Rafael Cuevas Molina | Política y sociedad / AL PIE DEL CAÑÓN
La Feria Internacional del Libro de Guatemala (Filgua), que se realiza todos los años en nuestro país, se ha transformado en un verdadero lugar de encuentro para los guatemaltecos que andan desperdigados por el mundo.
Guatemala ha sido, desafortunadamente, un país que expulsa gente, ya sea por razones económicas o políticas. Ahora estamos en un momento en el que la mayoría de los que salen lo hacen por razones económicas, pero hubo un tiempo en el que la sangría era por razones políticas. Sea la razón que sea, son miles los guatemaltecos que se encuentran lejos de la patria.
Esta situación abarca a todos los sectores sociales, y entre ellos no faltan artistas y escritores que, de una u otra forma, siguen teniendo a Guatemala como fuente de inspiración o referente temático. En este sentido, se trata sobre todo de aquellas generaciones que sufrieron los embates de lo que hoy se llama el conflicto armado interno, que los obligó a salir y a hacer la vida en otra parte.
Las posibilidades de encuentro entre los miembros de esas generaciones son escasas. Por muchos años, a quienes habían salido luego del golpe de 1954 solo los conocíamos por casualidad si, por ejemplo, eran invitados a algún congreso. Eran los exiliados del 54, de los que solo sabíamos por las noticias lejanas que nos llegaban tardíamente cuando publicaban un libro o salían sus poemas en alguna revista, especialmente mexicana, lugar en el que la mayoría habían recalado y al que se habían sabido integrar pasado el tiempo.
La siguiente ola de exiliados llegó en las décadas del 70 y 80, cuando la represión gubernamental se ensañó con la universidad, asesinando a unos y obligando a marcharse a otros.
Esa diáspora fue más dispersa, tuvo más lugares para el recale. México siguió siendo un lugar “natural” para asentarse, pero se agregaron los Estados Unidos, Costa Rica y países de Europa. Lejos, muchos no solo continuaron, sino que profundizaron sus carreras literarias, pero la mayoría con los ojos fijos en el terruño expulsor.
Como se sabe, a diferencia de otros países en donde han habido avances políticos, en la esfera gubernamental guatemalteca no hay el menor interés por ellos. Lo más probable es que en esas esferas ni siquiera se tenga conciencia de su existencia. Qué lejos nos quedan experiencias como la uruguaya, por ejemplo, que a través del proyecto Departamento 20, el Gobierno no solo está en contacto con su diáspora, sino que la integra en la toma de decisiones e impulso de proyectos.
En nuestro caso no es así. Sin embargo, la Filgua se ha convertido en los últimos años en un espacio que, de alguna forma, viene a suplir ese vacío. A su llamado acuden los escritores y las escritoras que han publicado durante el año. Presentar sus trabajos, discutirlos con sus congéneres con los que comparten sensibilidades y referencias se ha tornado indispensable. Es un encuentro de la Guatemala de afuera y la Guatemala de adentro, es decir, de la Guatemala extensa, que tiene múltiples expresiones a través del mundo.
Tal vez sea soñar mucho con un encuentro de escritores y escritoras guatemaltecos que se hallan en todos los rincones: los que escriben en la ciudad y en las áreas rurales o las ciudades de provincia; los que están en Guatemala y los que están en México, en Costa Rica, en España, en los Estados Unidos. Un encuentro aunque fuera solo para conocernos, para vernos a los ojos y contarnos las historias que todos llevamos dentro.
Ese sueño es posible imaginarlo ahora solo porque Filgua ha venido perfilándolo en los últimos años, dibujándolo como una posibilidad de la que nos brinda algún sorbo en cada nueva edición y que nos hace verlo con mayor claridad. Así será está nueva edición.
Rafael Cuevas Molina

Profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Escritor y pintor.
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