Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL
Las encuestas de intención de voto son una de las herramientas de análisis más útiles en un proceso electoral. Sirven para evaluar estrategias, corregir posibles errores y redefinir la hoja de ruta de una campaña. Lamentablemente, también son uno de los instrumentos más incomprendidos y susceptibles de manipulación, dependiendo de quien maneje la información recabada.
Una encuesta levantada con base en parámetros profesionales, no debería dejar lugar a dudas ni desatar las enconadas polémicas que tienen lugar en nuestro medio cada vez que se divulgan los resultados de una encuesta. El problema –además de la escasa comprensión, antes mencionada– es que pueden haber encuestas y «encuestas». Encuestas reales y encuestas chafas.
En una medición de este tipo, la población o universo es el conjunto de personas de un determinado espacio geográfico. Sin embargo, debido a factores como el tiempo o el costo elevadísimo que tendría el entrevistar a todos, es necesario tomar una muestra de la población, la cual es un subconjunto representativo del universo poblacional.
Sin embargo, existe el método de muestreo intencional o de conveniencia, cuya selección se define con base en un grupo de personas cuyos resultados pueden ser predecibles. Es un método absurdo e inútil, porque si se busca engañar al público, no es necesario incurrir en gastos para financiar una encuesta prefabricada. Pero ocurre…
El dilema para el público es ¿cómo, entonces, determinar si los resultados de una medición son confiables o no? Por tratarse de un mecanismo que nace de una actividad especializada –la estadística, cuyos métodos no suelen ser de dominio general–, la única posibilidad que nos queda para creer o no en la información viene a ser el prestigio de la firma responsable, su historial de aciertos o fracasos y tener presente un principio: una encuesta no es un pronóstico de lo que va a ocurrir el día de la elección; es un diagnóstico, una radiografía, una foto de lo que está ocurriendo en el momento en que se recogen los datos.
Y es que durante el proceso electoral de turno nos han abrumado con encuestas, tanto profesionales como chafas. Entre las primeras, conozco por experiencia el profesionalismo de dos empresas: Pro Datos y Cid-Gallup. Ambas tienen entre sus normas que, al entregar los resultados, el cliente se compromete a no alterar la información recabada, sea esta del agrado o no del contratante.
Entre las encuestadoras chafas, por el contrario, puedo mencionar los casos de Opol Consultores y Demoscopía, ambas costarricenses, que fueron contratadas por el candidato Roberto Arzú y por el alcalde Ricardo Quiñónez, respectivamente, pese a que ambas tienen un historial dudoso.
El caso Opol Consultores
La empresa publicó un muestreo que fue ampliamente divulgado por la televisión abierta y algunos medios, como Soy 502, aunque no se necesita ser un experto en el tema para entender que todo es parte de una estrategia de Arzú que busca posicionarlo en la mente del elector como el segundo en la carrera por la Presidencia de la República. Estrategia burda, que recuerda las artimañas que utilizaba Manuel Baldizón en su estéril esfuerzo por ganar en primera vuelta en el 2015.
Se sabe que el contrato con esta empresa incluye «practicar» otras dos encuestas antes del 16 de junio, por lo que a nadie deberá extrañar que Arzú, como supuesto financista del estudio, aparezca cada vez más cerca del primer lugar en cada uno de los muestreos. Estos son los resultados presentados por Opol Consultores:
Pero, ¿cuál es el problema con esta medición? El primero es que la página web de la firma no evidencia ser la encuestadora confiable que se le atribuye aquí. Sus logros más destacados se refieren a los sondeos relacionados con las convenciones de tres partidos políticos costarricenses y la reciente encuesta electoral, levantada semanas atrás en Guatemala. ¡Ningún otro éxito!
Y hay otras dudas serias: Según la «ficha técnica», fueron entrevistadas 2 200 personas entre el 20 y el 23 de mayo. Esto equivale a 550 encuestas diarias. Según expertos, el promedio máximo de entrevistas que puede efectuar un encuestador es de 7 en un día, lo cual supondría un pequeño ejército de 79 entrevistadores para alcanzar la cifra indicada de entrevistas. A lo anterior se agrega que la encuesta se practicó en «todo el país», mediante un diseño muestral estructurado «por departamentos».
Ambas variables «todo el país» y «muestra por departamentos» implican deficiencias serias a la hora de obtención de los datos. Por tratarse de una encuesta de opinión electoral, su base debería ser el padrón electoral y la estratificación se debería desarrollar por municipios, sexo, etnia y edad, porque cada uno de dichos parámetros va a presentar resultados particulares.
Conclusión: encuesta súper chafa.
El caso Demoscopía
Esta empresa tiene antecedentes de operación en Guatemala, pero sus resultados no han sido precisamente los más afortunados para su credibilidad. Y es que la misma fue contratada en el 2007 por el desaparecido diario Siglo Veintiuno para elaborar encuestas de opinión política, en vista de que en ese año se celebraban elecciones generales.
El resultado fue que, tanto en la primera vuelta como en el segundo turno, las mediciones le otorgaron el triunfo al candidato Otto Pérez Molina, del Partido Patriota –PP– sobre el aspirante Álvaro Colom de la Unidad Nacional de la Esperanza –UNE–. La realidad, como todos sabemos, fue exactamente al contrario, tal como la Asociación de Investigación y Estudios Sociales –ASIES– lo destacó en su informe «Guatemala: Informe Analítico del Proceso Electoral 2007» (página 46).
No obstante, este año Demoscopía ha vuelto a las andadas, ahora prestando sus servicios a la campaña del Partido Unionista y su candidato Ricardo Quiñónez. Esta medición también presenta sus aspectos cuestionables, y muy serios.
En la primera medición, celebrada entre el 9 y el 11 de mayo, aparece Quiñónez en primer lugar con 36.2 % de intención de voto, contra 22.2 % de Roberto González. Lo curioso es que en otra encuesta, de Borge y Asociados, el jefe edilicio aparece con un 33 % de conocimiento, mientras el 38.8 % de personas tiene buena opinión de González.
La muestra utilizada en este caso es muy probable que sea del tipo intencional. Es decir, si la encuesta realmente se llevó a cabo ¿quién asegura que no fue entre 600 personas integrantes de los Comités Únicos de Barrio, la estructura política armada por la Municipalidad en la capital guatemalteca?
No obstante, existe una antigua relación de fidelidad entre Demoscopía y el unionismo. Gracias a Víctor Martínez, ministro de Finanzas Públicas, y a Enrique Degenhart, de Gobernación, dicha firma ha sido beneficiada mediante contratos millonarios con esta cartera y otras dependencias estatales.
Y al igual que en el caso de Opol Consultores, las dudas acerca del método empleado son evidentes. Según Soy 502: «De acuerdo con José Alberto Rodríguez, director de Demoscopia, se usó un procedimiento que abarcó todas las zonas de la capital, proporcional según la densidad de población, por lo que considera que se consiguió una buena muestra».
El problema, de nuevo, es que la densidad poblacional no es un parámetro seguro. Numerosas personas habitan en «todas las zonas de la capital» pero no todas están empadronadas. Y sería interesante averiguar –en caso de que el levantamiento realmente se haya producido, insisto– cómo hicieron para encuestar en las zonas calificadas como rojas, donde nadie entra sin permiso de las pandillas. O, por el contrario: cómo se obtuvieron los datos en los condominios de clase media, donde se prohíbe la entrada a personas extrañas?
Mi conclusión: encuesta súper súper chafa.
Imagen principal tomada de Proyecto3.
Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.
Correo: edgar.rosales1000@gmail.com
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