Gabriela Carrera | Política y sociedad / FÍJESE USTED
En sociedades tan desiguales como la guatemalteca, es comprensible que se hable de privilegios. Definitivamente los hay, pero ¿somos usted y yo los privilegiados de este país? La primera respuesta, por contraste con las realidades de sufrimiento a la que están sujetos tantos en Guatemala, es decir sí. Pero, fíjese que, no estoy tan segura.
El privilegio es, por definición oficial, el excusar de una obligación y dotar de una ventaja exclusiva/especial a alguien o algunos, y la concede un superior (o una autoridad). Traduzcamos la definición a la historia y actualidad guatemaltecas. El privilegio en Guatemala son aquellas obligaciones diferenciadas frente al Estado (a pagar impuestos, a respetar la ley y las instituciones, a proteger el medio ambiente, a no saltarse el salario mínimo y muchos otros más) y las ventajas que el mismo Estado concede (a participar políticamente, al acceso a la justicia, a ser escuchado, a escribir una historia oficial y muchos otros más). Sobre esos privilegios se funda este Estado y se legitima con el racismo, el clasismo, el machismo y los ismos que respaldan la superioridad de otros, y por lo tanto sus privilegios.
El sistema de privilegios –un orden social que se basa en excluir y cuyo fruto es la mejor vida de otros–, una noción de Douglass North y que profundiza Cuauhtémoc López Guzmán, politólogo mexicano, se gesta en la colonia y hoy produce la subordinación de las instituciones del Estado en la lucha por el poder (participación política), la inequidad como expresión de un sistema excluyente (a base de privilegios) y la débil observancia de las leyes por el propio desacato histórico de las mismas por el Estado [1] (quien da privilegios, se arroga privilegios).
Así, los privilegios niegan los derechos.
En Guatemala, esta relación es aún más perversa: se nos hace creer que nuestras condiciones de vida son privilegios. El acceso a salud o educación privadas, tener un carro, bañarse con agua caliente o tener qué comer, lo vemos como un privilegio. Privilegio es también participar en política (porque se tiene el tiempo, decimos), cuando todos debiéramos de tener el tiempo y las condiciones para ocuparnos de construir el país que queremos.
Pero no.
No hay tiempo para ser parte de una organización porque la empresa lo prohíbe o porque la doble jornada que hay que hacer para llevar la cena a casa no lo permite. Debemos pagar seguros porque la corrupción es una manera de privilegiar a otros quitando medicinas a los hospitales o educación a los niños. Y no solo, sino también hay que pagar una campaña política millonaria, con la plata que no se tiene y que en Guatemala se gana o se recibe mal, como hemos visto en los últimos tiempos.
Lo que hemos logrado tener, es cierto, pudo haberse alcanzado en condiciones diferentes a muchos guatemaltecos. En ese orden social, no todos tienen las mismas oportunidades: solo con ser ladino y hablar español, ser hombre y ganar más, vivir en la ciudad y no caminar kilómetros para la escuela… Pero debemos reconocer que, en ese orden social, no solo hay dos polos. No se es privilegiado o no, y se acabó la discusión. Lo que es cierto es que aquellos que hemos tenido oportunidades –por el trabajo de los que vinieron antes, por el trabajo que se tiene para costearse la universidad, por el desvelo, el esfuerzo–, no siempre nos damos cuenta de que la menor cantidad de oportunidades de otros se debe a que su relación de exclusión es mayor y por lo tanto hay quien se aprovecha más y «privilegiadamente» de ella.
Mi pregunta es, a quién le conviene que nos sintamos privilegiados y no entendamos que aquello que tenemos por esfuerzo propio y no por vida en comunidad, y por lo tanto por el Estado de manera pública, es un derecho. Pues sí, el Estado y el privilegiado.
* Esta es una reflexión que surge de los #AprendizajesColectivos, una serie de talleres de encuentro que ha permitido a Somos –organización de la que hago parte– impulsar un proceso de formación a partir de la experiencia y el conocimiento que otras organizaciones y personas han tenido a bien compartir con nosotros. Valen, también, los agradecimientos a todos ellos.
[1] Se ha tomado esta definición del siguiente artículo publicado por el autor en http://www.redalyc.org/pdf/676/67623463008.pdf
Gabriela Carrera

Creo firmemente que la política y el poder son realidades diarias de todos y todas. Por eso escogí la Ciencia Política para acercarme a entender el mundo. Intento no desesperanzarme, por lo que echo mano de otros recursos de observación como los libros y las salas de cine. Me emocionan los proyectos colectivos que dejan ver lo mejor de las personas y donde el interés es construir mundos más humanos.
Un Commentario
Gracias, Gabriela, por tan interesante enfoque. Me quedo con la propuesta de «Lo que es cierto es que aquellos que hemos tenido oportunidades –por el trabajo de los que vinieron antes, por el trabajo que se tiene para costearse la universidad, por el desvelo, el esfuerzo–, no siempre nos damos cuenta de que la menor cantidad de oportunidades de otros se debe a que su relación de exclusión es mayor y por lo tanto hay quien se aprovecha más y «privilegiadamente» de ella.» Es una excelente deducción y realmente es lo que pasa por muchas cabezas cuando dicen que «los pobres son pobres porque quieren», o «son pobres porque no se esfuerzan», etcétera. No llegan a darse cuenta que el esfuerzo de estos pobres y pobres en extremo es el doble o triple del que tuvimos que desarrollar, porque su relación de exclusión es mayor, por mucho, a la que tuvimos que enfrentar, como ocurre con las poblaciones indígenas del altiplano o las áreas marginales de las ciudades (constituidas también por gran cantidad de indígenas migrantes) que trabajan y trabajan para medio sobrevivir. Es por ello que la lucha de algunos sectores sociales continúa. Una lucha contra aquellos verdaderamente privilegiados por el Estado, los criollos de siempre, los grandes empresarios que ponen y quitan presidentes, diputados, jueces y otros funcionarios cuando les conviene. Así lo hago ver en mis artículos en esta revista, compartiendo muchos de sus criterio. Felicitaciones por su artículo y saludos atentos. Carlos Fuentes.
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