentes, a los que hay que sumar el inmenso ejército de jóvenes que no se interesaron por empadronarse.
Reivindicar la política es asumir la responsabilidad de respetar los resultados electorales, usando todos los mecanismos para que la opinión del elector sea respetada. Las elecciones en Guatemala están más que vigiladas; un ejército de ciudadanos dedica su tiempo para servir como miembros de las juntas electorales. Hablar de fraude masivo sin mayores pruebas es, sin más, agredir en su honorabilidad a más de cien mil guatemaltecos que, voluntariamente, hacen posible el proceso electoral.
Las elecciones no son la panacea, ni la solución inmediata a nuestros males, pero son el punto de partida para, electos los gobernantes, vigilarles activa y responsablemente para lograr que el país tome el rumbo del desarrollo con justicia y equidad. Por ello es indispensable un Congreso honesto, independiente de los poderes económicos y ajeno a toda corrupción. Ciertamente no será fácil superar la corrupción sin el apoyo de instituciones internacionales como la Cicig, pero es indispensable que lo intentemos. Por ello, resulta lamentable que el Ejecutivo aún no haya hecho absolutamente nada para brindar seguridad a los fiscales, especialmente en el caso del encargado de la persecución a los delitos electorales, quien ha tenido que salir del país. Su silencio e inactividad hace pensar que son sus adláteres y cómplices quienes, ciertos de la comisión de esos delitos, quieren tener lejos a quien les persigue.
Con un Ejecutivo totalmente deslegitimado por los resultados electorales, es dado suponer que este segundo semestre del año puede convertirse en la «limpieza de las ollas», lo que nos obliga a exigir a todos los organismos de control del Estado a vigilar cuidadosamente el gasto público. Igualmente, debemos estar vigilantes a los desmanes que el pacto de corrupción puede realizar en el Congreso de la República, pues, debilitados para la próxima legislatura, intentarán no solo coartar derechos sino imponernos leyes que les permitan quedar impunes de sus múltiples crímenes y delitos.
Fotografía principal tomada de elPeriódico.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
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