Enseñando a pescar

Rita Ma. Castillo | Arte/cultura / SOMOS ARTE

Cuántas veces hemos escuchado la frase «dale a un hombre un pescado y lo alimentarás por un día; enséñale a un hombre a pescar y lo alimentarás para toda la vida». Una infinidad de veces, seguro, y cuántas realmente nos hemos enfocado en transmitir un conocimiento o enseñar un oficio en nuestro paso por la vida de alguien. Esta frase siempre me hace pensar en el poder que existe en compartir nuestro conocimiento, en intercambiar ideas y crecer, en dejar un legado y construir un puente entre generaciones. Muchos somos muy afortunados en contar con crecimiento profesional o educación completa, y aplaudo muchísimo a los que día con día se capacitan y mejoran no solo como profesionales, sino como personas. Pero, me pregunto qué estamos haciendo con todo ese conocimiento. Muchos dirán, pues, aportando con trabajo bien hecho… y eso está perfecto, pero qué tan abiertos somos a la hora de apoyar al que inicia el mismo camino que nosotros, ¿nos guardamos los consejos por miedo a perder terreno o somos un semillero de oportunidades para ampliar y mejorar la carretera? Pensar en esto me confrontó mucho, porque al escribirlo me percaté de que muchas veces no soy muy abierta a prestar los hombros para que alguien suba, a veces me cuesta dar tips porque tal vez yo no tuve el consejo en su momento y me tocó aprenderlo con caídas y pérdidas, pero seguro me hubiera gustado que un pescador me diera una buena carnada para atrapar un pez gordo.

Oportunidades, a veces son tan limitadas nuestras oportunidades, porque la generación pasada tal vez no supo construir un puente o tal vez ni siquiera existía un puente. Cuando yo empecé a trabajar por mi cuenta, recuerdo que muchas de las cosas que me atemorizaban eran miedos infundidos por personas que habían intentado trabajar por su cuenta y no lo habían logrado, sufrí muchas burlas, mucho desanimo. Recuerdo incluso que mi jefa, en el último trabajo de oficina fijo, siempre me decía que iba a pasar hambre y nunca iba a tener dinero para nada, seguro pretendía ayudarme, evitándome el mal. Sin embargo, no lo hizo con las palabras correctas, solo me dio un pescadito para el almuerzo y calmó mi hambre de dudas, pero al rato volví a sentir hambre y gracias a Dios insistí. Muchas veces me tocó salir al mar, sacar mi carnada, colocarla como podía y pescar, confiando que la marea estuviera a mi favor y que la carnada hubiera sido bien colocada. Ha sido un largo pero emocionante camino esto de la pesca y ahora estoy en un punto donde ya puedo tirar la red y agarrar unos pescaditos, donde ya algunos se quieren subir a mi barco y tratar de pescar algo conmigo, y eso me emociona. Porque tal vez algunos estamos en un punto donde es hora de empezar a pasar conocimiento y experiencia, donde podemos dar una luz y ver como nuestra técnica de pesca es tan funcional que puede dar de comer a otros.

Hace un par de semanas, un programa que apoya a chicos que salen de casas hogares me contactó, me sentí privilegiada, honestamente. Me escribieron para comentarme que había un chico, Wilson, que quería ser muralista y que había prestado mucho interés por el arte, y que si en algún momento podía darle la oportunidad de pintar conmigo, que los contactara. Justo esa semana tenía un mural por realizar, así que nos subimos a mi barco y salimos a pescar. Fue un viaje retador, porque cuando no tenés ninguna habilidad de docencia, tus métodos de enseñanza son bien limitados. Pero aprendí que las intenciones honestas y las acciones genuinas son una buena guía de aprendizaje, cuando sos honesto en querer ayudar, todo fluye, y fluye en paz. Pasamos un par de días en los que yo sentí que más que enseñar, aprendí. Aprendí que si sos apasionado en lo que hacés automáticamente inspirás a otros; que si establecés objetivos y trabajás duro, las cosas caminan; que no importan los contextos de los cuales vengan y si incluso hablan diferente idioma, la risa es universal y la empatía abre puertas que crean vínculos indestructibles. Fue un banquete de pescado ese fin de semana y lo mejor fue que pescamos juntos, ni yo adelante ni él adelante, hombro a hombro, como debe ser este caminar, aprendiendo el uno del otro.

Yo no sé qué número de mural fue para mí, para Wilson fue el primero y yo empecé mi cuenta de nuevo. Mi cuenta de dar oportunidades, de transmitir conocimiento, de empezar a crear un legado y dejar una brecha que en un futuro alguien pueda seguir transitando sin miedo y con esperanza.


Fotografía por Rita Ma. Castillo Rivas.

Rita Ma. Castillo

Diseñadora industrial, apasionada por el arte, con ojos curiosos, corazón colorido, coleccionista de historias, relatos y vivencias con extraños. Descubrí el arte como una herramienta sanadora, como una medicina, dicen que las cosas llegan a la vida cuando deben llegar y a mí el arte me encontró y me rescató. Vivo de eso, y amo haber encontrado mi propósito de vida en ayudar al prójimo por medio de mi tesoro, por medio de mi arte, aprendo cada día y me nutro de color, historias y trazos.

Somos arte

Un Commentario

Mario Castillo 22/05/2019

Wow tocaste mi corazón e inspirador mi alma, te amo hija.

Dejar un comentario