Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO
La Consulta Popular sobre el diferendo territorial con Belice finalmente ya es historia. Como era de esperar, la inmensa mayoría de los votantes se inclinaron por aprobar que Guatemala presente, ante la Corte Internacional de Justicia -CIJ-, su exigencia por obtener parte del territorio de lo que en la actualidad es de Belice, un país soberano e independiente.
El presidente James, «Jimmy», Morales dispuso recorrer buena parte del país para promover la participación y pedir, solapada o abiertamente, según el auditorio, votos a favor del SÍ. En sus alocuciones en ningún momento dejó abierta la opción para que los votantes pudieran votar por el NO.
Crimen electoral aparte, pues el Acuerdo 278-2018 del TSE, en su artículo 5 prohibió expresamente «usar recursos o bienes del Estado, para divulgar información o hacer publicidad que induzca a los ciudadanos a votar en determinado sentido», el presidente usó esta consulta para intentar ganar simpatías y legitimidad, bajo el supuesto de que los que votaran por el SÍ lo hacían porque él se los había pedido.
Cierto, en esta consulta votaron muchos más de los que se estimaba. Que uno de cada cuatro empadronados haya dedicado tiempo para asistir a votar es un grande logro, y que 96 % de ellos autorizaran al Gobierno a hacer el trámite ante la CIJ, permite decir que la ilegal campaña presidencial por el SÍ tuvo cierto efecto.
Ahora bien, si Morales en el primer turno de las elecciones presidenciales obtuvo 1 167 030 votos, para contabilizar 24 % de los mismos, que esta vez, sin contrincante, sin debates y haciendo uso ilegal de los recursos públicos para su campaña, haya logrado que apenas 1 757 133 dijeran que sí es, cuando mucho, una victoria pírrica, que ni en el faustuoso comedor de Casa Presidencia puede intentar presumir. En escenarios similares, los políticos africanos que él trata de imitar, obtienen votos favorables de más del sesenta por ciento de los electores.
Pero más que pelearnos o felicitarnos por la participación y el resultado, los guatemaltecos tendríamos que sentarnos a conversar, lenta, cuidadosa y seriamente sobre lo que se votó y por qué se votó de ese modo.
Es simplista e irresponsable decir que uno de cada cuatro guatemaltecos votó por la paz y la negociación, y que a los otros tres esto no les interesa o lo rechazan. No se tienen elementos suficientes para el análisis pues, contra toda lógica democrática, desde todos los aparatos del Estado se inhibió la propaganda por el NO. Si en 1999 ganó el rechazo a las reformas constitucionales fue porque, con manipulación mediática de por medio, los partidarios del NO pudieron expresarse y el Gobierno de Álvaro Arzú apenas si hizo como que hacía para promover el SÍ. Esta vez ni siquiera hubo simulacro, la campaña por el NO se impidió, y eso que el TSE contó con una masa de recursos considerable para promover la Consulta y, en consecuencia, permitir que por todos los medios se difundieran pros y contras de ambas opciones.
Si algo podemos afirmar categóricamente, es que este proceso electoral ha sido de los más antidemocráticos que han habido en Guatemala en los últimos setenta años, solo superado por el plebiscito de 1954, cuando se intentó legitimar a Castillo Armas.
Tampoco podemos decir que se optó por la paz, pues desde el presidente hasta la inmensa mayoría de formadores de opinión, se ha machacado que Belice es de Guatemala y que nuestro país tiene derecho sobre buena o alguna parte del territorio beliceño. Hacer creer a la población que con solo presentar la demanda, la CIJ concederá a Guatemala derechos que nunca ha tenido ni ejercido sobre ese territorio, no solo es demagógico sino irresponsable.
Tal vez cuando la Corte nos dé su veredicto, en el que difícilmente concederá a Guatemala más allá de algunas millas marinas, Morales ya habrá entrado y salido de la cárcel por sus distintos delitos, pero es un acto deleznable que debe quedar claramente señalado.
El área de lo que hoy es Belice, y que los nacionalistas guatemaltecos consideran pertenece al país, nunca fue administrado por Guatemala, y si Inglaterra llegó a aceptar ciertas delimitaciones, estas no produjeron, en ningún momento, presencia político-administrativa del Gobierno guatemalteco en la zona. Inglaterra, en cambio, definió límites y estableció gobierno en todo el territorio, que con la independencia de 1981 quedaron oficializados y soberanamente administrados por el Estado beliceño.
Pero también es irresponsable e infantil que los sectores no democráticos de la izquierda «blanca», esa que se dice del rojo más purísimo, se adjudiquen el logro de que tres de cada cuatro electores no hayan asistido a votar, o que el limitadísimo número de nulos sean de su cosecha. Las izquierdas, tanto las democráticas como las simplemente electorales y las antidemocráticas, desperdiciaron la oportunidad de organizarse y construir canales con otras opciones, lo que las deja en suma desventaja para el cada vez más próximo proceso electoral, más aún si se propone la refundación del Estado desde una visión plurinacional.
Fotografía principal tomada de la Agencia Guatemalteca de Noticias.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
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