Estado religioso fundamentalista

Jorge Mario Salazar M. | Política y sociedad / PALIMPSESTO

En los acápites del Proyecto de Ley para la Protección de la Vida y la Familia, se puede leer que esta es una delegación que la Coordinadora Evangélica Nacional de Guatemala le hace al presidente Jimmy Morales, a quien, además, declaran «abundantes bendiciones de paz y bienestar en su vida por el alto cargo que ocupa por mandato de Dios». Acápite que, por más que se quiera expresar de otra manera, no es más que la injerencia de grupos religiosos en las decisiones y orientación del Estado, obviando la definición de Estado laico que se expresa en la Constitución Política de la República de Guatemala.

Pudiéramos decir que todos los ciudadanos y ciudadanas gozan del derecho de solicitud y que este grupo de empresas de la fe también gozan de ese derecho. Sin agravio de que estos grupos hubieran financiado anónimamente al actual presidente durante la campaña electoral, igual desde la perspectiva que las organizaciones religiosas, tanto iglesias como asociaciones de iglesias, tienen prohibido inmiscuirse en asuntos político electorales, en su carácter de instituciones no gubernamentales cuyos objetivos son el negocio de administrar la relación comercial entre cualquier dios y la gente que cree en ellos.

Con esto quiero exponer que la gravedad de la moralina guatemalteca y de las actuales autoridades nos está llevando a un colapso de los valores democráticos y a la imposición de un Estado religioso criminal de magnitudes equivalentes al Estado Islámico y de los gobiernos que la política gringa han caracterizado como terroristas, enemigos del desarrollo y de la democracia, que utilizan las leyes nacionales para legalizar el crimen y criminalizar los derechos de la sociedad, especialmente los derechos humanos inscritos como los grandes desarrollos de las leyes occidentales desde la Segunda Guerra Mundial a la fecha.

Los Estados religiosos se basan en supuestas inspiraciones divinas, cuyas representaciones en la Tierra son adjudicadas, por tradiciones sectarias y opacas, a personajes igualmente oscuros, mesiánicos y autoritarios. Se basan en la ignorancia de los grandes desarrollos de la humanidad y de la ciencia, y niegan por principio todo lo que significa una construcción del pensamiento humanista. Han servido como brazo filosófico armado de los grandes capitales transnacionales y el origen de su poder económico está basado, también, en capitales anónimos transnacionales. Su patria es la iglesia y no las repúblicas en las que intentan desarrollar su poder.

En los últimos meses, hemos asistido a eventos trágicos, como el ocasionado por la erupción del Volcán de Fuego, en donde el gran ausente fue el Estado, pese a la responsabilidad evidente de sus instituciones que pudieron prevenir la mortandad y que aún se niegan a declarar en cifras oficiales, mientras que el presidente le declara la guerra a la única organización popular emergente (Codeca) antes de que los organismos paramilitares tolerados por el nuevo ministro de Gobernación asesinaran a más de diez dirigentes sociales, defensores de los derechos humanos. La lista de «enemigos» del Gobierno ha ido creciendo durante el presente año, intimidando a jueces, fiscales, alcaldes y líderes sociales, y ahora tratando de criminalizar a quienes ejercen sus derechos democráticos, como los derechos de preferencia sexual, identidad, y otros más.

El Estado religioso se aprovecha de la fe de los ciudadanos colonizados por el protestantismo y el catolicismo neopentecostal. No se puede negar que la mayoría de personas que asisten a estas sectas se conforman con los desmanes de la política, haciendo caso omiso de las acusaciones acerca de la política sucia. Mientras tanto, los líderes de las mismas iglesias sectarias participan en estructuras criminales para financiar políticos corruptos y criminales que se protegen desde los cargos públicos. Ejemplos abundan, pero lo más importante es que se normalizan los abusos, generando la aceptación de los mismos en nombre de la paz, pero, al mismo tiempo, castigando a quienes cometen el error de señalar dichos abusos.

El pensamiento unilateral realizó, por medio de una caricatura, el ejemplo de lo que ellos llamaron un paradigma, en donde salen un grupo de monos en una jaula y los mantienen con hambre. Al cabo de unos días, colocan una escalera y en la parte alta de esta ponen una penca de plátanos. Cada vez que un mono se acerca para comer un plátano, todos los monos reciben descargas de agua desde mangueras situadas adentro de la jaula. Al cabo de algunas repeticiones, estando los monos hambrientos, cada vez que uno de ellos se acerca a la escalera, inmediatamente es atacado por los demás monos que lo golpean hasta quitarle las ganas de comerse ese banano.

Así vivimos. Pero no por cuestiones naturales, sino producto de los laboratorios sociales de los que somos objetos desde la «guerra silenciosa» , la guerra contrainsurgente, la guerra de baja intensidad y los golpes de Estado blandos. Pareciera ser que cada vez que alguien pide castigo para los violadores de niñas y niños, otra banda de información, mete ruido acusando a los niños y niñas por insinuantes o inmorales, o bien, fustigando a quien proteste por revoltosos. Esta situación se incrementa cuando los abusos provienen de personas con cierto poder o relevancia social. Quién mejor para defender los abusos de tipo moral que las iglesias y el Estado religioso.

El único antídoto para este mal es la educación integral y laica, y el imperio de la ley.


Imagen tomada de Glauka Philosophy.

Jorge Mario Salazar M.

Analista político con estudios en Psicología, Ciencias Políticas y Comunicación. Teatrista popular. Experiencia de campo de 20 años en proyectos de desarrollo. Temas preferidos análisis político, ciudadanía y derechos sociales, conflictividad social. Busco compartir un espacio de expresión de mis ideas con gente afín.

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