-Fernando Zúñiga Umaña / EN EL BLANCO–
Hoy se podría hablar del fin de las ideologías y de cómo el vil metal ha calado tan hondo en las personas. Quienes gobiernan el mundo, o quienes desean gobernarlo, para mantener el poder o alcanzarlo están dispuestos a cualquier cosa. Las grandes empresas y los gobiernos están llenos de escorias que han pasado por encima de muchos, a lo largo de un camino donde han dejado tirados a quienes se les han opuesto. El conocimiento que cada uno de nosotros tenemos de lo que sucede en esas esferas es ínfimo, ni siquiera la enorme cobertura de las redes sociales penetra en esas instancias de poder. Menos para quienes vivimos en estos pedacitos de tierra, que sin embargo, por pequeñas que sean, también esconden esos misterios y esos oscuros terrenos.
Se supone, en el buen sentido y también en términos de justicia, que para lograr el poder, una de las formas, como señalaba Maquiavelo, es la virtud, entendida como esa capacidad de construir el poder y llegar a él. Los líderes con energía, carisma, talento y fuerza. Ese talento y fuerza pueden coincidir con los intereses del pueblo y permitir que se gobierne en armonía y equilibrio, ceteris paribus, o sea sin que las fuerzas externas del mal intervengan. Sin embargo, eso no es lo que está pasando, los líderes están surgiendo a partir de sus fortunas y de sus discursos inmediatistas y populistas que le permiten dar en el blanco, penetrando en la mente de las personas y en función de los problemas que los medios resaltan y colocan en la cúspide del iceberg.
Un caso es la Italia de hoy, donde han muerto prácticamente los partidos tradicionales y han emergido dos fuerzas extremas: por un lado la ultraderecha de Mateo Salvini, líder que utiliza su discurso xenofóbico y en el otro lado, el denominado Movimiento 5 estrellas, partido antisistema (Luigi Di Maio), que se ha enfocado en los sectores más pobres del país, ofreciendo erradicar la pobreza, combatir el desempleo, la corrupción y la inmigración. Hasta el anciano millonario derechista Berlusconi, inhabilitado por la ley europea para ejercer cargos públicos, ha resucitado en esta maraña de alianzas ocultas y diabólicas. En este caos político italiano, se mezclan todos los nuevos enfoques en torno a cómo llegar al poder. Y una vez en él, vienen las alianzas donde se acomoda el saco. Aparece eso que en administración se denominan los joint venture, y adicionalmente emerge el mercenario político. Triste destino para los pueblos.
El joint venture es un concepto añejo, que se refería a esas alianzas temporales y hasta informales que se realizan para multiplicar los beneficios de un proyecto. En administración, se ha considerado que requiere de una serie de regulaciones que le permitan garantizar su eficiencia, que genere sinergia y por lo tanto resultados mejores, que los que se generarían de forma aislada por parte de cada uno de sus integrantes. Como tal, el joint venture no aporta nada nuevo a lo que de él se ha escrito, sin embargo, el intento de introducirlo aquí, es para darle un significado diferente, solo que en el plano de lo político. Lo consideramos como un simple apretón de manos o quizás una simple firma que garantice en forma general ciertas obligaciones entre quienes lo integren. Quien ejerce el poder y acude a esta figura, está perdiendo su autonomía en cuanto a sus compromisos ideológicos, porque los está entregando de manera parcial a quienes también van a ejercer poder.
Los partidarios de estas organizaciones tienen que comerse esa chanfaina repleta de ingredientes diferentes. El joint venture es una de las figuras más complejas que puedan existir, puede tener una vida muy corta y mandar a la basura un proyecto, por esa complejidad es que se requiere que se incorporen aspectos propios de las ciencias administrativas, que tienen que ver con controles, liderazgo, estrategia, comunicación, análisis de riesgo, etcétera. No obstante, el joint venture político es diferente, es un simple acuerdo por conveniencia, donde los participantes se unen para atraer votos, en una aventura que no saben en qué va a terminar. Los términos se negocian en trozos de hielo que luego tiran al fuego, o se deshacen en los vasos de whisky.
Aunado al joint venture político, está la aparición del mercenario. Totalmente auténtico, claro en su misión y en sus objetivos personales. Vendido al mejor postor, su argumento es llamarse un profesional que está al servicio de quien mejor le pague. El cine y los medios estadunidenses lo han convertido en héroe, admirado por todos. No es el aliado que exige pagos para sus seguidores, o políticas sociales y económicas que se ajusten a los intereses de su partido. Lo dan todo a cambio de esa paga. Hoy pueden estar en la izquierda, mañana en la derecha.
Centroamérica es reflejo de estas situaciones, líderes que aparecen de la noche a la mañana y que ante las posibilidades reales de poder optan por unirse a personas, dentro de un cosmos totalmente caótico. Se podría decir que esto es historia política, pero no es así, lo nuevo de esa situación es que el líder tradicional, el patriarca, el que ha trabajado toda una vida para llegar al poder, desaparece, y nace un líder que puede ser un personaje mediático, un cantante, un actor o cualquier otra persona que se ha dado a conocer en el ámbito nacional, o bien puede ser el azar que lo conduzca a una opción real de poder. Pueden ser personas que saltan de la oscuridad a la luz, del fondo a la cima en un desenlace que en algunos casos, así lo ha demostrado la historia, puede ser fatal para los pueblos. También pueden ser líderes inmensamente ricos, que compran conciencias y valores. Un fenómeno histórico y mundial, es que la riqueza se asocia con éxito, capacidad y por lo tanto el millonario ejercerá un gobierno exitoso, al igual que lo hacen con sus empresas.
En Costa Rica hay un caso digno de estudio. En estos momentos el país está dividido y la desesperanza y el miedo está presente en la mitad de la gente, que no desea de ninguna manera ver el triunfo de un fanático cristiano, que surgió como producto de aprovecharse de un nicho importante del «mercado electoral» y a partir de acontecimientos que se le dieron en el momento justo. Sin la virtud del líder, sin méritos, sin capacidad y sin un proyecto claro que lo comprometa con la mayoría del pueblo. Nació su liderazgo a partir de ofrecer acabar con la ideología de género, con el matrimonio entre personas de un mismo sexo, y hoy, luego de ser electo para una segunda ronda, se ha olvidado de ese discurso, para lograr pactos con líderes nacionales. Disfraza sus debilidades cognitivas con un discurso fluido, adquirido en su trajinar por las iglesias pentecostales del país. Ha sido tocado por el famoso pastor Cash y tiene una esposa que habla en lenguas. Hoy está como favorito en las encuestas, o en el mejor de los casos con un empate técnico con su rival Carlos Alvarado. Se le critica a Fabricio Alvarado llevar a la Asamblea a 14 diputados, de los cuales la mitad son pastores, y la gran mayoría sin ninguna formación académica, ni experiencia política, también de que carece de un equipo de trabajo. Esa carencia lo ha llevado al joint venture político. Reunió a un grupo de profesionales en el campo económico, los presentó a la prensa y ya tiene su equipo económico. Cuando un seguidor, está realmente comprometido con el partido al que le da su voto, debe sentir un fuerte golpe en el momento en que su líder conforma a un equipo como este, pero realmente los seguidores de Fabricio no son personas comprometidas con una propuesta ideológica o algo parecido, tanto que poco les ha afectado el hecho de que pida falsas disculpas a los gay, o que ya no esté dispuesto a que Costa Rica se salga de la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos. Menos que quienes dirijan los asuntos económicos sean personajes de derecha o que dentro de estos grupos aparezcan los mercenarios políticos. Tampoco le interesa a la mayoría de sus votantes que Fabricio dedique gran parte de su campaña a conciliar intereses de las cámaras empresariales.
La forma de hacer política en estos tiempos en apariencia es la misma, pero en esencia ha cambiado radicalmente. Las masas se preocupan menos por los principios ideológicos de sus partidos y se dejan llevar por el discurso populista sin evaluar su origen, es por eso que los joint venture políticos son alternativas y dentro de ellos la inserción de los mercenarios. Siempre ha sido así, podrían pensar mis lectores, pero hoy la diferencia es la forma en que se asciende al poder y quién llega a él. La lucha de clases, el poder de los medios de producción y los elementos que marcan este fenómeno político no están necesariamente en la palestra, ahí se esgrimen otras categorías, que por supuesto si hilamos fino las podemos ubicar claramente dentro de una lucha de poder clasista, pero esa hilada podría dejarnos más confundidos. Con cierto simplismo podríamos decir que en Costa Rica, los pobres están con Fabricio, los estratos medios con Alvarado y los altos están a la espera, buscando el máximo beneficio de este peculiar enfrentamiento. Si los resultados no satisfacen, las mujeres de los estratos altos sacaran sus cacerolas y sus esposos especularan con los precios escondiendo los alimentos y las medicinas. Triste historia.
Fotografía principal proporcionada por Fernando Zúñiga Umaña.
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
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Muy acertado el comentario , justo y leal
Muy atinado el comentario , justo y leal
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