–El sultán feminista / EL JARDÍN DE LAS DELICIAS–
Desnudar a España ha sido de alguna manera siempre una ilusión y a la vez una obsesión. Demasiados velos, a veces demasiada ropa oscura y pesada. Recordemos la España a un año de la muerte de Franco: 1976 fue el primer año de la transición, apenas el año anterior se habían realizado las últimas ejecuciones de presos políticos. El garrote vil había sido enviado al museo de las cosas inútiles y perversas. La democracia comenzaba a percibirse en las aulas, en las plazas y hasta en las cocinas. Se olía en el ambiente el fin de la dictadura. Todos opinaban de todo y sobre todo. Se instituía el Premio Cervantes y el primer galardonado fue el poeta Jorge Guillén, miembro de la generación del 27, encarcelado brevemente por el franquismo en 1938 y luego exiliado voluntario durante muchos años en Estados Unidos. El poeta que alguna vez escribiera:
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
José Ortega Spottorno, hijo de Ortega y Gasset, funda ese año el diario liberal El País donde Francisco Umbral en una de sus columnas afirma:
Estamos en la fiesta de los senos. Madrid es una fiesta de senos desnudos, senos falsos, grandes senos artificiales, breves senos reales y ligeros como los de mi primera novia. Ha venido, cuando menos, la democracia de los senos.
España soñaba despierta o despertaba de un largo letargo. La modernización retrasada se convierte en un anhelo de las juventudes y de muchos intelectuales, artistas y escritores. La sexualidad reprimida, esquivada y censurada emergía en la transición con ardiente fuerza volcánica. El destape es inicialmente un fenómeno fílmico: la nueva cinematografía española liberándose de la censura franquista.
El destape puede ser leído como la alborada del desnudo. Senos, glúteos, cuerpos enteros en el celuloide de películas como La trastienda, Españolas en París o la emblemática película de José Luis Garci Asignatura pendiente donde los exnovios José y Elena vuelven a encontrarse después de muchos años, ya casados ambos. Al enamorarse de nuevo concretan la asignatura pendiente, que era precisamente hacer el amor.
Después de la muerte de Franco surge el proyecto “La sonrisa vertical”, dentro de los planes editoriales de Tusquets Editores. Esta colección, con su respectivo premio, marca un hito en la publicación de narrativa erótica en España con obras de Camilo José Cela, Leopoldo Azancot, Vicente Muñoz Puelles, Josep Luis Segui, Pedro Sampere, José María Álvarez, Luis y Andreu Martín, entre los españoles, y los hispanoamericanos Mario Vargas Llosa, Irene González Frei, José Carlos Somoza y Susana Constante Lamy.
En la colección de “La sonrisa vertical ”se integraron autores clásicos traducidos de otras lenguas, como el mismísimo Marques de Sade Donatien Alphonse François (1740-1814) y otros franceses como Alfred de Musset (1810-1857), Georges Bataille (1897-1962), Henri Rayna (1929), los belgas Pierre Louis (1870-1925) y el editor de textos pornográficos Auguste Brancart (1851-1894), así como el alemán Wilhelmine Schröeder-Devrient (1804-1860).
En los ochentas Manuel Vicent, Almudena Grandes Hernández, Juan José Millás y José Luis Muñoz habían sido, entre otros autores, creadores de textos inundados de erotismo. La novela Las edades de Lulú (1989) de Almudena Grandes es hoy un ícono de la narrativa erótica española. De alguna manera puede hacerse un parangón de esta novela con el destape fílmico, por ejemplo y en especial con La asignatura pendiente, en el sentido de que ambas reflejan el vacío de experiencias que debe ser llenado. De hecho, el libro de Grandes fue llevado al cine.
Dentro de la actual nueva ola de novelistas eróticos resaltamos a Manuel Vilas, quien escoge y propone un acercamiento a las pulsiones centrales del ser humano. En su novela El regalo luminoso (2013), el sexo abierto y sin tapujos produce choques de inmediatez. Se trata de una sexualidad liberada de sentimientos: seres que copulan, no seres que aman. Lo que distingue a Vilas es su aspereza deliberada y su obsesión de acabar con todo pudor. El trato ácido y provocador, a la vez cargado de libido, entre Víctor Dilan y Ester, es presentado con ribetes grotescos y perfiles que lindan en una narrativa pornográfica, si entendemos por el nivel pornográfico a lo más directo o meramente biológico. Vilas quiere sin duda provocar en el sentido que Passolini daba al término: hay que escandalizar a los mojigatos.
Imagen por Gerald Steffe.
El sultán feminista

Hijo de padre árabe y madre judía. Estudió literaturas comparadas en Londres. Vivió tres años en Guatemala en el departamento de el Petén, donde estudió la flora, la fauna y la arquitectura maya. Es correponsal de gAZeta y de otras revistas.
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