-Rodrigo Carrillo / ENTRE EL CIELO Y EL SUELO–
Era viernes, de noche y se habían terminado las cervezas en casa de Juan. Presuroso, Amílcar pidió dinero a los comensales. Todos dieron su cuota para reabastecer la hielera y continuar la fiesta. Junto con Amílcar salieron Pedro, Marco Antonio y José Alberto. Juan, el anfitrión, les dio indicaciones de cómo llegar a la licorera más cercana. Tomaron uno de los automóviles aparcados en las afueras de la fiesta y se fueron rumbo al punto referido. Compraron cervezas, mezcladores, cigarros y hielo. Dos bolsas pidió Pedro.
De regreso a la fiesta, ya aperados, pasaron por las calles donde se mercadea sexo. Hombres y mujeres vestidos para la ocasión, esperando clientes que los lleven a cambio de buena o mala paga. Cada quien en su territorio. Hay calles para mujeres, otras para mujeres trans, y algunas para hombres. Para todos hay clientela.
Al pasar por una de la esquinas de la mujeres trans, les dio por insultarlas. Les pareció divertido y pasaron otra vez, más despacio que antes. Una de ellas les tiro una servilleta mojada y uno de ellos respondió tirandole el cigarrillo que fumaba. Ya entablada la violencia, Amílcar y sus compañeros de parranda, dieron una tercera vuelta, pero esta vez sacaron una bolsa de hielo y comenzaron a acribillar a las mujeres de la esquina que se resguardaron en el quicio de un portón.
Carcajadas, insultos y cubos de hielo. Dieron otra vuelta y les tiraron más cubos con mayor fuerza de impacto. Las mujeres les tiraban andanadas de insultos y lo que podían recoger de lo lanzado. Se dio una batalla nocturna. En la trifulca, una de ellas encontró un pedazo de asfalto suelto y lo lanzó con tal fuerza que fue a quebrar el vidrio trasero del auto de Amílcar.
Las mujeres se quitaron los tacones y corrieron despovoridas al escuchar el frenazo del auto y ver que caballeros se bajaron del carro agresor. Una de ellas se quedó rezagada y perseguida hasta la entrada de un bar donde se refugió. Pedro llevaba una herramienta de metal y entró al bar preguntando por el hueco que había entrado, mientras gritaba descontrolado: ¡¡voy a matar a ese hijo de puta!! ¡¿Dónde está?!
La dueña del bar le salió al paso, después de esconder a la mujer tras la barra. Mientras, el cajero llamó a la policía. Al sonido de la sirena de alerta, el furibundo hombre se salió del bar vociferando grocerías. Habló con los policías y les dijo que un hueco maldito les había roto el vidrio del carro. Que ellos pasaban por el lugar y que seguramente ese trasvestido estaba drogado. Para proteger a la mujer, los policías se la llevaron, la violaron en la patrulla y luego la dejaron en la misma calle mojada por los hielos.
Rodrigo Carrillo

Escritor, periodista, dramaturgo y director de teatro guatemalteco. Maestro en Historia del Arte por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Creador de poemarios, libros de cuentos y obras de teatro. Ha estrenado obras de su autoría y clásicas de Hugo Carrillo. Es caminante impertinente de ciudades donde atrapa personajes y lenguajes.
2 Commentarios
El alcohol libera de inhibiciones y facilita tales escenas de violencia.
La conquista se hizo con la espada, la cruz… y la bebida. Es para muchos desposeidos, el unico modo de escapar a la pobreza. Ritos como el de Maximon se practican en estados de ebriedad que a veces terminan en comas y tragedias.
Pero hay otras formas de violencia. Es la guerra de cuello blanco y tribunales entre la Gallo y la Brahva. La familia Castillo se desgarra en esos macabros ejercicios. Es la faceta miserable de una riqueza de verguenza. En esas condiciones no puedo abstenerme de brindar por este excelente articulo de Carrillo con una buena y fria cerveza…la marca ha sido censurada en este comentario…
Qué terrible, pero es la realidad de países homofóbicos como lo es Guatemala. Eso que describís ahí, lo viví una vez en un bar de la zona 1, cuando 4 tipos tipo machos alfa empezaron a burlarse de una mujeres trans que estaban tomando algo en ese mismo bar, tranquilas. Yo estaba con un amigo cuando en eso, empezaron estos tipos a ponerse más y más groseros. El barman intervino y les dijo que se fueran, lo que hicieron a contraganas. Minutos más tarde, escuchamos un carro que pasa rechineando las llantas. Eran los tipos y con un arma empezaron a tirar hacia el bar, hieriendo a una de las mujeres trans en el acto. Mi compa y yo nos tiramos bajo una d elas mesas, mi primer instinto fue de hecharme a proteger a las compañeras pero mi amigo me jaló para ponerme a salvo. Llamamos directamente una ambulancia, y le dije a mi amigo que trataramos de ir detrás de los tipos para tomar las placas…pero ya se habían ido y no los encontramos. Una de las tantas agresiones quedando en la completa impunidad…
Tenemos que ir cambiando esta mentalidad tan retrógada y iniciar a educar a las generaciones nuevas con nuevos modelos de masculinidad y feminidad, que sean inclusivos y respetuosos de los derechos humanos. A ver para cuando…Saludos desde Bélgica!
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