Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / DESARROLLO & PAZ
Creo firmemente que muchos de los conflictos, la crisis de refugiados, las intervenciones militares a lo largo de los años, y otros,
podrían haberse evitado si las naciones hubieran invertido de verdad en su población,
y si las naciones más ricas del mundo fueran mejores socios al trabajar con los que tratan de avanzar.
Barack Hussein Obama II
En esta columna Desarrollo & paz se han escrito varios artículos al respecto de los retos que el mundo está confrontando en torno de los cambios del macroparadigma dominante, lo cual incluye indefectiblemente las dimensiones social, económica, ambiental, política y cultural, pues, como se ha podido insistir, se trata de un fenómeno que lo abarca todo, a la más grande escala. También se ha hecho referencia al hecho que este macroparadigma está íntimamente relacionado con el despliegue de la tecnología y la hegemonía que ha adquirido este aspecto de la vida del ser humano, el cual le ha trascendido desde innovados modos de la configuración social, llegando a cuestionar a las instituciones más antiguas y tradicionales, por lo que diversos autores y científicos han propuesto inclusive la existencia de una nueva época, denominada Antropoceno, cabalmente por la inusitada influencia que el hombre puede realizar en su medio ambiente, pudiendo llegar a provocar, no solo el colapso de la humanidad , sino, más en general, la desaparición de una gran parte del resto de la vida del planeta, como ya se evidencia en la actualidad.
De esta guisa que la constante en todos los procesos contenidos en este nuevo paradigma, global y dominante, pareciera ser el cambio continuo, por lo que el desarrollo sostenible en el Antropoceno viene a constituirse en un problema y en un reto por sí mismo. Como hemos dicho, este desarrollo no puede quedarse circunscrito a una única esfera de la acción humana, sino que, por el contrario, debe abarcar todas las dimensiones fundamentales del accionar humano, antes citadas.
A lo largo y ancho del globo, estas dimensiones son con frecuencia priorizadas de diversas formas, a través de diferentes espectros políticos, sea para dirigir, sea para articular, los múltiples esfuerzos que a nivel local y regional se realizan. Por ello destaca el renovador concepto del desarrollo sostenible, que parte de la primordial consideración de todas estas esferas, tomadas de una manera holística e integral. En particular, en este concierto de fuerzas, la globalización económica, un tren que ya no se detendrá, ni en el mediano ni en el largo plazo, está chocando desde distintos ángulos con la visión de una geopolítica hegemónica que dicte el paradigma de las relaciones internacionales más poderosas. Una muestra de ello es el problema migratorio que se está observando en diversas latitudes, en donde se están tratando de imponer políticas limítrofes y migratorias, cuando el móvil socioeconómico resulta ser más poderoso e imperativo, impulsando a grandes bloques poblacionales a buscar las mejores condiciones de vida que se ofrecen en los países más acomodados y menos desiguales internamente, como una consecuencia inmediata y sine qua non de la misma desigualdad internacional, abrumadoramente creciente e innegable. La pregunta es inevitable: ¿es la economía o es la política la dimensión rectora?
En este contexto de nivel planeta, ha sonado recientemente sobre el monstruo Huawei y el torneo pugilístico que ha desatado el presidente Donald Trump, de quien ya es habitual esperar todo tipo de caprichosas ocurrencias, que no por ello dejan de tener un impacto mundial negativo, como cuando el gobernante estadounidense decidió retirar a la nación del norte de los tratados y acuerdos al apoyo en cuestión medioambiental. En un video que circuló ampliamente en las redes sociales se podía leer: «Todos son risas cuando invitas a las potencias emergentes a unirse al mundo globalizado de la libre competencia… hasta que los invitados aceptan participar y te ganan. EE. UU. encabeza una cruzada contra la compañía de telecomunicaciones china Huawei, a la que acusa de utilizar sus dispositivos para espiar al servicio del Gobierno de Xi Jinping, y lo hace presentando sus siete habituales razones: N I N G U N A». Aun así, se han pronunciado todo tipo de exacerbadas aseveraciones, incluyendo lo relativo al apocalipsis final como la concreción de una macroconspiración de China para el logro de la dominancia definitiva del orbe mundial.
En algo debemos estar claros, y es que Huawei no es cualquier empresa comercial, sino que se trata de una tal, de naturaleza tecnológica, que en pocos años ha superado a Apple en el número de smartphones vendidos y se encuentra a un ápice de convertirse en el líder del mercado de las telecomunicaciones, en la persecución del desarrollo de la red de tecnología móvil del 5G, la cual aumentará vertiginosamente tanto la velocidad de acceso en las redes como la cantidad de dispositivos conectados en ella, tales como los electrodomésticos, los vehículos autónomos, los drones, las cadenas de montaje, los sistemas públicos de transporte, los sistemas de riego y de control y otras tantas y múltiples aplicaciones que abren nuevas posibilidades para la robótica y la automatización laboral, léase industrial, comercial y en las oficinas y el hogar.
Cabe resaltar que aunque el Gobierno de los EE. UU. se mantiene (neciamente) firme en esta guerra contra Huawei, y a pesar de las presiones que la administración de Trump está ejerciendo en sus aliados, se puede observar cómo las alianzas entre sus contrapartes están fluyendo de manera mucho más natural y sólida, mientras que los pequeños países como los nuestros en América Latina han hecho oídos sordos ante estas advertencias, como es el caso del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil, quien ha permitido la apertura de un laboratorio de IoT (internet de las cosas) en el estado de São Paulo, el cual planea el ensamblaje de teléfonos inteligentes en Brasil, a finales de este mismo año.
En reacción, vemos a un Gobierno estadounidense en una alerta histérica tratando de cerrar en corto plazo los canales comerciales y arancelarios, esto en pleno inicio del siglo XXI, cuando el discurso de la globalización agarra por caminos no previstos, volviéndoseles totalmente en contra. En suma, lo que queda claro es que cualquiera de las potencias emergentes que ose, temerariamente, desplazar a las que se pensaron de toda la vida, harán evidente la falsedad más radical en aquello de «las oportunidades para todos por igual», transparentando que lo que se pretendía era la persecución del poder per se, trayendo a colación el destino de los opresores, sic semper tyrannis.
Con todo esto se responde parcialmente a nuestra interrogante, y pareciera que el retroceso de la política frente a la economía, o la subyugación de la geopolítica a la globalización económica, responde a un sustrato material, de igual forma como las necesidades fisiológicas serán antes prioritarias que otras de un nivel superior o más prescindibles. En este sentido, la dimensión ecológica-ambiental, como parte del entorno mínimo requerido, seguirá en antesala al sustrato cultural, y ambas, en el corto plazo, precedidas por las prioridades materiales y económicas, lo que en cierta medida aclara cómo el anunciado mundo de las telecomunicaciones podrá trazar mucho de lo que nos espera en el mediano plazo, a mediados de este convulsionado y en crisis siglo XXI.
Imagen principal tomada de Gizchina..
Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: viniciobarrientosc@gmail.com
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