Víctor Manuel Reynoso Angulo | Política y sociedad / INTERÉS PÚBLICO
Un leve sismo sacudió el gobierno de la Cuarta Transformación: la renuncia del director del Seguro Social, Germán Martínez Cázares. No por el cargo, ni por el encargo, ni por el personaje, sino por lo que sus razones dejan ver sobre ese gobierno: que al parecer generó expectativas excesivas que no podrá cumplir.
Tomando una frase de López Obrador, Martínez Cázares señaló que no iba a «estar de florero». Y a eso lo condenaba la política de la Secretaría de Hacienda hacia el IMSS: a no hacer nada. Se le recortaron al Instituto personal y recursos. Ya circulaban desde semanas antes noticias de desabasto de medicinas y atención médica en varias instituciones del Estado.
La explicación parece estar en que el dinero se ha concentrado en los proyectos prioritarios de nuestro primer mandatario: repartir dinero en efectivo y refinanciar a Pemex (dejemos de lado otras cosas, como si suspender el aeropuerto de Texcoco salió más caro que construirlo, y los gastos para los trenes y la refinería). El dinero no alcanza para todo, y si no se aumentan impuestos ni se adquiere deuda, los nuevos proyectos implican quitarle dinero a los que ya estaban funcionando.
Los ahorros del actual Gobierno federal, como que el presidente viaje en líneas comerciales, que venda autos de lujo, que retire la pensión a los expresidentes, se muestran así como lo que son: acciones de gran efecto mediático, pero de mínimo efecto presupuestal. No significan nada en relación a lo que requiere la que es quizá la principal institucional social del Estado mexicano, el IMSS. Son, básicamente, demagogia.
Totalmente de acuerdo en que políticos de gobiernos anteriores cayeron en excesos inmorales en sus gastos. De acuerdo, siempre que se especifique, en otro de los logros mercadotécnicos de López Obrador: «no puede haber gobierno rico y pueblo pobre». Si por gobierno rico se entiende gobierno dispendioso y afecto a los lujos superficiales, de acuerdo. Si por gobierno pobre se entiende uno con funcionarios mediocres, personal insuficiente, incapacidad para dar atención médica y medicinas a la población, desacuerdo. Un gobierno pobre, un pobre gobierno en ese sentido, no le sirve a nadie.
Y es en lo que vamos a acabar si los recursos se recortan a instituciones que habían funcionado bien, para repartirlos en efectivo a la población y a proyectos de infraestructura sin diagnóstico ni pronóstico: en un pobre e inútil gobierno. Requiere de investigación ver cómo venía funcionando el IMSS en los últimos años. Pero al parecer mejoró notablemente en el último sexenio. Muchas cosas se han hecho bien ahí. Independientemente de eso, los mexicanos tenemos una enorme deuda con esa institución, a pesar de sus defectos y fallas que casi todos conocemos.
«No podemos estar peor», se dijeron a sí mismos algunos ciudadanos para convencerse de votar por López Obrador. Hoy, la carta de Martínez Cázares parece negar esta afirmación. Sí es posible estar peor, y hacia allá va el IMSS.
Otro aspecto, quizá secundario, es la unidad del nuevo gobierno. Ciertamente es una simplificación afirmar que Morena «es un arca de Noé, donde han cabido todas las especies». Pero la metáfora algo dice: hay en ese partido y en el Gobierno federal de todas las especies. Algunos de sus miembros no tendrán inconvenientes en «ser floreros», mientras estén dentro del presupuesto. Otros permanecerán por lealtad al proyecto o al líder. Otros no se prestarán a cualquier cosa y fracturarán esa unidad.
Víctor Manuel Reynoso Angulo

Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla. Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, maestro en Ciencia Política por FLACSO México y licenciado en Sociología por la UNAM.
Correo: vmra58@yahoo.com.mx
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